El miedo crece en Bengasi ante el avance de las tropas de Gadafi

Las fuerzas leales al dictador llevan a cabo detenciones en las ciudades recuperadas

REUTERS

LUIS DE VEGA

Ramadán Budarraa, de 28 años, quemó adrenalina suficiente bajo las bombas la semana pasada como para decidir dar un vuelco a su vida. «Voy a alistarme como voluntario. Me voy al frente con los rebeldes», le dijo decidido a este enviado especial, que desde ese ... momento se quedó sin intérprete.

Pero estrenarse en primera línea de combate, correr y tirarse al suelo para tratar de ponerse a salvo no fue lo que le llevó a tomar la decisión. Lo hizo porque pudo comprobar que para los insurgentes resulta imposible mantener las posiciones ganadas a las tropas de Muamar Gadafi en días pasados. Quiere poner su granito de arena.

En efecto, el Ejército libio avanza hacia el este bastante más rápido que las decisiones de la comunidad internacional para impedir que el tirano recupere el poder en todo el territorio. Naciones Unidas, la OTAN o la Liga Árabe no van, de momento, más allá de las palabras. Mientras, el Consejo Nacional de los rebeldes libios reclama ayudas al extranjero desde Bengasi, la ciudad que acoge a esta especie gobierno provisional de la oposición.

Tras la toma del enclave petrolero de Brega —posteriormente un portavoz rebelde aseguró a Al Yazira que habían retomado el control de esa localidad—, al Ejército solo le queda por delante el obstáculo de la ciudad de Ajdabiya para plantearse el asalto a Bengasi, a unos 180 kilómetros. Es ahí donde casi todos apuntan a que podría disputarse la gran batalla si es que Gadafi no opta por cercarla.

Con la moral cada vez más baja, las calles de Bengasi dan las gracias a aquellos que, como Francia, han dado el paso de reconocer la nueva autoridad. Pero al mismo tiempo piden que se agilice la puesta en práctica de una zona de exclusión aérea que impida a Gadafi seguir llevando a cabo los bombardeos con los que está amedrentando a la población y a los guerrilleros.

El Ejército se encuentra las ciudades vacías cuando las recupera de manos de la insurgencia. La población, mayoritariamente anti-Gadafi en esta zona este del país, huye antes de la llegada de la autoridad oficial del régimen, que de inmediato pone en práctica su aparato propagandístico. El jolgorio, amplificado por la televisión nacional, solo lo protagonizan los soldados que participan en la ofensiva y que tratan de hacer ver que el dictador es querido cuando en realidad todas las paredes demuestran con pintadas lo contrario.

Algunos vecinos transmiten su deseo de quedarse hasta el final guardando su casa, como han reconocido a ABC, pero todo el que se queda es considerado como enemigo y es mejor recoger lo esencial y salir antes que arriesgarse a las represalias.

Un vecino de la ciudad de Zauia, recuperada durante el fin de semana por los seguidores de Gadafi, dijo a sus familiares que llevaba tres días con el cuerpo de su hijo muerto en casa sin ni siquiera poder salir a darle sepultura. Esta ciudad, cercana a Trípoli, ha sido escenario de intensos combates y las autoridades llevan ahora a cabo detenciones masivas entre sus habitantes, según ha denunciado la insurgencia.

Periodistas, objetivo

De igual modo, Trípoli ha puesto precio a la cabeza de aquellos militares o civiles que han osado unirse al gobierno provisional. En un ambiente de creciente inseguridad también se ha puesto en la diana a los periodistas extranjeros que, mayoritariamente, cubren el conflicto desde el bando rebelde. El mensaje más claro es el asesinato en la tarde del sábado de un cámara de la cadena de televisión Al Yasira en una emboscada tendida a las afueras de Bengasi, una zona supuestamente bajo control de los insurgentes.

Hasta Bengasi regresó ayer Ramadán Budarraa tras viajar a Darna, más cerca de la frontera con Egipto, para decir adiós a sus padres y a su esposa. Hoy lunes está citado por la mañana en un centro de instrucción de los rebeldes donde, sin anestesia y sin apenas tiempo para preguntar lo que no comprenda, le enseñarán a ponerse a los mandos de una batería antiaérea. Así son las cosas en el bando insurgente.

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