Los «hackers» atacaron antes que los tanques
ANNA GRAU CORRESPONSAL
NUEVA YORK. Un ciberataque en toda regla precedió a los bombardeos de Georgia y a la entrada de los blindados rusos. Mientras el mundo se preguntaba si volvía la vieja guerra fría lo que se estaba haciendo en el Cáucaso era la ... guerra del futuro, que podrá ser por tierra, por mar, por aire o por internet.
Sólo unas semanas antes de la crisis de Osetia del Sur, los sitios oficiales del gobierno georgiano -incluyendo al de su presidente- empezaron a recibir una andanada de datos que incluían el mensaje: gana + amor + en + Rusia. Además, los sitios recibieron millones de solicitudes falsas cuyo único objetivo era desbordarlos y dejarlos incapaces de atender sus comunicaciones reales. El envío coordinado de ataques DDOS (por las siglas en inglés de rechazo distribuido de servicio) obligó a las autoridades de Georgia a evacuar sus páginas a servidores norteamericanos para mantenerlas activas. Hubo que recurrir a plataformas como el «blogger» de Google. La agresión se extendió después a sitios georgianos no oficiales, como empresas de comunicación.
El signo pro-ruso de los ataques es evidente, ¿pero es igualmente evidente que el ataque procede del Kremlin? Pocos lo dudan en Georgia. Aún así Moscú no reivindica nada y nadie tiene ninguna certidumbre oficial. El hecho de que muchos de estos ataques fueran operados desde el servidor de una compañía de telecomunicaciones de la capital rusa no constituye una prueba determinante. Un mes antes había habido ataques similares desde un servidor en la ciudad norteamericana de Atlanta.
Ensayo general
Pueden ser «hackers» rusos incontrolados y espontáneos, pueden ser sicarios de Vladímir Putin y pueden ser una mezcla de las dos cosas, como los corsarios a los que la Reina de Inglaterra armaba caballeros por los estragos causados en los galeones españoles cargados con el oro de América. En cualquier caso se ha tratado de un ensayo general de lo que ocurre cuando un ciberataque entre dos países coincide con una guerra verdadera.
«The New York Times» consultaba ayer a Bill Woodcock, jefe de investigación en Packet Clearing House, entidad sin ánimo de lucro que se dedica a estudiar el tráfico en la red. En su opinión es inevitable que los ciberataques se conviertan en una rutina militar porque su extrema sencillez y gran efectividad no permiten pensar otra cosa. «Sería tonto no hacerlo», concluye, recordando que el coste económico es inferior a los cuatro centavos de dólar por ordenador. «Se pueden lanzar ataques enteros por menos dinero del que cuesta cambiar la rueda de un tanque», advierte. Y sin ni una sola baja.
Ahí podría estar la única buena noticia. Si la guerra virtual sustituyera a la real por lo menos cabría la esperanza de salvar alguna vida humana. Pero no parece que vaya por ahí. Si ha sido el gobierno ruso el que ha instigado este ataque, eso no le ha disuadido en absoluto de entrar simultáneamente a sangre y fuego en el territorio considerado enemigo.
En este caso se da además la circunstancia de que el trastorno causado ha sido relativamente mínimo, dada la poca sofisticación informática de la actual república de Georgia, que ocupa el puesto 74 de 234 países por su vinculación con internet. Hay más direcciones electrónicas en Nigeria, Bangladesh, Bolivia o El Salvador que en Georgia, que todavía no ha hecho depender sus servicios básicos de la red.
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