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Pedro Rodríguez - DE LEJOS

«The Crown»

En la locura tribal del Brexit ha llegado la hora de escuchar la sensatez institucional de Isabel II

Pedro Rodríguez

Ya sin metáforas, clichés o análisis para explicar la locura tribal del Brexit, la primera ministra Theresa May ha recurrido con dramatismo a la opción de negociar directamente con Jeremy Corbyn, el líder de la oposición laborista. Hasta ahora, el debate del monotema que consume la política de Gran Bretaña desde hace tres años ha discurrido en las antípodas de la lealtad institucional y la corresponsabilidad política.

La «constructiva» cumbre May-Corbyn corre el riesgo de resultar como el apareamiento de osos panda: mucha expectación y ningún resultado. Aunque esta desesperada búsqueda de consenso político resulta mucho más esperanzadora que todo lo experimentado hasta ahora en Westminster: partidismo, electoralismo, oportunismo y empecinamiento en anteponer intereses muy individuales sobre generales.

El pasado enero, la reina Isabel II ofreció un elegante consejo sin salirse de su obligación constitucional de trascender batallas políticas: «Mientras buscamos nuevas respuestas en la era moderna, yo por mi parte prefiero las recetas probadas y comprobadas, como hablar bien de los demás y respetar los diferentes puntos de vista; reunirnos para buscar el terreno común; y nunca perder de vista el panorama general. Para mí, estos enfoques son atemporales y los recomiendo a todos».

Criticada incluso por haber ofrecido esa genérica medida de sensatez institucional, Isabel II a sus 92 años no habla por hablar. Especialmente cuando se ha llegado a especular con implicarla en la suspensión táctica (prorogue) de un Parlamento tan rebelde como incapaz de encontrar la puerta de salida para consumar el Brexit. Como prueba de su responsabilidad, nadie ha podido encasillar a la reina en las trincheras de esta pesadilla. Algunos vieron un sombrero azul con flores amarillas como un guiño pro-europeo. Mientras un tabloide se columpió publicando el supuesto respaldo de la monarca al Brexit.

Para saber qué piensa la reina no hace falta recurrir a la pseudociencia de analizar su vestuario ni al troleo. La gran lección de su longevo reinado no es otra que anteponer las instituciones a los intereses particulares.

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