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Balance inacabado

Un año después de los atentados de París, los franceses rumian la certeza de que el problema sigue irresuelto y sospechan que tal vez es insoluble. Para muchos jóvenes marginales galos, Daesh es su verdadera patria

Una mujer gesticula al lado de una placa conmemorativa de los atentados del 13 de noviembre de 2015 AFP
Gabriel Albiac

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¿Qué va a quedar de nuestro mundo después de esto?» La pregunta me daba vueltas aquel jueves, 19 de noviembre de 2015, ante el edificio, lacerado por el humo de las granadas, dentro del cual la gendarmería francesa había acribillado, pocas horas antes, a ... los asesinos del Bataclan . No era una pregunta retórica. No podía serlo en aquel París que más que nunca se erigía en capital moral del continente. No podía serlo en aquellas calles de Saint-Denis, ciudad norteafricana incrustada en torno al hogar fundacional de todas las mitologías francesas: la Basílica en la cual se veneran los restos de los viejos monarcas franceses. Abdelhamid Abaoud y su banda eran aquí indistinguibles: etnica, cultural, religiosa, ideológicamente . Las mezquitas oficiales han sido en Saint-Denis -como en tantos barrios musulmanes de Francia y Bélgica- desplazadas por las clandestinas casas de oración en las cuales se forman los jóvenes yihadistas. Para demasiados de sus marginales jóvenes, el Daesh es más su verdadera patria que la Francia en la que nacieron y de cuya seguridad social viven.

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