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Hong Kong sigue pidiendo democracia cinco años después de la Revuelta de los Paraguas

El quinto aniversario del movimiento por el sufragio universal acaba en nuevos choques con la Policía

Un manifestante se dispone a lanzar un adoquín, ayer en Hong Kong REUTERS
Pablo M. Díez

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«Hemos vuelto» . El mensaje está por todas partes en el centro de Hong Kong: en octavillas con vistosos caracteres de chino tradicional pegadas a las paredes, en carteles que tapizan las aceras y en pancartas que cuelgan de los pasos elevados. Eso fue lo que prometieron los manifestantes que reclamaban democracia cuando, hace cinco años, fueron desalojados de su última ocupación en el centro de la isla. Y lo han cumplido con creces.

El 28 de septiembre de 2014, estalló en Hong Kong la Revuelta de los Paraguas cuando la Policía dispersó con gases lacrimógenos a los miles de jóvenes que asediaban el Parlamento local para pedir sufragio universal. Salvo los gases que los antidisturbios habían lanzado contra los campesinos surcoreanos en la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2005, era la primera vez que las autoridades recurrían a dicho método desde la devolución a China de esta antigua colonia británica en 1997.

Hoy son el plato del día en Hong Kong y ayer volvieron a ser disparados tras la concentración que conmemoraba el quinto aniversario de la Revuelta de los Paraguas. Aunque dicho movimiento fracasó tras ocupar durante 79 días tres puntos neurálgicos de la ciudad, sembró las raíces de las protestas que sacuden a Hong Kong desde hace más de tres meses, que estallaron en junio contra la ya retirada ley de extradición a China.

Alargándose tras un verano caliente, la agitación política ha llegado hasta las puertas del otoño con las espadas en alto contra el autoritario régimen de Pekín. De camino a la asamblea convocada por el Frente Civil por los Derechos Humanos para celebrar la efeméride, había que pasar –y pisar– sobre los retratos de los dirigentes que estampaban el suelo: la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, el presidente de China, Xi Jinping, y el «padre de la patria», Mao Zedong. Una auténtica «alfombra roja» para los manifestantes, que hasta saltaban a la pata coja sobre ellos .

Mientras los líderes del bando democrático recordaban las demandas de sufragio universal ante decenas de miles de personas congregadas en el parque de Tamar, jóvenes radicales cercaban las contiguas sedes del Gobierno y el Consejo Legislativo (Legco). Para dispersarlos, los antidisturbios los regaban con espray de pimienta, pero no bastaba para frenar su asedio ni el corte, ya habitual, de la gran avenida de Harcourt Road, que pasa ante ambos edificios oficiales en el distrito de Admiralty. Aunque la Policía sacó su camión con cañón de agua tintada de azul y disparó gases lacrimógenos, los jóvenes siguieron con su estrategia de «guerrilla urbana» lanzando varios cócteles Molotov y destrozaron las ventanas del Gobierno con adoquines arrancados de la acera.

Hartazgo social

«Debido al fracaso de la Revuelta de los Paraguas, el Gobierno de Hong Kong pensó que podía hacer lo que quisiera. Pero la gente se ha cansado de sus abusos y de su represión política y ha tomado de nuevo las calles», explicaba a ABC el combativo diputado demócrata Leung Kwok-hung, más conocido como «Pelo Largo». «Cuando nos marchamos hace cinco años, dijimos que regresaríamos. ¡Hemos vuelto!», sentenciaba desafiante anunciando más movilizaciones hasta el martes, Día Nacional de China, pese a la prohibición de la Policía.

Para hoy domingo hay convocada en Hong Kong una marcha contra el totalitarismo global que, además, se extenderá a otras ciudades del planeta. Y el martes, 1 de octubre, los manifestantes quieren aguarle al régimen del Partido Comunista el 70º aniversario de la fundación de la República Popular China, que se celebrará con un gran desfile militar en Pekín. «Seguiremos con nuestra lucha porque, durante los tres últimos meses, millones de personas han salido a la calle pidiendo democracia, pero el Gobierno autoritario de la jefa ejecutiva Carrie Lam no ha escuchado nuestras cinco demandas», prometía Peter, un universitario de 22 años, refiriéndose a las peticiones de los manifestantes. Además de la retirada de la ley de extradición a China, ya anunciada por las autoridades, las protestas reclaman una investigación de la fuerza policial, el sobreseimiento de los cargos por «revuelta» para los más de 1.500 detenidos, que se enfrentan a diez años de cárcel, y el sufragio universal como hace cinco años.

Si en 2014 las movilizaciones eran pacíficas, ahora han derivado en violentos enfrentamientos con la Policía y vandalismo de infraestructuras públicas, como las estaciones de metro. «La razón por la que hemos usado métodos más agresivos es por la opresión del Gobierno. Antes éramos muy pacíficos, pero hemos visto la brutalidad de la Policía y las autoridades han rechazado responder a nuestras peticiones», justificaba Peter, quien aseguraba que «cinco años después de la Revuelta de los Paraguas, hemos vuelto con más fuerza y más valor para luchar por el sufragio universal y no pararemos hasta que haya democracia en Hong Kong».

Respondiendo a las protestas, el Gobierno local emitió anoche un comunicado insistiendo en que «el sufragio universal de “una persona, un voto” para elegir al jefe ejecutivo y a todos los diputados del Consejo Legislativo está recogido como el objetivo último de la Ley Básica», que hace de mini-Constitución de Hong Kong. Pero dejó claro que «para conseguirlo, la comunidad necesita implicarse en diálogos pacíficos que se basen en la legalidad».

Cinco años después de las protestas, las aspiraciones democráticas de Hong Kong se han mezclado con el malestar por el creciente autoritarismo de Pekín, los problemas económicos de una sociedad desarrollada que parece haber tocado techo y el choque cultural con los chinos que vienen del continente. El resultado: que la Revuelta de los Paraguas haya regresado .

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