China endurece la represión para impedir protestas a lo árabe
Prohibiendo grabar y hacer entrevistas, el régimen amenaza con retirar el visado a los corresponsales extranjeros que cubran las manifestaciones convocadas el domingo por internet
PABLO M. DÍEZ
Mañana empieza en Pekín la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular , el Parlamento orgánico del autoritario régimen chino. Esta cita, la más importante en el calendario político del país, ha obligado a redoblar la vigilancia y la seguridad para impedir que se ... produzcan manifestaciones o altercados.
El temor del Gobierno no es en balde porque desde hace dos semanas se vienen organizando en internet concentraciones de protesta que, inspiradas en la revueltas que sacuden al mundo árabe, persiguen hacer estallar una «Revolución del Jazmín» en China. Con la censura que impera en el ciberespacio y bloquea aquellas páginas web con contenidos sensibles, la asistencia a dichas movilizaciones ha sido ínfima. Aunque los precios se están disparando y la corrupción lastra la imagen del Partido Comunista, la economía sigue creciendo a velocidad de crucero. Seducidos por el progreso y narcotizados por la propaganda, es improbable que los chinos salgan en masa a levantarse contra el Gobierno porque la mejora del nivel de vida es evidente. Convocadas en los puntos más céntricos y frecuentados de las grandes ciudades, las protestas han congregado hasta ahora a más policías y periodistas extranjeros que manifestantes, lo que ha provocado varios incidentes.
El domingo pasado, los agentes despejaron por las bravas el punto fijado para la protesta en Pekín: la peatonal calle comercial Wangfujing, cerca de Ciudad Prohibida y la plaza de Tiananmen , donde el Ejército masacró en 1989 a cientos de estudiantes que pedían reformas democráticas. Impidiendo grabar a los cámaras e incluso zarandeando a los corresponsales, algunos de los cuales fueron agredidos, la Policía hizo un desproporcionado alarde de fuerza ante la mirada atónita de los viandantes que paseaban por allí, la mayoría de los cuales desconocían la convocatoria de una protesta.
La peor agresión contra la prensa desde 2008
Debido a la gravedad de los enfrentamientos, la polémica se ha alargado durante toda la semana y la supuesta «Revolución del Jazmín» se han convertido en la «Revuelta de los Micrófonos». En un comunicado, el Club de Corresponsales en China ha denunciado que al menos 15 medios «sufrieron serias interferencias» y otros cinco vieron sus equipos confiscados o dañados y su material destruido.
«Se trata de la peor agresión que hemos visto contra la Prensa extranjera desde los Juegos Olímpicos de 2008. Una respuesta con tanta mano dura desacredita al Partido Comunista de China y revela su miedo a la oposición popular», criticó en otra declaración el coordinador para Asia del Comité para la Protección de Periodistas, Bob Dietz.
Tanto la Unión Europea como Estados Unidos han condenado el acoso a los medios, que amenaza con derivar en un incidente diplomático. Lejos de pedir disculpas por impedir con violencia el trabajo de los corresponsales extranjeros, el régimen chino ha llamado esta semana a capítulo a los periodistas y cámaras identificados el domingo pasado en Pekín y Shanghái, entre ellos varios españoles.
Grabados mientras eran interrogados por un oficial del Buró de Seguridad Pública y un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, los corresponsales han sido advertidos de las consecuencias que sufrirán si vuelven este domingo a los lugares señalados para nuevas protestas en 35 ciudades chinas . Por el mero hecho de hacer su trabajo como informadores, algunos incluso han sido acusados de «intentar hacer estallar una revolución en China, quebrantar la armonía y crear problemas». Amparándose en que dichas manifestaciones son ilegales, el régimen ha amenazado a los periodistas con retirarles su tarjeta de Prensa y su visado si insisten en cubrirlas de nuevo.
A merced de la arbitrariedad judicial
Además, ha prohibido que se grabe y hagan entrevistas en la zona comercial de Wangfujing y en la Plaza del Pueblo de Shanghái – otro punto indicado para las protestas – sin autorización previa. Una decisión que coloca a ambos lugares al mismo nivel que el Tíbet, vetado para la Prensa. Como no está demasiado claro quien debe conceder tal permiso, la medida ha enervado a los medios extranjeros acreditados en China porque los deja en un limbo jurídico y a merced de la arbitrariedad de la Policía.
«Algunos periodistas están ansiosos por lograr la fama y tratan de crear problemas para China. La ley no puede proteger a gente así», criticó la portavoz de Exteriores, Jiang Yu, en su comparecencia de los jueves, más tensa de lo habitual y cargada de reproches a los medios.
Ante el temor de que las revueltas en los países musulmanes se contagien a China, el régimen está intentando desactivar a toda costa cualquier conato de protesta. Para ello, ha incrementado la censura sobre internet y detenido o confinado bajo arresto domiciliario a numerosos disidentes. Para que nada enturbie la «sociedad armoniosa» que propugna el presidente Hu Jintao, el siguiente paso es impedir la presencia de los corresponsales extranjeros en los lugares fijados para las protestas, que son totalmente desconocidas para la mayoría de los chinos. Este domingo se verá si las amenazas surten efecto o no.
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