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La falta de soluciones políticas del Gobierno y la violencia de los jóvenes agravan la crisis en Hong Kong

La cerrazón del Gobierno, que no concede ni una de sus cinco demandas, radicaliza a los manifestantes

Un vecino se interpone entre la Policía y los jóvenes manifestantes, que atacaron a varios agentes que sacaron sus armas para defenderse Pablo M. Díez
Pablo M. Díez

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La cerrazón del Gobierno de Hong Kong, que no ofrece ninguna concesión tras dos meses y medio de protestas multitudinarias, y la radicalización de los manifestantes más jóvenes están sumiendo a la excolonia británica en una espiral de violencia que ya roza la tragedia. Anoche, una multitud atacó una furgoneta de Policía que se había descolgado de un convoy y sus agentes tuvieron que salir corriendo. Para frenar el avance de los jóvenes que les perseguían arrojándoles palos y barras de hierro, seis de ellos desenfundaron sus revólveres y apuntaron a la turbamulta y a los periodistas que los seguíamos. Uno de ellos incluso disparó al aire, «temiendo por su vida» como luego explicaron las autoridades, y varios resultaron heridos.

Este incidente fue el último de un fin de semana donde volvieron a estallar los enfrentamientos entre los manifestantes y los antidisturbios tras la tregua de los últimos días, que no ha servido para rebajar la tensión. Aunque la jefa ejecutiva del Gobierno local, Carrie Lam, ha ofrecido una «plataforma de diálogo», no cede ni a una de las cinco demandas de los manifestantes. Entre ellas figuran la retirada total de la ley de extradición a China, que ha sido suspendida pero no cancelada, y una comisión que investigue el uso de la fuerza policial, que consideran excesiva para los estándares del hasta ahora cívico Hong Kong. Además, reclaman el sobreseimiento de los cargos por «disturbios» contra los detenidos y relanzar el proceso democrático hacia el prometido sufragio universal.

«No perder la cara»

Lam insiste en que la ley de extradición «está muerta», pero su negativa a retirarla, seguramente para no «perder cara» ante sus superiores en Pekín, ha radicalizado las protestas. Iniciadas a principios de junio de forma pacífica, han derivado en una «guerrilla urbana» cada vez más agresiva contra los antidisturbios, que responden con «bombardeos» de gases lacrimógenos y ayer estrenaron un camión con cañón de agua.

«Con un régimen totalitario como el del Partido Comunista en China, Hong Kong nunca tendrá plena libertad», se quejaba Brian, un auditor de 30 años, que acudía a la manifestación en el distrito de Tsuen Wan, donde se libró una auténtica batalla campal. Además, partidarios del Gobierno y de China volvieron a atacar en esta zona a un grupo de manifestantes, lo que desató una oleada de vandalismo contra los comercios que se sospechaba les pertenecían o eran afines a Pekín.

«Tras la devolución a China en 1997, la situación era buena, pero poco a poco nos van recortando libertades, como la de expresión o reunión, y la gente tiene miedo a la Policía, que actúa al servicio de Pekín y no está aquí para protegernos, sino para oprimirnos», argumentaba Bill, maestro jubilado de 60 años. A su alrededor, los vecinos del barrio increpaban a los agentes y les llamaban «mafiosos» tras haber dispersado a los manifestantes.

O el Gobierno local ofrece una solución política, como la concesión de alguna demanda para negociar las otras, o habrá una tragedia, como sería el envío de tropas por parte de China.

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