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Lo más importante de un parlamento es la calidad de sus representantes

La política necesita personas con vocación a ocuparse de la cosa pública pero con talento, preparación y ética y los partidos tienen que tener claro que sus reputaciones dependen de los de sus representantes

Giuseppe Tringali

En mi último artículo he hablado de cómo de importante es que en todos los países haya una reacción madura y moderada de los partidos con historia y tradición democrática al avanzar el populismo.

También decía que el populismo quiere utilizar el malestar de la población para romper el sistema y cambiar constituciones e instituciones.

En España este intento es bastante evidente si se piensa en el separatismo y las presiones para una revisión de la Constitución. Lo mismo está pasando de otra forma en Italia, donde en septiembre, por ejemplo, se celebrará un referéndum para decidir si reducir a 600 los parlamentarios de Cámara y Senado.

En Italia, actualmente son 630 en la Cámara y 315 en el Senado, un total de 945, más 5 senadores de por vida.

La Constitución italiana es, entre las constituciones occidentales, una de la más democráticas, y fue pensada para obtener dos objetivos: el máximo equilibrio entre las distintas instituciones y la mayor representación posible.

Como se puede ver en la primera columna de la tabla de arriba, el número de parlamentarios en Italia se refiere a los electos directamente por el pueblo. La posición italiana cambia muy poco en la segunda columna donde se calculan todos los parlamentarios, incluidos los de las Cámaras no electivas como en Reino Unido, Alemania o Francia.

Italia después del Reino Unido tiene el número mas alto y el más democrático siendo todos elegidos del pueblo y de todas formas está en compañía de grandes países muy democráticos.

Creo que fijarse en el razonamiento del número de los representantes (la reducción de representación es siempre mala) es instrumental. En democracia sí importa el número pero sobretodo y mucho más la calidad de la representación. Todo se puede cambiar si es para mejor, pero no es aceptable que el populismo lance campañas demagógicas que, aunque utilicen argumentos reales como la corrupción o el más discutible coste de la política, tienen realmente como fin modificar el sistema y preparar la vía a su propio camino. Los populismos utilizando el humor popular lo que quieren es reducir la representación parlamentaria y aumentar el uso del consenso a través de la Red que como expliqué en mi última reflexión tiene un alta posibilidad de manipulación.

Es verdad y lo repito también en este artículo que existe una caída de confianza de parte de la población en la política , pero la población tiene que entender que las iniciativas demagógicas no son las soluciones al revés son exactamente contrarias a sus intereses.

La solución de sentido común para una buena política es pretender a voz alta a los partidos que elijan bien, con mucha atención, a sus propios candidatos/representantes y adopten un sistema electoral realmente representativo.

Como ciudadanos esto se traduce en pedir a los partidos tener un buen gobierno que establezca de examinar bien el currículum, la preparación la reputación legal y personal de cada candidato que le podrá representar y hacer públicas estas informaciones . Como electores significa votar a las personas que merecen confianza porqué la han conquistado con hechos.

Si la calidad de los futuros parlamentarios mejorara, seguramente las instituciones serían más eficientes y eficaces.

La política necesita personas con vocación a ocuparse de la cosa pública pero con talento, preparación y ética y los partidos tienen que tener claro que su reputación depende de la de sus representantes.

Volviendo al caso del Referéndum italiano promovido por los «Cinco Estrellas», los partidos con historia democrática y tradición no tendrían que apoyar por mala conciencia o por el interés de mantenerse al Gobierno iniciativas populistas como esta, deberían rechazar cualquier reducción de representación y preocuparse más de mejorar el nivel de la política. Creo que los ciudadanos solo quieren buenos administradores. En definitiva, como son muchas las similitudes políticas, aunque menos extremas, de Italia con España donde el populismo también intenta perseguir sus objetivos, existe en los dos países la necesidad de más responsabilidad por parte de los partidos con historia y tradición democrática para evitar ver mermadas las muchas y difíciles conquistas democráticas, conseguidas gracias a sus padres y con mucho sacrificio de todos.

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