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Carmen de Carlos - EN EJE

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El caso de la «valija de Antonini Wilson» destapó una ruta de vuelos Caracas-Buenos Aires para colar, presumiblemente, millones de dólares

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AGuido Antonini Wilson, venezolano con ciudadanía estadounidense, una mujer policía le obligó a abrir «la valija» en el aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires. Eran las 2.40 de la madrugada del 4 de agosto de 2007. El avión bolivariano había aterrizado con algunos de los «capos» de PDVSA –y altos cargos argentinos– de lo que se conocería como la «diplomacia paralela» entre Hugo Chávez y Néstor Kirchner. En el interior del maletín, María del Luján Telpuk, la agente portuaria que más tarde se haría famosa como gogó de televisión, descubrió y se incautó de 790.550 dólares. La «comitiva» venezolano argentina salió en estampida del aeroparque, como se conoce al aeropuerto porteño. Antonini Wilson, solo, se quedó sin el maletín y Cristina Fernández, que estaba en campaña, sin «la plata», según confesión del «empresario» que terminó colaborando con el FBI para evitar terminar sus días entre rejas.

Aquel episodio, destapado en vísperas de la primera investidura de la por entonces señora de Kirchner, perseguiría a la actual vicepresidenta durante su doble Gobierno. El Ejecutivo negó una y otra vez (en seis ocasiones, tal vez) conocer a Wilson que, sin la valija y gracias a una llamada de teléfono del poder, siguió, libremente, los pasos de sus compañeros de viaje al centro de la ciudad. Poco después un vídeo del caballero (muy corpulento), lo mostraría, tan campante, en la Casa Rosada.

El caso de la «valija de Antonini Wilson» destapó una ruta de vuelos Caracas-Buenos Aires para colar, presumiblemente, millones de dólares. Aquella noche la ex agente Luján, no debió estar donde estaba y al cumplir con su deber desbarató una red que tuvo que reinventarse (lo hizo) para garantizar su impunidad.

En la Argentina de entonces, el dinero negro de la corrupción se pesaba para terminar antes. Las «valijas voladoras» de dólares podían viajar en avión o como las del exsecretario de Obras Públicas, José López, terminar en un monasterio o en barriles modelo «Breaking bad». Entonces, todo era posible. Más menos, como en la Venezuela de hoy.

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