Los argentinos devolverán su confianza a Kirchner, según los sondeos

«Eso después, no ahora», respondió Fernández al escuchar la pregunta que también llegó a oídos de Mauricio Macri (Juntos por el Cambio) en la mesa de votación. «Estamos en veda», insistió el presidente de Argentina cuyo mandato termina el 10 de diciembre. Las respuesta a la mayor inquietud que hay en la calle la esquivaban los dos hombres, hoy por hoy, con más poder e influencia en Argentina.

El Banco Central y el Gobierno, esperaban tener de primera mano los resultados del escrutinio para adoptar nuevas medidas que eviten, pese a las restricciones, un colapso bancario . El escenario del día posterior a las primarias de agosto es una pesadilla que nadie quiere ni puede resucitar. Entre otras razones, porque la factura la pagará, a fin de cuentas, Argentina, el presidente en ejercicio que tiene que llegar a fin de año y su virtual reemplazo.

«No tienen rigor científico. Si el resultado es parejo habrá que esperar más tiempo», advirtió Macri después de votar con su mujer, Juliana Awada. Marcos Peña, jefe de Gabinete y Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires (equivalente a gobernador) se manifestaron en el mismo sentido, «hay que esperar al último voto con mucha calma y tranquilidad», insistió Peña, el hombre más criticado, dentro y fuera del Gobierno y mano derecha de Macri.

Escaldados con el escándalo de las primarias donde las encuestas pronosticaron una diferencia de 4 ó cinco puntos a favor de Fernández y a la hora de la verdad, fue de 17, el Gobierno quiso evitar que un proceso similar, pero a la inversa (a su favor) que provocara revueltas en las calles. Esa preocupación no estaba en el Frente de Todos, convencidos de que sus sondeos a pie de urna no fallaron y con cierta desconfianza a SmartMatic, la firma que cubrió elecciones en Venezuela y tras el fiasco de la última, huyó a Londres para denunciarle. En este contexto, la juez María Servini de Cubría dispuso que únicamente se diera a conocer el escrutinio cuando tuviera al menos un 10 por ciento.

Ayer algunos pronósticos elevaban la diferencia entre la candidatura de «los Fernández» y la de Macri y el peronista Miguel Angel Pichetto, incluso más de quince puntos. Verdaderos los sondeos o un montaje al servicio del cliente, la clave para Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, es superar el 40 por ciento con una diferencia de 10 puntos sobre su seguidor o lograr un voto más del 45 por ciento. Es en esos dos escenarios en los que podría proclamarse, con derecho, presidente electo.

Tanto si se confirmara la victoria sin necesidad de ir a una segunda vuelta de «los Fernández» como si hubiera finalmente un vuelco asombroso en las urnas, que le hiciera abrigar esperanzas de una reelección a Macri, ambos, por sentido de Estado, deberían acordar de inmediato una hoja de ruta que no haga saltar por los aires un país que está al borde de la ruina. Fernández, a diferencia de las declaraciones que tuvo tras las primarias y que revolucionaron el avispero de los mercados, envió un mensaje de concordia de cara a una transición que, por su actitud y sus sondeos, consideraba en marcha. «Se terminó el nosotros y ellos. Vamos a trabajar por un país mejor», anunció.

Ayer, además de Presidente y vicepresidente se votaba la renovación parcial del Congreso y el Senado y la Gobernación más importante de Argentina: la de Buenos Aires que concentra el 38 por ciento del padrón electoral. La actual Gobernadora, María Eugenia Vidal , la gran esperanza de la coalición oficialista, la mujer que logró imponerse hace cuatro años al caudillaje peronista de casi 40 años, se daba en todos los círculos por derrotada.

La caída de Macri la arrastró en unas elecciones que intentó desligar pero que encontraron la negativa, sin discusión, en la Casa Rosada, convencidos de que su empuje y buena imagen ayudarían al presidente a amortiguar la caída. Ironías o crueldades del destino, su puesto, lo heredaría Axel Kicillof (Juntos por el Cambio), exministro de Economía de Kirchner, emblema de La Cámpora y símbolo de los modos -y el fondo político- en estado puro del kirchnerismo.

Kicillof necesitaba apenas un voto más que Vidal para imponerse y las encuestas no dejaban espacio para la duda de su victoria. Fue el artífice de la intervención y posterior expropiación de la mayoría de las acciones de Repsol a Ypf, una decisión que supuso el mayor revulsivo de las inversiones que aún dudaba si poner un céntimo en el país.

El oficialismo, con el cuerpo más dentro de la derrota en las presidenciales y en la provincia que fuera, se aferraba al consuelo de la capital de Argentina, último refugió de Juntos por el Cambio donde Horacio Rodríguez Larreta rozaba la mayoría absoluta.

En el plano legislativo, donde el Gobierno de Mauricio Macri en cuatro años nunca logró tener mayoría en una de las Cámaras, la foto podría repetirse para ellos y para los otros.