Alain Minc: «La crisis europea es transitoria y menos grave de lo que parece»
Alain Minc, a la derecha, junto a una gran fotografía de Samuel Becket. Noela Domecq
Ensayista, autor de una veintena de libro sobre el futuro de las naciones, las evoluciones de la nueva sociedad internacional, o la floración de nuevos movimientos sociales, consejero de grandes empresas, biógrafo de Spinoza, profeta de la sociedad de la información, polemista, Alain Minc es ... uno de los analistas más influyentes de Europa en terrenos tan sensibles como la mundialización económica, el futuro de las sociedades postindustriales, las metamorfosis del capitalismo y la construcción política de Europa.
- ¿Cual será, a su modo de ver, el costo final de la crisis transatlántica provocada por la guerra?
- Hoy por hoy, no puede responderse a esa pregunta. Habrá que esperar un par de años para saber si los Estados Unidos han dado o no un cambio radical a su doctrina nacional estratégica. Si Washington confirmase, en sus próximas elecciones, la doctrina de la guerra preventiva, en ese caso, estaríamos asistiendo al principio de un replanteamiento de fondo de las relaciones transatlánticas. El presidente Bush ha puesto en práctica una suerte de doctrina Monroe a escala planetaria, una doctrina de «gran estaca» de alcance mundial. Se trata de un cambio de 180 grados con respecto al pensamiento estratégico que practicaron otros presidentes demócratas y republicanos, como Wilson, Roosevelt, Eisenhower o Reagan. Todavía es pronto para saber si Bush ha roto con un siglo de pensamiento estratégico americano. Cuando esté claro ese punto esencial podrá evaluarse el costo final de la crisis transatlántica, que puede ser mortal o pasajera, a la luz del nuevo pensamiento americano.
- Pero ya es una evidencia que esa crisis también ha precipitado otra crisis, no menos honda, entre europeos partidarios y adversarios de la guerra en curso.
-La crisis europea me parece menos grave de lo que pudiera parecer. Y tiene un carácter transitorio. Ha sido el resultado de un rosario muy desafortunado de malentendidos y torpezas, de todas las partes. Por parte francesa, fue una torpeza encerrarse en el callejón sin salida de la posición alemana. Por parte inglesa y española, la carta de los ocho tampoco fue muy hábil, porque precipitó enfrentamientos pasablemente artificiales. Hasta el final, había muchos puntos en común. Hubo un momento, en Naciones Unidas, en el que Colin Powel estaba dispuesto a aceptar un aplazamiento temporal del ultimátum y Chirac proponía algo así como cuarenta días de plazo. En ese momento, Londres, París, Madrid y Roma tenían posiciones bastante próximas. El nerviosismo y las torpezas mutuas precipitaron una crisis que debe ser pasajera y me parece que puede zanjarse con buena voluntad, de una parte y otra, una vez que comience a trabajarse en el proceso de la reconstrucción de Irak.
- Sin embargo, es una evidencia que la crisis ha dejado al descubierto diferencias de criterio capitales sobre el futuro mismo de Europa.
- Más superficiales de lo que pudiera parecer. Nadie duda que Europa necesita una política de defensa propia. Y esa política no podrá hacerse sin Inglaterra y España. Europa debe decidir si sólo desea asumir tareas de policía regional o posee otras ambiciones internacionales. Y, en ese caso, deberán tomarse las decisiones pertinentes.
- Europa lleva más de medio siglo sometida a ese dilema. Históricamente, ha preferido la prosperidad, cubierta con el paraguas nuclear pagado por los contribuyentes americanos.
- El paraguas nuclear americano fue decisivo durante la Guerra Fría, cuando existía la amenaza de la antigua Unión Soviética. Desaparecido ese enemigo, el paraguas atómico americano ha perdido parte de su antiguo atractivo. Y los europeos deben asumir nuevas responsabilidades.
- Con la excepción de Inglaterra, la primera potencia militar europea, hay pocos Estados capaces de asumir grandes ambiciones en ese terreno.
- Francia y España pueden hacerlo. Alemania está en otra onda. Italia también. Pero la fuerza militar no es vector único del poder y la influencia internacional. La economía también cuenta mucho.
- Los déficits públicos franceses y alemanes sólo parecen reflejar una debilidad estructural de fondo. ¿Como puede proyectarse la influencia y la fuerza internacional, cuando las sociedades están paralizadas por el inmovilismo, la falta de crecimiento económico y el pago de la deuda pública?
- Hay que poner las cosas en perspectiva. Los europeos han sido capaces de realizar una pacífica revolución extraordinaria: crear la moneda única, crear el euro. Hay muchos problemas inmediatos. Pero no hay que olvidar el camino recorrido y las perspectivas que se ofrecen. Esa moneda común confiere a Europa una fuerza mayor en la escena internacional. En definitiva, el dolar será menos influyente que el euro.
- Esa unidad monetaria, ¿no refleja el inmovilismo del confort? Raymond Aron decía en su último libro que Europa desea salir de la historia, cuando otros pueblos desean entrar, por la puerta grande de la guerra, incluso con el derramamiento de sangre.
- No estoy de acuerdo. Europa tiene una economía de evidente alcance planetario. Y esa economía no me parece que esté fuera de la historia.
- Desde hace medio siglo, esa economía ha podido prosperar gracias al esfuerzo de defensa pagado por los contribuyentes americanos. ¿No estaremos asistiendo al nacimiento de una Suiza continental, alejada del fragor de los nuevos conflictos, cuando los Estados Unidos se han decidido a proyectar en cualquier punto del planeta su fuerza excepcional a través de su formidable maquinaria de guerra?
- Los Estados Unidos tienen el ejército más poderoso del mundo. Pero la fuerza militar no es el componente único de la proyección mundial de la influencia. El déficit de la balanza comercial americana no es un síntoma de poderío. Los americanos ahorran poco o nada; y se endeudan mucho. Eso tampoco es un síntoma de vitalidad social. Los europeos, sin embargo, ahorramos razonablemente. Y nuestras economías exportan sus productos a todo el planeta. Los Estados Unidos pueden hacer y ganar cualquier guerra. Pero la influencia económica, comercial y cultural de los pueblos europeos es innegable.
- Si lo entiendo bien, la guerra contra Irak sólo reflejaría una parte del poderío norteamericano, mientras que ocultaría, parcialmente, otras debilidades de la sociedad americana. Usted parece percibir la diversidad europea como un síntoma de poder e influencia. Sin embargo, ante la evidencia trágica de la guerra, las contorsiones institucionales de la Convención europea que preside Valery Giscard d´Estaing parecen tener algo de fantasmal, de irreal.
- Depende de la óptica. Contando en días, el futuro institucional de la Unión Europea pudiera parecer irreal. Contando en meses, la cosa cambia de sentido. Y contando en años se trata de algo capital. Más allá de la guerra, lo esencial para los europeos es conseguir que Inglaterra se integre en la moneda única, en el euro. Porque Tony Blair quizá sea, hoy, el único jefe de Estado europeo con una visión propia, global, del futuro común.
- Me sorprende usted. Y mal veo como pudiera integrarse esa visión anglosajona con la visión tradicional de Francia, Alemania y España.
-No digo que la visión de Tony Blair sea la mejor. Y es una evidencia que su concepción de Europa no coincide exactamente con las visiones más tradicionales de la construcción europea. Pero está ahí y hay que contar con ella. Los europeos debemos discutir y armonizar nuestras posiciones. Trabajar más allá de la moneda única. Incluso dotar a Europa de un presidente. En ese sentido, Tony Blair fue un pionero.
- Mal veo como pudieran aceptar Alemania y Francia un presidente de Europa propuesto por Inglaterra.
- El futuro presidente de Europa deberá ser una personalidad fuerte capaz de armonizar los intereses, ambiciones y concepciones de sus vecinos y aliados. José María Aznar pudo aspirar a ese puesto. Pero su falta de flexibilidad durante esta crisis creo le ha cerrado esa puerta. Sin embargo, Europa debe continuar por esa vía.
- Sin embargo, la crisis ha abierto unas heridas y diferencias de criterio que será largo y complicado cerrar.
- Los intereses europeos son muy profundos. Las economías europeas están muy interrelacionadas las unas con las otras. El euro es algo capital. Y las diferencias de fondo son menos graves de lo que pudiera parecer. Europa debe continuar su construcción política. Siguiendo un modelo propio, que no tiene precedentes en la historia. Esa también es una forma de influir en la marcha de los negocios del mundo. Con una moneda y unas instituciones propias.
- A lo largo de la crisis, sin embargo, el eje París-Berlín-Moscú se ha opuesto sistemáticamente al eje Washington-Londres-Madrid.
- Tonterías. El coqueteo de Francia con Rusia es superficial y estúpido. Putin ha conseguido lo que hubiera podido parecer imposible: oponerse a los Estados Unidos, pero preservando su diálogo privilegiado y sus intereses comunes. Dicho esto, es cierto, que los aliados europeos deben definir en común sus políticas y objetivos comunes. Que no son los de una Suiza continental, aislada del resto del mundo. En el terreno económico, los intereses de Europa son universales.
- ¿Provocará la guerra una recesión económica?
- No lo creo. Por supuesto, sería mucho más agradable tener un crecimiento del 3 por ciento que un crecimiento del 1 por ciento. Pero las economías europeas son muy sólidas. Y pueden resistir esos problemas. Salvo desastre imprevisible, el horizonte parece razonablemente positivo. Evidentemente, hay que seguir reformando, hay que seguir pactando, hay que seguir negociando. Pero toda la construcción de Europa reposa en esos principios.
- Sin embargo, mientras la guerra continúa, se multiplican las escaramuzas y enfrentamientos transatlánticos, como si los Estados Unidos y Europa ya se disputasen los contratos, mercados e influencias del Irak de mañana.
- Me parecen enfrentamientos superficiales. En términos puramente económicos, las cifras que se manejan sobre la futura reconstrucción de Irak son relativamente modestas. Y no me parece que puedan influir de manera determinante en el comportamiento de los grandes actores en la crisis, a uno y otro lado del Atlántico. La reconstrucción de Irak será larga y complicada, pero no plantea problemas insolubles desde el punto de vista económico. De hecho, controlando rápidamente los pozos petrolíferos, evitando que Sadam les metiese fuego, Estados Unidos e Inglaterra han conseguido afirmar una cierta estabilidad del precio del petróleo. El futuro de ese petróleo pertenece al pueblo iraquí y no puede ser motivo de mayores complicaciones trasatláticas. A más largo plazo, debemos esperar para saber si los Estados Unidos han roto con un siglo largo de pensamiento estratégico. Todavía no sabemos si la guerra de Irak es un cambio pasajero o se trata del principio de una nueva era estratégica, dominada por una concepción de la guerra y el estacazo preventivo a escala planetaria. Hay que esperar para responder a esa interrogante de fondo.
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