La fórmula talibán: Corán y Kalashnikov
El movimiento fundamentalista afgano ha regresado al poder con un modelo distinto al de Al Qaida y Daesh, pero no tan dispar como desearía Occidente. Nadie descarta que vuelva a erigirse en santuario del yihadismo mundial
Si no fuera porque, como dice el tango, veinte años no es nada y las imágenes de su paso por el poder entre 1996 y 2001 están aún muy frescas -policía religiosa en las calles látigo en mano, ejecuciones públicas-, nadie pondría en ... duda la sinceridad de los gestos de encanto, mansedumbre y hasta candidez que han mostrado esta semana los talibanes al entrar en Kabul y apoderarse pacíficamente del país. Los islamistas han cambiado en dos décadas en algunas cosas, y la más notable es su control del lenguaje para transmitir el mensaje que en estos momentos quieren dar. Pero si nos guiáramos por las imágenes, nos sentiríamos frente a una legión de eremitas del desierto, de hábito franciscano y mirada ingenua, salvo por el kalashnikov en ristre del que no se despegan ni para dormir.
Esta semana, quien durante veinte años fue solo una voz al otro lado del teléfono, el portavoz talibán Zabuhulá Mujahid, dio por primera vez la cara ante la prensa internacional para asegurar que los derechos de las mujeres serán respetados «dentro de la ley islámica», sin dar más precisiones. Por su parte, un breve mensaje a los medios del mulá Baradar -que se presenta como jefe político talibán- se limitó a decir que comienza la «hora de la verdad» del movimiento islamista, que ha bajado de las montañas para satisfacer las necesidades del pueblo.
Buenas palabras que no convencen a los propios afganos -que votan con los pies en su epopeya por huir del país por aire o por tierra- ni a los analistas de la región, que esta semana mostraron con muy raras excepciones su escepticismo. Nadie duda de que la victoria talibán, y más aún el caos y desbandada de EE.UU. y de sus aliados en la evacuación urgente de Kabul, va a dar un fuerte impulso psicológico al movimiento yihadista mundial . Y este, a diferencia de los barbudos afganos, sí cree en la eficacia de los ataques terroristas en las capitales de Occidente.
Junto al capítulo de las relaciones públicas y el manejo de la imagen, los talibanes afganos han aprendido otra lección del pasado: la necesidad de mantener con perfil bajo sus vínculos con los movimientos yihadistas globales, en particular Al Qaida . El liderazgo talibán sabe que en 2001 fueron desalojados del poder por dar abiertamente protección y cobijo a Osama bin Laden y a su grupo después de los ataques del 11-S. Y no quieren repetir el error.
Asuntos de familia
No ha habido ni habrá ruptura entre ambos movimientos. La relación entre los talibanes y Al Qaida supera lo estrictamente ideológico. En 2016, cuando el mulá Akunzada fue elegido líder supremo de los talibanes, el líder de Al Qaida, Al Zawahiri , le felicitó y saludó como ‘emir de los creyentes’.
Con Estado Islámico (Daesh) la relación es en cambio conflictiva, porque la rama afgana se formó de un grupo de disidentes talibanes. No sería de extrañar pues, según algunos expertos, que el nuevo poder en Kabul lleve a cabo alguna operación de castigo contra Daesh , para de paso hacer pensar a Occidente que no es tan fanático como le pintan.
Tanto los talibanes (’estudiantes de teología islámica’ en pastún) como los otros dos grandes movimientos terroristas islámicos, Daesh y Al Qaida , son suníes, la corriente mayoritaria del islam. Los tres comparten una interpretación radical del Corán y de la Sharía -la ley islámica- pero difieren en cuestiones de estrategia y de objetivo político final. Daesh y Al Qaida aspiran a conquistar por las armas, para sus proyectos de califato, tanto los territorios de mayoría musulmana (Dar al Islam) como los de mayoría ‘infiel’ (Dar al Harb). En cambio, los talibanes, tanto afganos como paquistaníes, solo pretenden establecer en Afganistán y en los territorios pastunes de Pakistán un régimen islámico, en el que puedan aplicar sus normas y costumbres ancestrales , tal como ocurrió durante cinco años tras la derrota de los soviéticos.
Daesh y Al Qaida aspiran en cambio al califato mundial, pero tienen diferencias en materia de táctica y de estrategia a medio plazo. Desde los atentados del 11-S, el movimiento Al Qaida ha privilegiado el impulso de franquicias mundiales, en África y en Asia, para extender su mensaje y desestabilizar regímenes. La Primavera Árabe le dio la oportunidad de intentar también el asalto al poder en varios regímenes árabes, que considera infieles e ilegítimos por su colaboración con Occidente. En cambio, Daesh se concentró en la conquista militar de territorio en Irak y en Siria , donde fracasó tras su proclamación de un califato territorial.
Chalecos explosivos
En términos de estrategia política, tanto Daesh, como Al Qaida y los talibanes recurren al terrorismo, que justifican con su interpretación radical y militarista de la yihad, la ‘guerra santa’, y la promesa del paraíso para los muyahidines suicidas . En términos ideológicos, los tres movimientos armados son salafistas: proponen un retorno a la sociedad medieval de la era del profeta Mahoma , que consideran como un modelo insuperable.
La prioridad de los talibanes será ahora consolidar su poder en el país, y reducir al máximo el surgimiento de bolsones de resistencia de señores de la guerra hostiles, o fieles al antiguo régimen. Mayoritariamente pastunes, deberán alcanzar algún pacto con los uzbekos, y también con las minorías chiíes de hazaras e ismaelíes, para no repetir los conflictos de finales de los años 90 con Irán .
Los talibanes «permitirán a Al Qaida operar de nuevo en su territorio contra Estados Unidos»
Nathan Sales , coordinador norteamericano para la lucha antiterrorista, señala a 'The New York Times’ que no duda de que los talibanes «permitirán a Al Qaida operar de nuevo en su territorio contra Estados Unidos». Esta semana, una agencia de noticias cercana a los fundamentalistas afganos difundió un vídeo con imágenes de la liberación de centenares de presos de Al Qaida y Daesh en una cárcel de Kabul.
La CIA, ¿a ciegas?
En febrero de este año, el responsable de la misión de la ONU para la vigilancia del terrorismo islámico, Edmund Fritgton-Brown , declaró a la cadena NBC que su equipo estaba convencido de que los talibanes estaban protegiendo en su territorio a Zawahiri y a los líderes de Al Qaida .
La inquietud se agranda por la evidencia de que la inteligencia norteamericana va a tener a partir de ahora muchos más problemas para saber qué pasa en el interior de Afganistán. Sorprende su garrafal desconocimiento de la ofensiva talibán, y de los pactos suscritos a lo largo de los últimos meses entre los fundamentalistas y las autoridades de las provincias para que se rindieran sin resistencia. Hace dos semanas, la inteligencia de Estados Unidos filtró a la prensa norteamericana que Kabul resistiría 90 días . Poco antes de la caída de Kabul, dijo que serían 30 días, cuando en realidad eran horas. Es difícil imaginar a la CIA mintiendo al presidente Biden a esa escala . Así que lo más sensato es pensar que ta nto la inteligencia como la Casa Blanca conocían lo que se venía encima, pero habían tomado la decisión de no evitarlo («era inevitable» dice ahora Biden). Nadie ha presentado excusas por la grosera manipulación de la opinión pública.