«La UE prefirió la estabilidad de las dictaduras árabes»
Bruselas hace autocrítica y propone una nueva relación con la ribera sur del Mediterráneo basada en reformas democráticas
ENRIQUE SERBETO
El comisario Füle ha sido el primero en referirse abiertamente a los errores de una política europea basada en las relaciones con dictadores a cambio de una supuesta estabilidad. «Hasta ahora —dice— no nos habíamos centrado suficientemente en el apoyo a las fuerzas democráticas, pensábamos ... que la estabilidad era el valor principal, aunque para ello tuviéramos que trabajar con regímenes autoritarios. Las revueltas democráticas en el mundo árabe demuestran que puede haber estabilidad y democracia».
— ¿Cómo se traducirá eso en el futuro?
—Debemos reforzar los mecanismos de cooperación allí donde se respeten mínimos valores en la dignidad de las personas, el pluralismo, la celebración de elecciones libres. Hay que buscar la manera de poner nuestro dinero y esfuerzo donde se producen esas transformaciones democráticas y revisarla allí donde no se respetan los valores comunes.
—¿Quiere decir que se trata de animar a que haya levantamientos en otros países?
—Esto no es para estimular más revoluciones, es para ayudar a que esas revoluciones que se están produciendo no acaben siendo robadas por los extremistas y una de las vías es precisamente ser serios con nuestras ofertas y nuestros compromisos.
—¿Eso incluye ayuda financiera?
—Naturalmente que necesitan apoyo financiero. No se puede olvidar que el origen de la revolución en Túnez ha sido el descontento económico. La UE está cambiando su retórica, lo cual es bueno, pero eso debe ser seguido por acciones concretas. También debemos ayudar en el desarrollo agrícola, porque la volatilidad de los precios de los alimentos también ha sido causa de revueltas.
—Bajo estas nuevas coordenadas, ¿cual es el mensaje para países clave como Marruecos?
—En Marruecos hemos dicho que nadie es inmune a estos procesos de cambio, que las reformas hechas desde arriba están bien, pero es necesario que sean compatibles con las expectativas democráticas de los ciudadanos.
—Cree que es posible este cambio de la UE bajo una gestión tan criticada como la de Catherine Ashton?
—El papel de la Alta Representante nos proporciona una oportunidad de dar coherencia a la política exterior europea, y su paulatino fortalecimiento podrá dar la impresión de que la actitud de la UE es más predecible.
—No cree que lo que se ha hecho hasta ahora, el proceso de Barcelona, la Unión Por el Mediterráneo, ha sido un fracaso.
—Esos procesos establecieron el mismo horizonte que ahora: el desarrollo sociopolítico de la orilla sur del Mediterráneo. El problema es que probablemente no hemos sido eficientes en la promoción de nuestra agenda y hay que tener en cuenta que hay otros que están promoviendo al mismo tiempo otros modelos distintos al nuestro.
—¿China?
—La idea no es referirse a uno u otro país, sino tener claro que si no logramos promover nuestros valores en nuestro vecindario inmediato, nos podemos encontrar en minoría en el mundo. Eso es a lo que yo creo que se refería el presidente Barroso cuando habló de que estamos en un encuentro ante la historia.
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