El régimen chino alienta la ira antijaponesa para ocultar la lucha de poder

El 81 aniversario de la invasión nipona de Manchuria enciende nuevas protestas, que pueden descontrolarse antes del Congreso del Partido Comunista en octubre

El régimen chino alienta la ira antijaponesa para ocultar la lucha de poder afp

pablo m. díez

«¡Guerra a Japón! ¡Las islas Diaoyu son de China! ¡Que se joda vuestra madre, enanos nipones!». Miles de chinos se desahogaron ayer a gusto y aprovecharon para hacer algo a lo que no están acostumbrados: manifestarse. Portando banderas, pancartas y retratos del «padre de ... la patria», Mao Zedong , miles de personas desfilaron ante la Embajada nipona en Pekín para protestar por la compra de las disputadas islas Diaoyu, que se encuentran entre Okinawa y Taiwán y están deshabitadas, pero que China también reclama porque son ricas en bancos de pesca y yacimientos submarinos de gas y petróleo.

Curiosamente, en un país tan caótico y masificado como China, donde uno no puede salir de un ascensor sin que lo atropellen quienes quieren entrar, hay que irse a una manifestación para encontrar algo de orden y concierto. Claro que, todo hay que decirlo, ello se debe a que las únicas protestas permitidas por la Policía son a favor de su autoritario régimen o, como ocurre en este caso, en contra del odiado vecino japonés.

«¡Guerra a Japón! ¡Las islas Diaoyu son de China! ¡Que se joda vuestra madre, enanos nipones!»

Inmerso en una soterrada lucha de poder de cara al Congreso del Partido Comunista que tendrá lugar, probablemente, a partir de mediados de octubre, el régimen chino está no sólo permitiendo, sino alentando, las movilizaciones antiniponas. El objetivo es bien claro: desviar la atención del escándalo provocado por Bo Xilai , el gerifalte del Partido defenestrado por corrupción y cuya esposa ha sido condenada a muerte por el asesinato de su socio británico, y allanar el relevo en su cúpula.

«Hay factores de política interna en ambas partes que influyen en la eclosión del contencioso con esta virulencia: el XVIII Congreso del Partido Comunista en China y el proceso electoral que vive Japón», explica a ABC el prestigioso sinólogo español Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China. En su opinión, « China deja hacer y trata de encauzar las protestas . Está fuera de duda la oportunidad del litigio para galvanizar a la opinión pública, no sólo continental sino también taiwanesa, convergiendo juntas en la protesta en escenas inéditas».

Pero Ríos también advierte de que se trata de «un arma de doble filo» porque, « si la protesta se radicaliza, el Gobierno chino podría verse forzado a adoptar sanciones económicas y no descartaría incluso una ocupación militar de las islas que le garantice su control "de facto". Eso le permitiría una comunión con amplias capas de la sociedad y relegitimar al Partido Comunista. Pero daría al traste con su «desarrollo pacífico» y tendría consecuencias muy negativas en la región, empezando quizás por donde menos lo desea: Taiwán».

Precisamente, desde esa isla coincide con él Wen-Cheng Lin , profesor del Instituto de Estudios sobre la China continental en la Universidad Sun Yat-sen: «El régimen tiene un dilema porque intenta obtener el apoyo del pueblo de cara a la sucesión del presidente Hu Jintao, pero no puede controlarlo totalmente y debe parar unas manifestaciones que ha alentado antes de que dañen sus intereses».

Para colmo, esta nueva crisis diplomática, la más grave desde 2005, ha coincidido con una trágica efeméride: el 81 aniversario de la invasión japonesa de Manchuria, que precedió a la ocupación de buena parte de China hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Además de la humillación sufrida, esos catorce años dejaron atroces capítulos como la masacre de Nanjing, donde murieron 300.000 personas, la prostitución de 200.000 « mujeres del consuelo » como esclavas sexuales del Ejército nipón o los experimentos biológicos con cobayas humanas que, al más puro estilo nazi, llevó a cabo la Unidad 731 en Harbin.

Con tan doloroso recuerdo todavía vivo gracias a la propaganda del régimen y la televisión, que emite constantemente películas y series de guerra, las multitudinarias manifestaciones de los últimos días volvieron a repetirse ayer en numerosas ciudades.

«Estoy aquí porque amo a mi país y creo que las islas Diaoyu deben pertenecer a China»

Bajo un fuerte dispositivo policial, miles de manifestantes se concentraron frente a la Embajada nipona en Pekín coreando proclamas y reclamando la soberanía del archipiélago Diaoyu. Perfectamente organizados en grupos de un centenar de personas, y escoltados por agentes antidisturbios, desfilaron todo el día frente a la legación diplomática lanzando botellas, huevos y tomates al pasar por la puerta, protegida por las barricadas de la Policía.

«Estoy aquí porque amo a mi país y creo que las islas Diaoyu deben pertenecer a China, pero no quiero que haya guerra », señalaba Sun Bei, una maestra de guardería de 26 años que agitaba una bandera nacional.

Para evitar incidentes violentos como los del fin de semana, que terminaron con el incendio de una fábrica de Panasonic en la ciudad de Qingdao y cuantiosos destrozos en establecimientos nipones, la Policía montó un auténtico «manifestódromo» en torno a la Embajada . Con la calle cortada desde hace varios días, los manifestantes podían marchar ante la legación entre vallas de seguridad y bajo la atenta mirada de miles de antidisturbios.

Pero la tensión sigue en aumento porque China se reserva el derecho a tomar futuras acciones. Así lo aseguró el ministro de Defensa, el general Liang Guanglie , tras reunirse ayer con su homólogo estadounidense, Leon Panetta , de visita en Pekín.

«No llevo a japoneses», rezaba un cartel en un «rickshaw» para turistas mientras los restaurantes de «sushi» y los concesionarios de Toyota, Honda y Mazda cerraban sus puertas y cubrían sus letreros con banderas chinas. Ocho décadas después, las heridas entre China y Japón siguen abiertas.

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