«Estoy preparado para morir por la democracia»

Los «camisas rojas» desafían el ultimátum del Gobierno tailandés para abandonar su campamento en el centro de Bangkok, pero piden una tregua a cambio de parar los disturbios

«Estoy preparado para morir por la democracia»

«No tengo miedo. Estoy preparado para morir por la democracia». Agazapado tras una barricada de bambú, Ekapop, un «camisa roja» de 33 años, rechazaba desafiante el ultimátum dado por el Gobierno tailandés para abandonar el campamento levantado en pleno centro de Bangkok, que expiró ... hoy a las tres de la tarde (10 de la mañana, hora española).

Enfrentándose a una amenaza de dos años de cárcel, unas 5.000 personas permanecen en esta zona de tres kilómetros cuadrados para pedir la dimisión del primer ministro, Abhisit Vejjajiva, y la convocatoria de elecciones. A oscuras porque el suministro eléctrico ha sido cortado por el Ejército, los manifestantes esperan el asalto final de los militares, acantonados a poco más de cien metros con sus fusiles en ristre y parapetados tras sacos terreros junto a la estación de Ploenjit del tren elevado que atraviesa el centro urbano.

Cada día, Callum, un joven escocés que vive desde hace años en Bangkok, debe atravesar esta desierta «tierra de nadie» para llegar a su casa, ubicada en un «soi» (callejón) próximo a las manifestaciones que han paralizado la capital tailandesa. «La situación es cada vez peor y han llegado a disparar cohetes contra un hotel de lujo que ha sido desalojado y contra un avión que lanzaba pasquines para que se rindieran», explicó a ABC caminando lentamente y con las manos en alto para evitar que un francotirador le volara la cabeza, como a algunos de los 37 muertos y más de 250 heridos contabilizados desde el pasado jueves.

Con los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes propagándose por quinto día consecutivo por otras zonas cercanas, como el distrito financiero de Silom, uno de los cabecillas de los «camisas rojas», Nattawut Saikuar, telefoneó hoy a un ayudante del primer ministro para pedir una tregua. «Dijo que si los soldados dejan de disparar, los manifestantes volverán al campamento de Ratchaprasong. Si lo hace, no habrá más balas», prometió el negociador del Ejecutivo, Korbsak Sabhavasu.

A la espera de la respuesta definitiva de los acampados, está por ver si sus líderes pueden controlar a las bandas de jóvenes que están aprovechando las protestas políticas para entregarse al vandalismo callejero.

Aunque el Gobierno y la oposición mantienen contactos en la sombra para alcanzar una solución pacífica, la violencia podría desbordarse de nuevo después de hoy falleciera el general renegado Khattiya Sawasdipol, quien se había unido a los «camisas rojas» para dirigir su estrategia de batalla. Este prestigioso militar, que había cimentado su popularidad combatiendo a la insurgencia musulmana en el sur de Tailandia, se encontraba en coma tras haber sido disparado en la cabeza por un francotirador mientras se entrevistaba con periodistas extranjeros.

Para cortar la financiación de las manifestaciones, el Gobierno ha congelado los fondos de 13 grandes compañías y 106 empresarios vinculados al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en septiembre de 2006 por un golpe militar incruento y en el exilio para evitar ir a la cárcel por una condena por corrupción.

Sus seguidores, en su mayoría campesinos procedentes de las pobres zonas rurales del norte y noreste a los que se ganó dándoles atención médica gratuita y préstamos a bajo interés, reclaman su vuelta a Tailandia y acusan al Gobierno de arrebatarle el poder con el apoyo del Ejército, las élites urbanas y los jueces. No en vano, el Tribunal Supremo disolvió dos Ejecutivos apoyados por Thaksin que habían sido elegidos democráticamente, por lo que ahora demandan nuevos comicios.

Aunque el primer ministro se comprometió la semana pasada a adelantar las elecciones al próximo 14 de noviembre, el acuerdo se rompió cuando los «camisas rojas» exigieron juzgar a los responsables de la represión militar, que se ha cobrado 66 muertos y 1.700 heridos desde que las protestas estallaran hace dos meses y arruinaran la imagen de este turístico país del Sureste Asiático.

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