Los colaboradores afganos que España dejó en el 'emirato'

Más de 800 personas se quedaron en tierra tras la caótica evacuación y viven aterrorizados bajo el régimen talibán a la espera de una llamada salvadora que no llega

La familia de Mohamed Sadiq Atif, uno de los colaboradores afganos de España Mikel Ayestaran/ Atlas

«Nos piden calma, pero no es fácil tener calma con los talibanes en las calles, hemos recibido amenazas de muerte y tenemos que irnos lo antes posible», suplica Mohamed Sadiq Atif mientras muestra el último mensaje enviado por las autoridades españolas a su ... teléfono móvil. Es uno de los cientos de afganos que colaboraron con España y que se quedaron en tierra tras la caótica evacuación que las fuerzas internacionales pusieron en marcha tras la toma de Kabul por parte de los islamistas. La comunicación es siempre por WhatsApp o correo electrónico y el último mensaje es del 26 de agosto , día en el que se produjo la brutal explosión en la puerta de Abbey del aeropuerto internacional. Al menos 183 personas murieron tras este atentado suicida del brazo local del grupo yihadista Daesh (Estado Islámico). «Desde entonces nada, seguimos a la espera de una llamada salvadora, espero que no se hayan olvidado de nosotros », lamenta este profesional del sector agrícola de Qala-i-Nao, que trabajó de 2009 a 2013 con la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID) en la provincia de Badghis, la que fuera 'provincia española'.

Tras la llegada de los islamistas a Qala-i-Nao, Mohamed, sus dos mujeres y sus nueve hijos viajaron hasta Kabul lo más rápido que pudieron. Sus nombres figuraban en las listas de evacuación, pero nunca superaron los controles. «Pasamos tres noches en el aeropuerto, hasta que decidimos irnos de allí porque era muy peligroso», recuerda Mohamed, que ahora vive con toda la familia en un pequeño apartamento del centro de Kabul. La mayor parte de familias que colaboraron con España y huyeron con él de Badghis también se quedaron en tierra y ahora, cansadas de esperar la llamada, han decidido volver a Herat , al oeste del país.

Aún quedan 150 familias

«Hasta el momento han salido 36 familias de trabajadores de AECID, aproximadamente unas 175 personas, pero quedan 150 familias en Afganistán, unas 800 personas. Nuestro objetivo es conseguir que salgan de allí lo antes posible y el ministro de Exteriores, José Manuel Albares , se ha comprometido a que esto sea así», comenta Ignacio Álvaro, un antiguo trabajador de AECID en Qala-i-Nao y Kabul, que junto a otros excompañeros está tratando de ayudar a quienes fueron sus colaboradores sobre el terreno. Las Fuerzas Armadas españolas lograron evacuar a 1.900 cooperantes afganos y familiares, de España y de otros países, de la Unión Europea, de la ONU, de la OTAN y el personal de la embajada española en Kabul. Un gran esfuerzo en tan poco tiempo, pero insuficiente, como le ha ocurrido al resto de países.

«No van a perdonar a quienes trabajamos con sus enemigos»

Mohamed no puede volver a Qala-i-Nao «porque nuestra vida corre peligro. Los talibanes nos llamaron para pedirnos que volviéramos, pero no se puede confiar en ellos, no van a perdonar a quienes trabajamos con sus enemigos». Su delito fue colaborar en la formación de agricultores, dar clases en escuelas, apoyar programas para l a integración de la mujer en el mundo laboral … «El trabajo humanitario de España fue un éxito, pero en apenas unos días todo ha quedado destruido, las escuelas cerradas y las mujeres vuelven a estar encerradas en casa», comenta con impotencia. Sus hijos le rodean, apenas salen del cuarto en el que viven y juegan en un pequeño patio cubierto de hojas de parra. Tienen miedo de salir, de cruzarse con talibanes, de que alguien les reconozca y les delate . Están aterrorizados.

«Escondidos» en un piso de alquiler

En otra zona de Kabul, alejada del centro, el doctor Mohamed Zahir , su esposa y sus dos hijos comparten el mismo terror que la familia de Mohamed. Este médico de cuarenta años trabajó con la AECID de 2006 a 2009 como supervisor de hospitales y otros proyectos de salud. Fueron siete años de intenso trabajo en toda la provincia de Badghis en los que «llegamos a poner en marcha siete clínicas», recuerda con nostalgia. Cuando llegó el Emirato no dudó en solicitar la evacuación, vendió su piso en Kabul y se fue al aeropuerto, pero desde el primer momento «me llamó la atención que la mayor parte de trabajadores de la AECID nunca se subían a los aviones».

«No puedes confiar en su palabra»

Piensa que España está trabajando para resolver la situación lo antes posible y sueña con seguir trabajando como médico, pero hasta que llegue ese momento «estamos escondidos en un piso de alquiler, salimos lo imprescindible de casa porque no te puedes fiar de los talibanes, yo les conozco bien porque acabé mis estudios durante el primer 'emirato'. No puedes confiar en su palabra».

En su caso, el último mensaje de las autoridades de España lo recibió un poco antes del atentado en el aeropuerto. «Me pedían calma y decían que estaban haciendo todo lo posible para evacuarnos. Yo creo en su palabra, pero pasan las semanas y seguimos aquí, bajo el control de los talibanes. Así es difícil tener calma, ¿por qué no hacen algo ya?», se pregunta sin poder ocultar los nervios.

El aeropuerto de Kabul ha retomado la actividad y los talibanes permitieron la salida del primer vuelo internacional que opera desde la retirada de Estados Unidos. Alrededor de 200 personas, entre ellas ciudadanos estadounidenses, fueron autorizadas a salir de Afganistán en este vuelo con destino a Doha. «Hemos oído lo del vuelo de Q atar Airways , pero allí solo van americanos, no tenemos mucha esperanza en esa vía», responde el doctor Zahir cuando se le comenta esta nueva puerta que se abre para abandonar el país.

Estos afganos fueron una parte clave del trabajo desarrollado por España en este país durante aquellos años en los que se mantenía la ficción de que un Afganistán democrático podía salir adelante. Esa ficción se esfumó en cuanto los talibanes reinstauraron el 'emirato', pero quedan miles y miles de colaboradores pendientes de una llamada salvadora. Entre ellos están estas 150 familias de empleados de la AECID, la auténtica columna vertebral del trabajo humanitario. Ahora son ellos quienes necesitan ayuda porque viven bajo amenaza, y necesitan esa ayuda ya mismo.

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