«Bolivia no existe»
Bolivia celebra el 200º aniversario de su primer intento de Independencia. A la luz de la historia, no podemos esperar que cumpla muchos más.
Cuentan que alrededor de 1870 un diplomático británico discutía con el General Melgarejo, por entonces presidente de Bolivia. La reunión se crispó y Melgarejo ofreció al funcionario un vaso de chicha (el aguardiante local), que el inglés rechazó alegando que prefería chocolate. El general entró ... en cólera y le obligó a beberse una tinaja entera de chocolate. Después hizo que le montaran de espaldas en un burro y lo paseó por La Paz de esa guisa antes de dejarle marchar a Londres. Cuando la reina Victoria se enteró del incidente, pidió un mapa del mundo y preguntó dónde estaba Bolivia. Cogió una tiza y tachó al país con una gran cruz mientras decía “Bolivia no existe” .
La leyenda como tantas, es probable que sea apócrifa, pero sirve como una profecía casi perfecta de la caótica y violenta historia boliviana a partir de esas fechas. Un país a punto de desparecer en incontables ocasiones, esquilmado por sus vecinos y las multinacionales. No en vano, Bolivia ostenta el récord de golpes de Estado en toda América Latina: 56.
El esquema se ha repetido una vez tras otras: divisiones internas, desastres militares que conducían a otros no menos catastróficos tratados internacionales en los que Bolivia perdía grandes territorios ricos en algún recurso.
En la Guerra del Pacífico (1879-1884), Bolivia perdió a favor de Chile su salida al mar, los yacimientos de salitre de los que dependía su prosperidad y aproximadamente la mitad de su territorio. El mismo año que comenzó la desastrosa guerra, Bolivia cedía 170.000 km2 a Brasil y en 1904 tras perder una guerra otros tantos más, perdiendo el control de la provincia de Acre, una zona rica en caucho. En la década de los 30, otra «mordisco» esta vez de Paraguay, le arrebató buena parte de la región del Chaco y le condujo a un nuevo desastre económico y militar.
Tras ellos, una revolución socialistizante en 1952 que nacionalizó el poco estaño que quedaba en el país tras los años de extracción sistemática por parte de compañías extranjeras. Sobrevivió a varios golpes de estado y a artículos de la revista Time que abogaban por la desaparición de Bolivia, pero en 1964 se impuso la voz de los sables y los intereses de las multinacionales. El país andino entró en un túnel de 20 años de gobiernos militares, cuyos hitos fueron asesinar al Ché Guevara y fomentar la exportación de cocaína, la nueva «industria» del país.
En 1982 llegó la democracia con inflaciones del 27.000% debajo del brazo y el creciente paro por la reconversión minera. Crisis de gobierno, corrupción sistemática y en 2000 una revuelta campesina en Cochabamba por la desprivatización del agua de los cultivos que acabó con el país en estado de sitio. Disturbios repetidos cinco años más tarde cuando los bolivianos salieron a la calle para pedir la nacionalización del gas natural.
Peligro de escisión
Por si fuera poco, la cuestión étnica se suma al cóctel explosivo. Un 55% de los habitantes del país son amerindios y un 30% mestizos; sólo un 15% de los bolivianos son blancos, tradicionalmente la clase dominante. Bolivia entró en el milenio dividida entre los partidarios de Evo Morales, concentrados en el Oeste del país y de mayoría indígena, y sus opositores, la mayor parte criollos, del este. Los gobernadores de las provincias «rebeldes» se han negado a que Morales participe en las conmemoraciones del segundo centenario que caigan en su zona. Los líderes del partido en la oposición, Movimiento Nacionalista Revolucionario, incluído Gonzalo Sánchez Lozada, que fue presidente del país, suman su voz al coro de los que desde el extranjero piden la secesión. Los partidarios del Gobierno planean por su parte la creación de un nuevo estado plurinacional de corte indigenista que, para sus detractores, dejará en un limbo legal a las zonas con habitantes de raíces europeas. Tanto unos como otros parecen empeñados en que Bolivia no exista.
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