«Hasta el último momento nos hemos negado a creer este horror, queríamos pensar que todo el mundo estaba a salvo. Pero los testimonios de quienes se encontraban dentro del edificio en el momento de este acto terrorista dicen lo contrario», escribió la alcaldía de Mariúpol en Telegram.
El pasado 16 de marzo, después de horas de búsqueda y de trabajos de rescate y desescombro entre las ruinas del teatro de Mariúpol, la alcaldía anunció en su primer y único balance que «habían sido rescatadas con vida todos los civiles», cuya cifra se situaba en 1.300.
Tras conocerse el ataque, Volodimir Zelenski se mostró consternado por el ataque ruso a objetivos civiles . En la parte externa del teatro, según imágenes satelitales tomadas por la empresa Maxar, se podía leer la palabra «niños», escrita en ruso, en la parte delantera y trasera del patio en un intento de evitar una tragedia. A partir de ese día, el presidente ucraniano así como Joe Biden y al secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, empezaron a acusar a Rusia de «crímenes de guerra».
Mariúpol, punto estratégico para Rusia a las orillas del mar de Azov, es una de las ciudades más castigadas por los bombardeos que han dejando casi en ruinas al 90% de la infraestructura. Oenegés han denunciado que no tienen acceso a agua potable, ni a suministros de electricidad y gaz.
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