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Diez años de cárcel para la «instagramer» iraní famosa por publicar fotos como una Angelina Jolie «zombie»

La joven, conocida como Sahar Tabar y nacida en 2001 en Teherán, ha sido acusada de «corromper a los jóvenes» y de «falta de respeto por la República Islámica»

La joven, conocida como Sahar Tabar, ha sido condenada a diez años de cárcel
Silvia Nieto

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Cuando sus fotografías comenzaron a reproducirse por las redes sociales, muchos se llevaron las manos a la cabeza. ¿Quién era aquella joven, esa chica desconocida que había trastornado su cuerpo hasta el punto de convertirlo, con una distorsión macabra, en una copia terrorífica del de Angelina Jolie , la famosa actriz estadounidense? Una breve indagación, apenas la búsqueda de su nombre, permitía encontrar la respuesta. La muchacha se llamaba Fatemeh Khishvand , era conocida como Sahar Tabar y se trataba de poco más que una adolescente nacida en Teherán en 2001, una iraní que utilizaba el maquillaje -y no la cirugía estética, como se llegó a afirmar- para someter su rostro a esa provocadora transformación, que no tardó en despertar los recelos del régimen de los Ayatolás. Como se supo ayer, Tabar ha sido condenada a diez años de cárcel , acusada de «corromper a los jóvenes» y de «falta de respeto por la República Islámica», según detalla el diario británico «The Guardian».

«Diez años de cárcel para la "instagramer" iraní que utilizó el maquillaje y Photoshop para convertirse en una Angelina Jolie "zombie"», lamentaba ayer Masih Alinejad , una conocida activista iraní comprometida con la causa de las mujeres y los padecimientos que sufren en la República Islámica. «Su broma la ha llevado a prisión. Su madre llora cada día para que liberen a su hija inocente. ¡Querida Angelina Jolie! Necesitamos tu voz aquí. Ayúdanos», pedía Alinejad, a través de un mensaje publicado en Twitter.

La detención de Tabar, que llegó a reunir a miles de seguidores en su página de Instagram, se produjo hace apenas un año, cuando las autoridades decidieron terminar con sus actividades y la condujeron a la cárcel de Shahr-e Rey , a las afueras de Teherán, un lugar acompañado por la fama sombría de los malos tratos que reciben sus reclusas. En abril, su caso volvió a la prensa, pues se supo que se había contagiado de Covid-19.

Con la pandemia, que golpeó con fuerza a Irán desde el principio de la primera ola, organizaciones defensoras de los derechos humanos -Amnistía Internacional (AI), por ejemplo- alertaron sobre los peligros a los que se enfrentaban los reos iraníes . En las cárceles, donde abundan los castigados por actividades políticas, como en cualquier sistema autoritario, la transmisión veloz del virus es un riesgo constante. De hecho, el régimen aprobó en marzo la liberación temporal de unos 85.000 presos , con el objetivo de mejorar la situación sanitaria en los centros penitenciarios.

Sistema represivo

El caso de la «instagamer» Tabar no solo sirve para recordar la represión que practica el régimen iraní contra cualquier atisbo de disidencia -hoy ha sido ahorcado el periodista Ruholá Zam , acusado de instigar las protestas de 2017-, sino también el acoso particular al que se enfrentan las mujeres, a menudo objeto de odio si se atreven a romper con el molde, con frecuencia claustrofóbico, que la República Islámica ha reservado para ellas.

A través de sus publicaciones, AI suele denunciar ese estado de amenaza constante, como prueba el caso de Nasrin Sotoudeh (Teherán, 1963). Célebre por defender los derechos de las niñas, la abogada fue condenada a 38 años de cárcel y 148 latigazos en 2019. Hace unos meses, empezó una huelga de hambre. Gracias a la presión internacional -su rostro es conocido, pues participó en « Taxi Teherán » (2015), la aplaudida película del director Jafar Panahi -, fue liberada de manera temporal a principios de noviembre.

«Las mujeres continuaron sufriendo discriminación arraigada en la legislación penal y de familia , especialmente en relación con el matrimonio, el divorcio, el empleo, la herencia y el desempeño de cargos políticos», denunciaba AI en 2019, en su informe sobre el estado de los derechos humanos en Irán. La violencia de género no está castigada en la República Islámica, y cuestionar el uso del velo, que es obligatorio, parece un pasaporte seguro en el viaje a las entrañas represivas del régimen.

Junto a Tabar o Sotoudeh, una larga lista de mujeres y activistas represaliadas luchan por sobrevivir tras haberse atrevido a protestar o transgredir el orden establecido después de la Revolución del 79.

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