Cantón, la «pequeña África» de China
Miles de africanos viven y hacen negocios en la «Ciudad Chocolate» exportando los baratísimos productos de la «fábrica global» al continente negro
PABLO M. DÍEZ
Mujeres negras envueltas en túnicas de colores arrastrando fardos de ropa. Hombres de tez morena o aceitunada hablando a voces por sus móviles. Tiendas abarrotadas de pantallas de plasma, motocicletas, microondas, lavadoras, frigoríficos, pantalones, camisas, bolsos y todo lo que uno pueda comprar. Salones de ... belleza con fotografías de modelos de ébano y pelucas rizadas colgando de las estanterías. Puestos de “kebabs” bajo luminosos que anuncian pescados a la parrilla al estilo africano.
Cada año llegan a Cantón miles de africanos en busca de un negocio seguro
Pero no se trata de un zoco de Nigeria ni de un mercadillo en Kenia, sino de China. Por extraño que parezca, éste es el ambiente en torno a la zona de Xiao Bei Lu en la sureña ciudad de Cantón (Guangzhou) . Capital de la provincia de Guangdong, limítrofe con Hong Kong y Macao, esta megalópolis bañada por el río de las Perlas es el corazón de la “fábrica global” porque alberga buena parte de las industrias manufactureras chinas y suma la mitad de sus exportaciones .
Hasta aquí, cuna de las primeras “zonas económicas especiales” que abrieron China al capitalismo hace más de tres décadas, llegan cada año decenas de miles de africanos en busca de un negocio seguro: adquirir los baratísimos productos que salen de las vecinas factorías de Dongguan, Foshan y Shantou y venderlos a precios más que competitivos en el continente negro.
Pequeños comerciantes
En estos nuevos tiempos marcados por la globalización, los compradores no son ejecutivos de multinacionales que vuelan en “Business”, se alojan en hoteles de cinco estrellas y firman contratos del siglo, sino pequeños comerciantes como Kenneth Katungi . Procedente de Uganda, viaja tres veces al año a Cantón, donde llena seis contenedores de 20 pies por 100.000 euros.
En el mercado de Tian Xiu se venden copias falsas de Blackberry y iPhone 4 a 49 euros
“Me llevo paneles solares, aparatos de aire acondicionado, calentadores de agua, impresoras y molinillos de arroz que vendo no solo en mi país, sino también a comerciantes de Sudán y Congo”, explica Katungi, quien se saca un beneficio de 50.000 euros . “Antes importaba arroz y azúcar, pero aumentaron las tasas aduaneras para incentivar la producción en Uganda y busco nuevas oportunidades, sobre todo en pieles, zapatos y bolsos”, confiesa el empresario en uno de los establecimientos del mercado de Tian Xiu.
En este rascacielos de 30 plantas con hotel, oficinas y “apartamentos patera” donde viven hacinados los inmigrantes, funciona un centro comercial de cuatro pisos con numerosas tiendas para africanos, pero gestionadas por chinos. Aquí se venden copias falsas de Blackberry y iPhone 4 a 450 yuanes (49 euros), camisas de Polo a 40 yuanes (4,9 euros), vestidos africanos a 60 yuanes (6,5 euros), pantallas de plasma a 4.000 yuanes (435 euros) y pelucas o extensiones a 30 yuanes (3,2 euros). Por este laberinto de tenderetes pululan clientes negros para llevarse la mercancía a Benín , Ghana o Guinea y también compradores musulmanes de Oriente Medio .
Calculadora en mano, Kenneth Katungi discute el precio del pedido con Peter Zhu , quien a sus 25 años es el encargado de la tienda porque habla inglés mejor que su jefe. Cada mes, la tienda factura un millón de yuanes (108.629 euros) y recibe medio millar de clientes que acuden en busca de maquinaria agrícola, herramientas de construcción, cortadoras eléctricas y sierras. “ En África no hay fábricas y en China tenemos productos baratos ”, razona Zhu, quien suministra generadores eléctricos desde 5.000 yuanes (543 euros), paneles solares por 1.000 yuanes (109 euros), molinillos para separar el arroz a 3.000 yuanes (326 euros) y radiales que cuestan 400 yuanes (43 euros). A pesar de estos precios tan competitivos, reconoce que en ocasiones saltan algo más que chispas en las negociaciones con los africanos.
La convivencia en la «Ciudad Chocolate»
La convivencia entre chinos y africanos no es fácil, sobre todo cuando de por medio hay asuntos de dinero y una población inmigrante que se ha multiplicado en la llamada “Ciudad Chocolate”. Se supone que hay más de 20.000 africanos residiendo alrededor de los siete mercados de Xiao Bei Lu , pero la cifra real podría ser mayor porque muchos se perpetúan renovando sus visados de turistas pese al cada vez mayor control de la Policía, que en ocasiones desemboca en redadas y disturbios.
Fabrice Kabi, comercial congoleño, se queda en China «porque el nivel de vida es más alto»
A pesar del racismo latente, Fabrice Kabi , un agente comercial congoleño que lleva tres años trabajando para una fábrica de losetas de Foshan, prefiere quedarse en China “porque el nivel de vida es más alto”. En un locutorio situado junto a tiendas de juguetes, ordenadores baratos y equipos de música, Kabi llama a su mujer e hijos en Congo por 1 yuan (diez céntimos de euro).
Desde Zambia, Chileya Seleta viene a comprar los regalos de su boda y carga 180 kilos de ropa, mientras que el sudanés Omar Farik se interesa por un Corán electrónico. Gracias a las multinacionales del petróleo y las materias primas, pero también a estos pequeños emprendedores globalizados, el comercio entre China y África resiste a la crisis y suma ya más de 80.000 millones de euros al año .
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