China usa el Covid-19 para pasarse de la raya en sus fronteras exteriores
Mientras otros países combaten la pandemia, Pekín impulsa peligrosamente su expansión por zonas en disputa con la India, Japón y el Mar del Sur de China
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Iniciar sesiónProvocada por los excesos del capitalismo, la crisis financiera global de 2008 aceleró el declive de Occidente y el auge de China en este siglo XXI cada vez más inclinado hacia Oriente. Ahora, otra catástrofe que afecta a todo el planeta, como es la ... pandemia del coronavirus, no solo ha reventado la globalización, sino que podría traer un nuevo «orden mundial» donde el autoritario régimen de Pekín aspira a salir más fortalecido.
Propagada desde su epicentro en Wuhan, la enfermedad Covid-19 ha quebrado la confianza en China como un socio fiable de la comunidad internacional por intentar ocultarla al principio y por las dudas sobre sus cifras oficiales. Ante el mundo bipolar que se vislumbra y la nueva «Guerra Fría» con Estados Unidos, Pekín se ha anticipado y está aprovechando la debilidad de otros países por el coronavirus para cambiar su discurso de «auge pacífico» por acciones cada vez más expansivas y agresivas.
Solo así se explica la salvaje pelea del pasado día 15 en una zona en disputa de la frontera con la India, que dejó decenas de muertos por primera vez en 45 años. Tras varias semanas de tensión en el valle de Galwan , justo en la frontera entre la región india de Ladakh y la china de Aksai Chin, sus soldados acabaron enfrentándose a puñetazos, palos y pedradas. No hubo tiros porque, en 1996, ambos países se comprometieron a no abrir fuego en dos kilómetros alrededor de la llamada Línea de Control Real para evitar otra guerra como la que libraron en 1962. Pero ni siquiera este protocolo de seguridad impidió la muerte de 20 militares indios , entre ellos un coronel. Con su hermetismo habitual, el régimen chino no ha comunicado sus bajas, que se calculan entre 12 y 40, en teoría «para no establecer comparaciones y enfriar los ánimos». Siguiendo los dictados de la censura, los medios chinos le han quitado hierro a la noticia, que ni siquiera apareció al día siguiente en el telediario de la televisión estatal CCTV.
Al margen de las cifras, las informaciones que llegan desde la India no dejan lugar a dudas sobre la brutalidad del enfrentamiento. Con una diferencia de 300 a 60, los soldados chinos usaron barras de hierro y palos con clavos y alambre de espino, cuyas imágenes han sido difundidas por los medios de ese país. A tenor de los testimonios de algunos supervivientes, el choque duró más de seis horas y los militares chinos persiguieron a los indios entre los bosques y los tiraron a un río. Según un comunicado del Ejército indio, algunos de sus heridos sucumbieron por las temperaturas bajo cero del valle, que está a 4.270 metros de altitd.
Aunque Pekín y Delhi han acordado poner fin a la escalada militar, un portavoz chino de Exteriores , Zhao Lijian , ha insistido en que «el valle de Galwan está en nuestro lado de la frontera». Según recoge el periódico oficial «Global Times», el portavoz de Defensa, Wu Qiang, culpó a las tropas indias del incidente al acusarlas de «cruzar la Línea de Control Real para provocar y atacar a las fuerzas chinas, que se defendieron para salvaguardar la soberanía e integridad nacional». Esta semana, imágenes por satélite difundidas por Reuters mostraban que el Ejército Popular de Liberación seguía levantando campamentos y asfaltando una carretera en la zona en disputa.
Un paso al frente de EE.UU.
«La tensión ha ido en aumento pese al creciente comercio y las cumbres entre sus líderes. China ha seguido construyendo carreteras en Aksai Chin y la India en Ladakh. Se debería culpar a ambas partes por no haber resuelto su disputa fronteriza, pero claramente Pekín se ha pasado esta vez de la raya, literalmente», explica a ABC el prestigioso analista Parag Khanna, exasesor de Obama para asuntos internacionales y autor del libro «El futuro es asiático». A su juicio, «ya había tensión antes del coronavirus, pero China está presionando ahora para tener mayor ventaja y zanjar las disputas a su favor. Esto exigirá que otros países y EE.UU. den un paso al frente en su propia defensa para impedir que las agresivas medidas de China tengan éxito».
Desde que el presidente Xi Jinping tomó el poder entre 2012 y 2013, Pekín ha impulsado su expansión exterior con ambiciosos proyectos y ya no oculta, como antes, su afán por rivalizar con EE.UU. como potencia hegemónica. Frente a las democracias occidentales, debilitadas por la crisis económica, la corrupción y el populismo, el régimen «capicomunista» chino propone un modelo autoritario de crecimiento y estabilidad. Esa es la cara, pero la cruz la ponen la falta de libertades políticas y una mayor represión sobre los disidentes y en regiones conflictivas como Xinjiang, donde los uigures musulmanes son internados masivamente en campos de reeducación para prevenir el terrorismo islamista.
Desde que el presidente Xi Jinping tomó el poder entre 2012 y 2013, Pekín ha impulsado su expansión exterior con ambiciosos proyectos y ya no oculta, como antes, su afán por rivalizar con EE.UU
«La oposición está creciendo a través de EE.UU., la India, Japón y Australia y la desconfianza hacia China ya había aflorado por las deudas del proyecto “Una Franja, Una Ruta” (que revive la Ruta de la Seda y ha entrampado a muchos de los países que recibieron las inversiones de Pekín)», señala Parag Khanna. Por ese motivo, augura que «más adelante no habrá confianza en China», pero cree que «Xi Jinping seguramente se agarrará al poder».
Todo dependerá de cómo evolucionen la pandemia, que ha dañado la imagen internacional de China pese a su «diplomacia de las mascarillas», y los otros frentes que tiene abiertos, como la guerra comercial con Trump y el resto de disputas fronterizas. Para Nirupama Rao, que dirigió el Ministerio de Exteriores indio entre 2009 y 2011 y ha sido embajadora en China y EE.UU., el enfrentamiento mortal en el valle de Galwan es «un acontecimiento muy serio y un punto de inflexión porque no habíamos visto semejante violencia en 45 años». En su opinión, «China, como potencia mundial, debe actuar de forma responsable», pero «durante la pandemia ha tenido este mismo comportamiento en otros frentes».
El Mar del Sur de China
En las disputadas aguas del Mar del Sur de China, que reclaman Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwán y Brunéi , un buque de vigilancia de la Armada embistió en abril a un pesquero vietnamita y lo hundió. Ese mismo mes, Pekín desplegó su portaaviones «Liaoning» cerca de Taiwán, isla independiente desde el final de la guerra civil en 1949 que aspira a reunificar. Además de llevar a cabo unas maniobras aéreas, para este año se preparan otros ejercicios que al parecer ensayarán la toma de las diminutas islas Pratas, que pertenecen a Taiwán y están deshabitadas.
De igual modo, un barco de exploración científica chino arrastró cerca de las costas de Malasia un buque de su petrolera estatal, un incidente que EE.UU. denunció como «comportamiento indimitario». Desde principios de año, los guardacostas chinos navegan alrededor de las islas Senkaku, reclamadas a Japón bajo el nombre de Diaoyu. Allí permenecen frente a buques nipones en una especie de duelo en alta mar que el día menos pensado puede desatar una escaramuza como la de la frontera con la India.
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