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«La ley de prensa húngara está de acuerdo con la Constitución»

El presidente de Hungría, Pál Schmitt, visita oficialmente España, al inicio de su presidencia de la Unión Europea marcada por la controvertida ley de prensa

EFE

ENRIQUE SERBETO

Schmitt fue embajador en España entre 1993 y 1997, cuando Hungría salía del comunismo. Hoy es un democracia consolidada, aunque el comienzo de la presidencia de la Unión Europea haya venido acompañado por la polémica.

-Usted fue embajador en España hace más de una década, cuando su país ni siquiera era miembro de la Unión Europea ¿cómo ha cambiado Hungría en estos años?

-Hungría ha sido siempre parte de Europa, pero, por desgracia, después de la II Guerra mundial estuvimos aislados mientras que Europa Occidental avanzaba en el terreno económico y democrático, nosotros estábamos bajo una dictadura comunista de economía centralizada. Desde la llegada de la democracia dijimos que queríamos ser miembros de la UE y de la OTAN y ahora ofrecemos un valor añadido a Europa. Con España especialmente, las relaciones se han fortalecido mucho. Pero por ahora los húngaros no sienten todavía los beneficios de formar parte de la UE. Fue un poco ingenuo pensar que alcanzaríamos automáticamente el nivel de vida de los países occidentales, cuando en realidad queda mucho por hacer. Pero lo que sí se siente es la experiencia de la libertad.

-Lamentablemente, Occidente no luchó igual contra las dictaduras comunistas de Europa central y oriental que las otras.

-La libertad es una experiencia natural, se puede suprimir pero a la fuerza. Y lo que caracterizó a la historia de Hungría es que siempre hemos luchado para tratar de recuperar la libertad. El problema es que hay generaciones enteras que no habían tenido jamás esa experiencia de la democracia y tuvimos que aprenderlo de nuevo. Algunos reflejos del pasado siguen presentes pero gracias a Dios esa forma de pensar se desvanece. La prensa occidental se ha ocupado mucho de nosotros, y no puedo decir nada más que lo que dije hace unos días, que los derechos humanos, todos los derechos humanos, incluidos la libertad de prensa y la libertad de expresión, los tenemos ahora porque muchas personas han sacrificado su vida.

-Se refiere a las críticas a la ley de prensa. Hungría es un país democrático, ¿por qué esa ley de prensa en este momento estratégico del comienzo de la presidencia?

-Se ha producido una situación única en Hungría y muy extraordinaria en Europa, que un partido disfruta de la confianza de más de dos tercios del Parlamento, lo que abre nuevas posibilidades para ese partido que ha empezado a poner orden de una manera inusualmente firme, sobre todo para reactivar la economía, reorganizar la sanidad, las finanzas y todo lo que es la esfera social. Por otro lado, entiendo perfectamente que las reacciones ante esa acción sean inusuales. Considero que estas críticas contra la ley de prensa no nacen de la prensa occidental, sino que fueron inspiradas desde Hungría. Ahora que se ha traducido correctamente esta ley, muchos de los críticos han podido constatar que la ley es conforme a la Constitución. En realidad no se ha hecho más que transponer y adaptar reglas europeas para el sector. Yo fui eurodiputado y miembro de la comisión de audiovisuales y puedo decir que eso es así. En todos los países es necesario que se defina bien qué es el servicio público y sobre todo hablando de la protección de la juventud: eso es lo que hemos puesto en práctica. La ley tiene cosas que se siguen debatiendo como el tiempo máximo de la publicidad o el volumen del sonido de los anuncios. Todo eso no es otra cosa que una opción de defensa de la dignidad humana. Para los que nos critican, mi mensaje es que yo he firmado esta ley después de cerciorarme de que ninguna parte es contraria a la Constitución y que sus apartados siguen la práctica en muchos países europeos. Hemos constituido una autoridad de los medios que tiene la tarea de regular todas estas áreas, pero esta autoridad está sometida a la justicia. Ya hay diez países que están haciendo lo mismo que nosotros sobre las tasas de la crisis a las grandes empresas financieras; estoy seguro de que pronto habrá otros países que seguirán nuestro ejemplo en el campo de la ley de medios.

-Usted ha dicho que entre la libertad de expresión y la dignidad del hombre siempre elige la dignidad.

-En efecto, después del derecho a la vida la sigue a la dignidad, todos los demás derechos están después. Muchos dicen que la dignidad es la compilación de todos los demás derechos. Yo digo que es al revés, que los demás derechos nacen del derecho a la dignidad. No soy filósofo ni constitucionalista, pero me fío de mi sensibilidad en este campo. Naturalmente, en mi función de presidente de la República me limito a considerar dos cosas cuando tengo que firmar una ley: que cumple la Constitución y que no pone en peligro la democracia y eso es lo que tuve en cuenta en el caso de la Ley de prensa.

-Pero su punto de vista se puede confundir con el de muchos enemigos de la libertad como los que levantaron olas de protesta contra la publicación de las caricaturas de Mahoma.

-Soy religioso y conservador, pero al mismo tiempo tolerante con todas las creencias y no creo que debamos mezclar las dos cosas. En realidad, es la vida moderna la que nos está llevando a esta contradicción entre los derechos y las limitaciones de la libertad, como sucede en la lucha contra el terrorismo que se ve obligada a afectar a los derechos individuales para preservar la seguridad.

-Hungría se encamina a una nueva Constitución en la que usted ha dicho que quiere que se mencionen las raíces cristianas.

-Sí y creo que es lamentable que en el Tratado de Lisboa no se haya aceptado esa mención, porque los padres fundadores ya habían dicho que las bases de Europa son la filosofía griega, el derecho romano y la moral cristiana. Hungría es un país que nació precisamente vinculado al cristianismo hace más de mil años, pero somos tolerantes con todas las creencias. La fórmula que utiliza la Constitución polaca nos parece la más adecuada.

-¿Por qué necesitaría un país moderno del Siglo XXI hacer esa mención?

-Nueve países de la UE hacen esa mención. Cuando estuve hablando de ello con el Papa Benedicto XVI él estaba muy contento –cosa que no me extraña- y cuando me animaba a seguir con este proyecto recordábamos que el 80 por ciento de la población húngara se declara cristiana. ¿Por qué no mencionarlo? Hace mil años, los húngaros tuvieron dos opciones, la de hacerse cristianos e integrarse en la Europa Occidental cristiana o elegir otras religiones orientales. Nuestro primer Rey Esteban eligió aceptar la corona enviada por el Papa y de esta forma hizo evidente que Hungría quería anclarse a esta parte del mundo. Muchos dicen que solo haría falta citar el primer verso del himno nacional que dice: “que Dios bendiga a los húngaros”. Probablemente eso bastaría.

-¿Y eso sería compatible con una UE que ha abierto sus puertas a Turquía? ¿Qué piensa de la ampliación de la UE?

-A todos los países que aspiran a integrarse en la UE se les debe dar perspectivas claras. Creo que el más avanzado es Croacia, que si todo sale bien concluirá sus negociaciones durante nuestra presidencia. El proceso de ampliación no debe detenerse, pero también se han de cumplir los criterios. Turquía ha empezado las negociaciones pero están atascadas. Se trata de una nación de casi cien millones de habitantes musulmanes y Europa también necesitará prepararse para acogerla. He hablado con ellos muchas veces y están determinados a seguir ese camino dure lo que dure. En realidad, en el Mediterráneo Oriental han aparecido todas las religiones y en cuanto a los turcos, probablemente fueron los mejores de todos los que nos han invadido: no nos obligaron a aprender el turco, no nos obligaron a seguir su religión y a nosotros nos consideraron un lugar estratégico durante 150 años. Ahora tenemos buenas relaciones.

-Sin embargo, los planes de la presidencia para la ampliación que se refieren a Croacia, Serbia o la aplicación del espacio Schengen a Rumanía, parecen más bien un plan de ampliación de Hungría, porque se aprecia un interés grande en todas las regiones donde viven húngaros.

-Es un hecho que en los años veinte, después de la Primera Guerra Mundial, dos tercios de Hungría fueron repartidos entre los países de la zona. En realidad, Hungría está rodeada de húngaros fuera de sus fronteras. Tratamos de apoyar a esos húngaros y -si hace falta se lo repetiré diez veces- eso no supone que tengamos en ningún caso ambiciones territoriales. Al mismo tiempo, nadie nos puede impedir que consideremos que todos ellos forman parte de una misma nación húngara. A causa de ello hemos tenido algunas confrontaciones con los dirigentes de países que nos rodean.

-Si prosigue su política de conceder el pasaporte húngaro a todos esos ciudadanos, incluyendo el derecho a voto, es probable que esos conflictos se acentúen.

-La cuestión del derecho a voto no se ha decidido todavía, tenemos que analizar la legislación de sus países de residencia y las costumbres europeas. Pero sería inimaginable que hubiera dos tipos de ciudadanía, que una persona a la que le entregamos el pasaporte húngaro no tenga los mismos derechos que cualquier húngaro.

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