Ricos

En el nuevo mundo, que va camino de ser viejo sin haber superado la adolescencia , estos anuncios impactan más en la sensibilidad universal porque la brecha entre los de arriba y los de abajo resulta abismal. En Europa, pese a las sacudidas del Covid y de los gobernantes mediocres -o inútiles- es otra cosa.

Aún así, en cuestión de dineros, nadie está para hacer el paseíllo (ni dentro ni fuera del Congreso). En el caso de la Argentina , Alberto Fernández lo tiene especialmente complicado. El país está enredado en una negociación eterna para transformar su realidad, la de la cesación de pagos, en un amanecer que le permita tener sus cuentas ordenadas (o algo parecido) y sus deudas reprogramadas.

El Gobierno de los Fernández puso sobre la mesa de los acreedores la imposibilidad de pagar más de lo que tiene («no podemos ofrecer un centavo más», asegura por escrito). Mientras, a puerta cerrada y a viva voz, baraja y se dispone a dar de nuevo a sus gobernadores y a una reforma descomunal del Poder Judicial (no será barata) que escondería una sentencia eterna de impunidad para Cristina Fernández, la viuda y vicepresidenta más rica y corrupta del continente, tras su escala de doce años en la Casa Rosada con Néstor Kirchner.

Lo de Argentina, en resumen, es la historia de una prórroga permanente , un «déjà vu» cíclico de aplazamientos. Da igual que se trate de dólares, principios, justicia o democracia. Siempre toca esperar y los grandes perdedores, son los mismos, los argentinos.