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El hotel Baron resiste a la guerra en Alepo

El mítico establecimiento de la ciudad siria abrió sus puertas en 1911. En sus aposentos durmieron Lawrence de Arabia o Agatha Christie

Fachada exterior del centenario hotel Baron, en Alepo M. AYESTARÁN

MIKEL AYESTARÁN

El hotel Baron de Alepo nunca ha cerrado sus puertas desde su inauguración en 1911. Es una de las normas de la familia Mazloumian y Roubina Tashjian, esposa de Armen Mazloumian, la encargada de que se siga cumpliendo. Roubina recorre los pasillos de este palacete del barrio alepino de Aziziyeh y recuerda cada detalle de los 106 años de vida del legendario establecimiento. Pide disculpas por el desorden, el polvo y el caos creado por los últimos cinco años de guerra abierta que ha sufrido Alepo. El hotel está en pie, desde fuera las paredes de piedra no han perdido su majestuosidad, y por dentro, pese al desgaste de la guerra y al impacto de varios artefactos en su planta superior , tiene tanto que contar que la historia borra las heridas del presente.

Todo ha cambiado en Siria desde el estallido de la revuelta contra el Gobierno en 2011, que pronto se convirtió en guerra y que entra en su séptimo año con más de 320.000 muertos. El conflicto estalló en el interior de Alepo en el verano de 2012 y hasta el pasado diciembre no callaron las armas en una ciudad que quedó partida en dos. El Baron quedó en la zona bajo control del Gobierno, pero a pocos metros de la línea del frente. La fachada principal miraba a la Siria del presidente Bashar Al Assad, la posterior a barrios orientales como Bustan Al Qaser, controlado por diferentes grupos armados que aspiraban a derrocar al régimen.

Una vez más, el hotel ha sido testigo directo de la historia del país . Ya lo fue en 1918, cuando el rey Faisal I proclamó la fallida independencia del país desde uno de sus balcones. Todos los presidentes sirios, excepto Nureddin al-Atassi, han dormido aquí al menos una noche y Hafez al Asad, padre de Bashar y creador de la Siria moderna, estableció incluso su cuartel general.

Roubina lleva en el bolsillo las llaves para abrir la habitación 202, « en la que durmió Lawrence de Arabia y que era una de las más solicitadas» o la 203, también muy popular entre los viajeros porque «aquí se quedaba Agatha Christie cuando viajaba al país a acompañar a su segundo marido, que era arqueólogo», apunta con detalle Roubina, antes de precisar que "en esta habitación empezó a escribir «Asesinato en el Orient Express». David Rockefeller, Charles de Gaulle o el aviador Charles Lindburgh aparecen también en la lista de huéspedes.

Estas habitaciones están hoy tan vacías cómo llenas de historia . Ocurre lo contrario en la tercera planta, un añadido al hotel original para disponer de más habitaciones, que desde 2014 alberga a desplazados de la guerra. "Llegamos a tener a quince familias, ahora quedan tres", informa Roubina, que abre y cierra cada habitación con cariño y no quiere concluir la visita sin acercarse al mítico bar, "uno de los lugares más emblemáticos". Hay que abrir las grandes persianas de madera para que entre la luz. Allí siguen la barra de madera maciza, los taburetes y el legendario mueble bar . El tiempo parece parado, pero el lugar habla y llora por los recuerdos de un pasado que será complicado recuperar viendo el panorama actual de la guerra en Siria

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