Barack Obama; Un meteorito hawaiano

Toni Morrison calificó (en el «New Yorker») a Bill Clinton como el primer presidente negro. De Barack Obama dice que es poeta. Y que por eso lo apoya (aunque la Nobel de Literatura tardó en decidirse). El poeta que puede ser presidente nació el cuatro ... de agosto de 1961 en Honolulu (Hawai). Su padre era de Kenia y su madre, como la Dorothy de «El mago de Oz», de Kansas, con lo cual si a alguien se le puede llamar afroamericano sin que parezca un bobo eufemismo es precisamente a él, que no desciende de Kunta Kinte (bueno, de Kunta Kinte quizá sí, pero no de Toby).

Cuando se dio a conocer en la convención demócrata de Boston en 2004, donde encandiló con su discurso a la multitud del Fleet Center, advirtió a Bernard-Henry Lévy (lo recoge el francés en «American Vertigo») que Estados Unidos es el país de los meteroritos y que en un mes la noticia sería otra persona. El filósofo francés receló de su modestia y se preguntó si no estaría delante del primer negro en querer ser, en lugar del reproche de Norteamérica, su promesa. Del primero en apostar por la seducción en lugar de por la culpabilidad.

El gran fotógrafo Richard Avedon, cuyo último proyecto tuvo como objeto la fauna de las elecciones presidenciales de 2004, también se fijó, y retrató, al joven senador por Illinois. Visionarios.

En cualquier caso, meteorito sí ha sido. Primer mandato como senador y cuatro años después lo imaginamos pelándose de frío en enero a los pies del Capitolio mientras jura su cargo. Y lo bien que le va a quedar el abrigo. Tan bien como le caen los trajes. Barack Obama no es guapo (mucho más feo, y más canoso, que los dos presidentes Palmer, y negros, de la serie «24». Pero tiene fachón).

Quizá no gane, quizá se convierta en algo así como el nuevo Adlai Stevenson (un líder por encima de las ordinarieces de la vida política derrotado en 1952 y en 1956). Muchas de las cosas que se oyen de Obama son las mismas que se oían de Stevenson. John Kenneth Galbraith decía que éste era la persona más cautivadora que había conocido. Dick Durbin, también senador por Illinois, dice de su compañero que es único, que no hay otro con su atractivo. El defecto de Stevenson era que no llegaba a las masas. Un problema que no tiene Obama, que cuando habla a las multitudes es como si te estuviera hablando a ti.

A lo mejor Barack Obama es la mezcla de los talentos de Adlai Stevenson y Ronald Reagan, el gran comunicador. Y todo queda en Illinois. Aunque para Obama Chicago sea ciudad adoptiva. Pero la que no ha abandonado, de momento, trasladándose a Washington con su familia. Obama es de los senadores que han estado viviendo solos en la capital tres o cuatro días a la semana en un apartamento de un dormitorio echando de menos a las chicas. Manteniendo la familia algo parecido a la normalidad. La normalidad de las hormigas. Si Barack Obama llamaba a su mujer para contarle la extraordinaria ley que estaban a punto de aprobar, Michelle le paraba diciendo que tenían hormigas y que comprara insecticida al volver a casa. Es un matrimonio de Ivy League. Él de las universidades de Columbia y Harvard. Ella, de la de Princeton.

El día que Obama emitió su anuncio de treinta minutos, a la misma hora y en la ABC (que pasó) ponían «Pushing Daisies», cuyo protagonista, Lee Pace, tiene la mejor voz de la televisión. Pero el senador también cuenta con una voz cautivadora (y un dominio del inglés del que carecen sus rivales). Y no es sólo que hable mejor, es que también anda mejor. Es Fred Astaire al lado del héroe McCain (vale, no cuenta). Pero es que también lo es al lado del menos heroico Bush.

Según Todd S. Purdum, McCain podría ser Hemingway y Obama, Scott Fitzgerald. Los los dos ven el mundo con mirada de escritor, con su propia narrativa. Quizá Obama, ya que un presidente representa el imaginario y los mitos de quienes lo eligen, sea la encarnación del poeta de John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos de América, que sostenía que la primera generación es obrera para que la segunda asista a la universidad para que la tercera pueda dedicarse a la poesía. Aunque son malos tiempos para la lírica.

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