Los chinos pierden el miedo a protestar
Tras detener un proyecto industrial en Ningbo con manifestaciones masivas, la clase media china es cada vez más consciente de sus derechos sociales, pero no políticos
pablo m. díez
Después de tres décadas de extraordinarios cambios económicos y sociales, en China se ha formado una populosa clase media que cada vez tiene menos miedo a echarse a la calle para protestar y demandar sus derechos. De momento, se trata de reclamar derechos sociales ... más que políticos , pero su mera reivindicación ya supone todo un reto para el autoritario régimen de Pekín.
Eso es lo que ha ocurrido durante el pasado fin de semana en Ningbo, una próspera ciudad costera situada en la industrializada provincia de Zhejiang que se ha convertido en el escenario de multitudinarias movilizaciones ciudadanas. Según informan las agencias internacionales, miles de personas se han manifestado frente a la sede del Gobierno local , pero no para derrocar al régimen ni para reclamar un giro político, sino para detener la ampliación de una planta petroquímica por miedo a la contaminación.
La protesta comenzó hace varios días en el distrito de Zhenhai, donde se ubica dicha factoría subsidiaria de la potente petrolera estatal Sinopec , pero el sábado se extendió al centro de Ningbo, una moderna ciudad de 7,5 millones de habitantes y cuyo puerto es el sexto del mundo con mayor tráfico de mercancías. Coreando proclamas, cantando el himno nacional y luciendo la bandera china, los manifestantes marcharon por las calles y protagonizaron varias sentadas para interrumpir el tráfico , llegando en ocasiones a enfrentarse a los agentes antidisturbios, que dispararon gases lacrimógenos para dispersar a la multitud y efectuaron varias detenciones.
Igual de masivas, las manifestaciones volvieron a repetirse el domingo ante la atónita mirada de los vecinos de Ningbo y la creciente preocupación de las autoridades locales, que estos días intentan hacer méritos de cara al relevo en la cúpula del régimen que tendrá lugar en noviembre durante el trascendental XVIII Congreso del Partido Comunista.
Con la vista puesta en dicho cónclave, que aupará a Xi Jinping como sucesor del presidente Hu Jintao, y el eterno mantra de la estabilidad social por bandera, el Gobierno local anunció el domingo por la noche en su página web que suspendía la ampliación de la planta petroquímica . Además, y debido a las quejas ciudadanas por sus efectos sobre la salud, la actual refinería será cerrada mientras se analizan sus emisiones contaminantes. Según la agencia estatal de noticias Xinhua, el contestado proyecto consistía en aumentar la capacidad de la fábrica para producir cada año 15 millones de toneladas de petróleo refinado y 1,2 millones de toneladas de etileno.
A pesar de la promesa oficial, cientos de manifestantes han vuelto a plantarse este lunes ante la sede del Gobierno central al desconfiar de las autoridades , ya que sospechan que continuarán adelante con sus planes cuando pase el Congreso del Partido y la presión social sea menor.
Cierto o no, este tipo de protestas ciudadanas demuestra el creciente poder de movilización de la sociedad china a través de mensajes de móvil o convocatorias por las redes sociales de internet . Un fenómeno que el régimen de Pekín intenta atajar mediante la censura, que ha bloqueado términos como «Zhenhai» en el popular portal de microblogs Weibo, una copia en mandarín del prohibido Twitter .
Precisamente, hace ahora un año empezaron en Wukan , en la provincia sureña de Cantón (Guangdong), unas sonadas manifestaciones contra la expropiación ilegal de terrenos que, al cabo de varios meses, acabaron con la destitución de las autoridades locales y la celebración de elecciones. Permitidas por el Gobierno central, dichas protestas suponen todo un ejemplo de la fuerza que puede llegar a tener una sociedad cada vez mejor informada y consciente de sus derechos. Una auténtica bomba de relojería para el autoritario régimen chino porque se calcula que cada año hay unas 180.000 manifestaciones por todo el país .
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