Desayuno de oración, un «Davos espiritual»
Pese a la polémica en España, la invitación a Zapatero para que acuda esta cita religiosa es una deferencia de Obama, quien ya participó en la Oración poco después de su toma de posesión. En EE.UU. la religión no es un tabú político y la espiritualidad es parte de la vida cotidiana nacional
¿Se imaginan que cualquier ocupante de la Moncloa terminase un discurso a toda la nación diciendo algo así como que «Dios bendiga a España»? ¿O que las Cortes arrancasen cada una de las sesiones parlamentarias con la bendición de un capellán rotativo entre diferentes credos? ¿O que las citas de la Biblia formasen parte de los alardes retóricos de un ganador candidato a la presidencia más bien de izquierdas? ¿O que durante el descanso de la final más reñida de la Liga apareciese un anuncio contra el aborto protagonizado por un famoso jugador de fútbol y su madre?
En EE.UU., pese a su separación constitucional entre religión y gobierno, no hay que imaginar tales escenas. Ya que, desde las observaciones decimonónicas de Tocqueville sobre la democracia americana, forman parte de la realidad de un país que en su vida pública no evita hablar de Dios («In God we trust»), donde la religión no es un tabú político y la espiritualidad es parte del debate nacional, empezando por Oprah y terminando en los aspirantes a la Casa Blanca. Hasta el punto de generar eventos nada excepcionales como el Desayuno Nacional de Oración, que contará con José Luis Rodríguez Zapatero junto a Obama.
La cita en Washington se celebra el primer jueves de cada mes de febrero y cuenta con la participación habitual de todos los ocupantes de la Casa Blanca —demócratas o republicanos— desde los tiempos de Eisenhower. De hecho, el desayuno es la parte más visible de una semana de actos y reuniones de esta especie de foro de Davos espiritual con el objetivo de fomentar que «hombres y mujeres de todo el mundo reconozcan sus privilegios y responsabilidades ante Dios».
Pese a la polémica en España, la invitación al presidente del Gobierno es una deferencia de Obama, quien ya participó en el desayuno pocas semanas después de su toma de posesión. El presidente aprovechó la ocasión para explicar cómo había encontrado su fe cristiana trabajando como activista en el «south side» de Chicago. Testimonio en línea con el papel prominente de las creencias religiosas en la experiencia de los negros de Estados Unidos.
Obama también expresó su preocupación por el uso de la fe religiosa «como herramienta de división y excusa para el prejuicio y la intolerancia». Además de anunciar su intención de mantener dentro de la Casa Blanca la oficina especial creada por Bush para fomentar proyectos religiosos con fines humanitarios. Y de citar a San Agustín: «Reza como si todo dependiese de Dios. Trabaja como si todo dependiese de ti».
La cita de este año, con dos horas aproximadas de duración, arrancará a las 7:30 de la mañana dentro del gigantesco salón de baile del hotel Hilton. Las cadenas de televisión suelen poner en directo el discurso del ocupante de la Casa Blanca. Aunque también existe la posibilidad de seguir el programa a través de internet (Eventbuilder.com) pero pagando cinco dólares (unos tres euros y medio). Antes de empezar, Zapatero, Obama y una docena de «vips» tendrán un encuentro reservado. Cuando se instalen en el podio ante casi 3.500 invitados de más de 180 países, del presidente del Gobierno español se espera una intervención de cinco minutos, que puede repartir entre la requerida lectura de un pasaje de la Biblia y un comentario.
Como anfitriones del Desayuno Nacional de Oración figuran sendos comités compuestos a título privado por miembros de la Cámara de Representantes y del Senado de Estados Unidos. Pero realmente, de acuerdo a la obligatoria información suministrada al Fisco americano, los gastos y la organización corren a cargo de un influyente grupo cristiano conocido como «La Hermandad» («The Fellowship») o «La Familia».
Este sofisticado pero extremadamente discreto «lobby» religioso en Washington opera como una entidad sin ánimo de lucro, con el proclamado objetivo de fomentar la reflexión religiosa y poner en contacto a líderes políticos, sociales y empresariales de todo el mundo. En una de las pocas entrevistas que ha concedido, Douglas Coe, líder desde 1969 de «La Hermandad». justificó el bajo perfil de sus operaciones argumentado que «si uno quiere ayudar de verdad a la gente, Jesús dijo que no se hiciera caridad en público».
Según el septuagenario Coe, la ambición de su grupo es crear una «familia de amigos» que proclamen la fe de Jesucristo entre las más altas esferas del poder, dentro y fuera de EE.UU. Con la esperanza de que, si se llegase a cambiar los corazones de los líderes, su solidaridad fluiría de forma natural hacia los oprimidos, pobres y marginados. En el historial de esta entidad figuran desde esfuerzos de propaganda anticomunista en la Guerra Fría a un llamamiento a la oración para hacer realidad los acuerdos de Camp David de 1978, pasando por la mediación diplomática en conflictos de África.
Junto a la sede del Capitolio en Washington, «La Hermandad» opera en el interior de una amplia casa de ladrillo rojo (situada en el 113 de la calle C South-East) una especie de residencia y centro para retiros espirituales dedicado específicamente a legisladores de Estados Unidos. Aunque esa casa se ha hecho más famosa de la cuenta después de tres políticos republicanos que la frecuentaban se vieran implicados durante este año en sonados escándalos de adulterio: Mark Sanford, gobernador de Carolina del Sur; John Ensign, senador por Nevada; y Chip Pickering, ex diputado por Mississippi.
Los defensores de «La Hermandad», que también ayudan a organizar desayunos de oración semanales para miembros de ambas Cámaras, insisten en que resulta terriblemente injusto empezar a juzgar por esos escándalos en cadena a todo el influyente grupo de Douglas Coe, designado por la revista «Time» como uno de los 25 principales líderes de las iglesias evangélicas en Estados Unidos. Como se preguntaba recientemente Jim Slattery, un simpatizante político por Kansas, «¿por qué será que la gente se queda como maravillada ante la noción de que los miembros del Congreso también rezan?».
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