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La Iglesia anglicana se escinde por la discusión sobre la homosexualidad

Las cuestiones de alcoba de Enrique VIII llevaron a la Iglesia de Inglaterra a separarse de Roma en el siglo XVI, y ahora las del obispo gay Gene Robinson provocan la partición de la Comunión

Peregrinos anglicanos rezan en una iglesia de Cafarnaúm en el marco del encuentro disidente. EFE

Las cuestiones de alcoba de Enrique VIII llevaron a la Iglesia de Inglaterra a separarse de Roma en el siglo XVI, y ahora las del obispo gay Gene Robinson provocan la partición de la Comunión Anglicana.

Trescientos obispos anglicanos, principalmente de África, Asia y Australia y que representan a la mitad de los 77 millones de fieles de todo el mundo, constituyeron una organización paralela que se opone a la validación moral de la práctica homosexual, a la bendición del matrimonio gay y a otros «revisionismos» contrarios a las Sagradas Escrituras que se han extendido entre diversas comunidades anglicanas, sobre todo en Norteamérica.

La ordenación de mujeres como obispos, aprobada ya en algunas iglesias locales participantes en la escisión, no ha constituido motivo de debate. Para quienes se oponen a esa iniciativa, la nueva organización constitutía una esperanza, pero ahora difícilmente les queda un posible encaje y podrían abandonar la fe.

Los obispos disidentes, que constituyen un tercio del episcopado anglicano, se definen como «una Iglesia dentro de la Iglesia», pero ya han advertido que van a marcar su propio camino de respeto a las enseñanzas tradicionales cristianas, con el fin de ofrecer una mayor coherencia doctrinal frente al «secularismo militante».

Romperán lazos con la jerarquía de EE.UU. y de Canadá (la primera elevó a obispo a Gene Robinson en 2003 y la segunda admitió la bendición de las parejas homosexuales en ceremonias próximas al sacramento del matrimonio) y no esperarán a que la de Inglaterra intente proseguir con una mediación probadamente imposible.

Estos movimientos se producen en una Comunidad Anglicana que no es una Iglesia única, sino que está integrada por iglesias nacionales que comparten una misma tradición, pero que actúan de modo autónomo. En EE.UU., por ejemplo, la adscripción anglicana adopta el nombre de Iglesia Episcopaliana.

La Conferencia Global sobre el Futuro Anglicano celebrada la semana pasada en Jerusalén consumó un cisma de hecho, aunque los miembros de la llamada Fraternidad de Confesiones Anglicanas (FOCA, por sus siglas en inglés)mantendrá sus lazos con el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, primado de la Iglesia de Inglaterra y nexo de la Comunidad Anglicana.

Un cisma formal supondría ligitios jurídicos sobre las propiedades de los edificios y otros bienes de las parroquias.

La propia relación con el arzobispo de Canterbury también se ha puesto en duda. Los documentos constitutivos de la nueva organización advierten que la sede de Canterbury tiene un simple carácter histórico y no es definitorio de la identidad anglicana. La declaración habla incluso de la necesidad de terminar con una interpretación «colonial» del primado de Canterbury. Además, 200 de los 300 obispos presentes en Jerusalén no irán este verano a la Conferencia de Lambeth, la cita que se convoca cada diez años para reunir a los 880 obispos del mundo.

El movimiento secesionista es liderado por el arzobispo de Uganda, Henry Luke Orombi; el de Nigeria, Peter Akinola, y el de Sidney, Peter Jensen. Éstos y otros obispos integrarán un «consejo de primados» para dirigir lo que está llamado a «poner orden en una situación de confusión», terminando con «el caos causado en la Iglesia anglicana por las actividades revisionistas».

Una de las primeras decisiones será establecer un protocolo de ingreso a la nueva entidad, permitiendo que diócesis y parroquias sueltas puedan adscribirse a pesar de que la jerarquía del país o el obispo del que se depende no se hayan alineado con el movimiento. En el Reino Unido, la voz de la disidencia es la del obispo de Rochester, Michael Nazir-Ali. En EE.UU. se cuenta con sumar a varias diócesis de Texas, California y Pittsburgh.

Tienen decidido además contar con sus propios seminarios para la formación de presbíteros y diáconos y volver a versiones antiguas de textos litúrgicos.

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