Corea del Norte se enroca en su desafío al mundo con un segundo ensayo nuclear

Corea del Norte hizo ayer gala de su pertenencia al único club «selecto» del que forma parte: el de las potencias nucleares. A las 09.54 horas de la mañana (02.54 de la madrugada, hora española), el régimen pilotado por Kim Jong-il efectuó ... su segundo ensayo nuclear al detonar una bomba subterránea a unos 80 kilómetros de Kilju, una ciudad situada al norte de este hermético país donde ya se llevó a cabo una primera prueba atómica en octubre de 2006.

Poco después, Pyongyang lanzó tres misiles de corto alcance que pusieron en estado de máxima alerta a las tropas de la vecina Corea del Sur, con la que permanece técnicamente en guerra desde hace más de medio siglo.

El régimen estalinista de Kim Jong-il, el Estado más aislado del mundo y la última frontera que queda de la Guerra Fría, confirmó la explosión de un artefacto nuclear que, según el Ministerio de Defensa ruso, podría tener entre 10 y 20 kilotones, similar a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. La explosión fue equivalente a un temblor de entre 4,5 y 4,7 grados en la escala Richter, detectado ayer por varias agencias sismológicas mundiales.

«Medida disuasoria»

Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, criticaba que «las armas nucleares norcoreanas y sus misiles balísticos son una amenaza para la paz y la seguridad internacionales», el régimen del «Querido Líder» Kim Jong-il se ufanaba por «haber llevado a cabo con éxito un nuevo ensayo nuclear como medida disuasoria». Además, la agencia de noticias Korean Central News aseguraba que «los resultados de la prueba nuclear realizada han alcanzado unos niveles explosivos y tecnológicos superiores», en comparación con el primer ensayo, llevado a cabo el 9 de octubre de 2006.

Como en aquella ocasión, Pyongyang pretende con esta «diplomacia atómica» presionar a la Casa Blanca para retomar las conversaciones a seis bandas de Pekín sobre su desarme nuclear, rotas en la actualidad. Con esta demostración de fuerza, Kim Jong-il quiere obligar al enviado especial de Estados Unidos, Stephen Bosworth, a mantener un «diálogo bilateral» como paso previo al desarme.

En febrero de 2007, y tras desbloquear las negociaciones con su primer ensayo, Pyongyang renunció a su programa atómico a cambio de un millón de toneladas de petróleo, ayuda humanitaria y reconocimiento diplomático.

Aunque el año pasado comenzó a desmantelar su reactor de Yongbyon, el régimen de Kim Jong-il, incluido y luego sacado del «Eje del Mal» por la Casa Blanca, ha rechazado el acuerdo y reiniciado su producción de plutonio y el enriquecimiento de uranio. Para ello, argumenta los problemas con Washington sobre la verificación del desarme y el endurecimiento del nuevo Gobierno conservador de Seúl.

Relación con Corea del Sur

Debido al enfriamiento de las relaciones con la vecina Corea del Sur, que exige avances en materia de derechos humanos a cambio de ayuda, Pyongyang se ha enrocado en una escalada militar que le ha llevado a amenazar con el cierre del polígono industrial que ambos países gestionaban en la frontera, y a disparar en abril pasado un misil de largo alcance. Además, desde el 17 de marzo mantiene presas a dos periodistas estadounidenses de origen asiático que van a ser juzgadas por, presuntamente, entrar de «forma ilegal» en el país.

Haciendo oídos sordos a las condenas y sanciones internacionales auspiciadas por Naciones Unidas, Kim Jong-il sigue adelante con sus provocaciones mientras hace frente a los rumores sobre su estado de salud, supuestamente muy debilitado tras sufrir en agosto un infarto cerebral que le obligó a restringir sus contadas apariciones en público. Mientras los analistas internacionales hacen cábalas, casi siempre muy arriesgadas, sobre su sucesión, el «Querido Líder» vuelve aún más temibles las amenazas de Corea del Norte, que ya es capaz de disparar misiles de largo alcance y que podría ensamblar entre seis y ocho cabeza nucleares.

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