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IBEROAMÉRICA: HACIA UN NUEVO HORIZONTE

Iberoamérica ha sido siempre un referente esencial de nuestra política exterior. Así lo han entendido los distintos Gobiernos de España, que en este ámbito han contado con el respaldo de todas las fuerzas políticas parlamentarias y de la inmensa mayoría de los españoles.

Al igual que sucedió en 1992, año en que tanto se avanzó en la formación de una verdadera conciencia iberoamericana, en 2005 podremos dar otro salto cualitativo para estrechar los vínculos de los veintidós Estados de Europa y América de lengua española y portuguesa que componemos la Comunidad Iberoamericana. Efectivamente, confluyen ahora dos circunstancias muy significativas para el desarrollo del espacio iberoamericano:

Por un lado, el proceso dirigido a potenciar e institucionalizar las Cumbres Iberoamericanas concluirá en los próximos meses con la puesta en marcha de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y con la elección de un Secretario General, cargo de la mayor trascendencia, que debe recaer en una personalidad iberoamericana de prestigio internacional. Culmina de este modo una primera etapa de las Cumbres Iberoamericanas durante la cual se han convertido en un instrumento privilegiado de concertación entre nuestros países; se trata ahora de crear un instrumento permanente con capacidad para gestionar las relaciones iberoamericanas e incluso para ayudar a superar las situaciones eventuales de crisis. El comienzo de los trabajos de la SEGIB como Organismo Internacional, con su secretario general al frente, coincidirá con la celebración, el 14 y 15 de octubre en Salamanca, de la XV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en cuyo éxito estamos empeñados todos los iberoamericanos, porque debe marcar el comienzo de una nueva era en la concertación política y en la cooperación económica y social entre nuestros países.

Por otro lado, estas buenas perspectivas de institucionalización y de una mayor eficacia del sistema de las Cumbres Iberoamericanas coinciden también -y ello no es casualidad- con una etapa de especial trascendencia en la evolución política de nuestro espacio iberoamericano. Me refiero a las posibilidades ilimitadas que ofrece hoy la cooperación entre países unidos no sólo por la lengua, la cultura y la historia, sino también (con una sola excepción) por la democracia. Este extremo merece quizás una breve explicación.

Hace poco más de veinte años, en 1983, tuvo lugar en Madrid un «Encuentro en Democracia» al que acudieron personalidades de primer orden -o que después pasarían a serlo- en el campo de la política, la economía, la sociología y la cultura de España y de todos los demás países iberoamericanos. Aquel Encuentro permitió alcanzar algunas conclusiones útiles sobre la mejor manera de promover la libertad y la democracia en el ámbito iberoamericano, todavía afectado por varios Gobiernos autoritarios, pero donde, desde finales de los años 70, había surgido una imparable ola democratizadora que se extendería rápidamente por casi toda Iberoamérica con el final de la Guerra Fría.

Efectivamente, en el último cuarto de siglo se han producido importantes transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales en Iberoamérica y hoy la democracia es una realidad en la casi totalidad de los países que conformamos el espacio iberoamericano.

Al mismo tiempo, los países de América Latina han avanzado en diversos proyectos de integración regional (Comunidad Andina, Mercosur, SICA, etc.), mientras que España y Portugal se han integrado plenamente en la Unión Europea. Ambas tendencias integradoras se complementan cada día más en el proceso Unión Europea- América Latina y Caribe, dirigido a alcanzar un Acuerdo de Asociación Global entre los países de estas dos áreas geográficas. Así pues, la extensión de la democracia, junto con el avance de los distintos procesos de integración en que estamos empeñados los iberoamericanos, han sido fundamentales para el mayor acercamiento entre nuestros países y han revalorizado a la Comunidad Iberoamericana a los ojos de sus propios Estados miembros, al poner de manifiesto las enormes posibilidades que se abren para su cooperación.

No podemos negar que el balance de casi veinticinco años de reformas en Iberoamérica arroja también algunas sombras. Aunque lo prudente es evitar las generalizaciones al hablar de situaciones diferentes, puede afirmarse que el avance de los derechos políticos y electorales, de la descentralización, del reconocimiento de las minorías o de la igualdad para las mujeres ha sido extraordinario en el conjunto de nuestros países; en cambio, en el plano institucional, social y económico las reformas han producido resultados desiguales. En general, se han alcanzado cotas mucho más altas en el ejercicio de la libertad, y de las libertades políticas y electorales, que en el funcionamiento de la Democracia como sistema institucional y social eficaz para satisfacer las necesidades y las expectativas de los ciudadanos.

El gran desafío de Iberoamérica -compartido en diversos grados por todos los países del mundo- es hoy el de la profundización democrática o, si se prefiere, de la mejora de la calidad de la democracia. El reto es múltiple y consiste en consolidar las instituciones, alcanzar el crecimiento económico sostenible en un marco de orden social y equidad, expandir la base empresarial, preservar la diversidad cultural y promover la inserción internacional de la Comunidad Iberoamericana. Es una tarea compleja y de largo aliento, porque hay que actuar en todos los frentes a la vez y porque requiere perseverancia en las políticas y un trabajo sostenido para fortalecer los Estados, potenciar la sociedad civil y definir normas y reglas políticas adecuadas en un marco de diálogo social.

Ahora bien, por primera vez en el espacio iberoamericano, y este es el aspecto que ahora nos interesa resaltar, la mayoría de las fuerzas políticas en Iberoamérica actúan hoy dentro de un marco de referencia común, acotado por la democracia y el mercado y parecen dispuestas a avanzar hacia la construcción de sólidos Estados de Derecho. Esta nueva situación ofrece grandes oportunidades de cooperación, que los países iberoamericanos debemos ser capaces de reconocer y aprovechar al máximo. Es mucho lo que podemos alcanzar si trabajamos juntos para luchar contra el hambre y la pobreza, reducir las desigualdades y para llevar a cabo las reformas institucionales necesarias para el buen funcionamiento del Estado de Derecho en todo el espacio iberoamericano.

Con este espíritu, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, con la colaboración del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Junta de Andalucía y el apoyo de varias Instituciones y Fundaciones, ha organizado un importante Encuentro que, bajo el lema «Iberoamérica: hacia un nuevo horizonte», reunirá en Sevilla los próximos días 21 y 22 de abril a un centenar de relevantes personalidades de todos los países iberoamericanos. Políticos, sociólogos, economistas, empresarios, intelectuales y artistas intercambiarán ideas, en un ambiente informal, sobre la mejor manera intensificar nuestra cooperación en lo político, social, económico y cultural, para avanzar hacia un nuevo horizonte iberoamericano de cooperación.

Seis meses de trabajo intenso después de este Encuentro de Sevilla nos ayudarán a abordar la próxima Cumbre Iberoamericana de Salamanca con más ideas, con más fuerza y con la certidumbre de que seremos capaces de dar a nuestra Comunidad Iberoamericana respuestas para los grandes desafíos del futuro.

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