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Carmen de Carlos - EN EJE

Demasiado tarde

La Iglesia chilena, durante los 17 años de dictadura, desempeñó un papel ejemplar

Manifestantes contra el gobierno chileno, en Valparaíso Reuters

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Cuando el General Perón, enfrentado con la Curia, decía, palabra más palabra menos, «no me quemen las iglesias», los suyos entendían el mensaje y salían a prender fuego a los templos. En Chile, la ira de los grupos violentos mapuches se traduce periódicamente en antorchas ... en altares y hasta en salones evangélicos. En especial, en la Araucanía, tierra que consideran de su propiedad. Hace un año, cuando el delirio de los antisistema (con apoyo del exterior) arrasó las calles de Santiago, también ardieron iglesias. Esta semana, en el aniversario de aquellas movilizaciones, a las que terminaron sumándose miles de chilenos descontentos con su presente y su pasado, el fuego se reavivó. La histórica parroquia de la Asunción volvió a ser pasto de las llamas de los encapuchados, con la de San Francisco de Borja. Las imágenes del interior ardiendo y la voz de una mujer que celebra «la única iglesia que ilumina…» provocan una extraña sensación de miedo y desconcierto.

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