Hazte premium Hazte premium

65 kilómetros en bicicleta bajo las bombas rusas

Aref Bagirov decidió coger la bicicleta con la que llevaba tres meses repartiendo ayuda humanitaria, rescatando obras de arte de museos e incluso atendiendo refugios de animales por su ciudad natal para un viaje muy distinto

Aref recorrió su largo camino con un chaleco antibalas M.G.P.

Mónica G. Prieto

Mi apartamento había sido afectado por una explosión. En mi barrio, casi cada edificio estaba destruido. Ya no me quedaba nada allí, no podía seguir en la ciudad, y pensé que, para mí, que soy cicloturista, los 65 kilómetros entre Severodonetsk y Bajmut no eran nada», explica. Nada en condiciones normales, pero en tiempos de guerra y en una de las carreteras más bombardeadas de todo el Donbass, clave para el control de Lugansk y Donestk que ansía Vladímir Putin, el trayecto oscilaba entre la proeza y el suicidio.

Aref se puso su ropa de entrenamiento, su chaleco antibalas y empacó en una pequeña mochila sus documentos básicos, su móvil y su cargador, galletas y una botella de agua. «Desde el primer momento, supe que, si tenía que huir, lo haría a bordo de mi bicicleta . Creía que la carretera no podía ser más peligrosa que Severodonetsk, pero estaba muy equivocado. Durante tres meses, cada día pensaba que estaba a punto de morir, pero la carretera casi me mata», explica a ABC por teléfono desde Dnipro, donde se ha refugiado de forma temporal. «Lo peor es que cuando me di cuenta de la situación, era demasiado tarde para dar la vuelta, dado que el puente que crucé fue destruido poco después. Solo podía avanzar».

Gran destrucción

Aref no exagera cuando describe la situación en la zona. El Ejército ruso está «borrando Severodonetsk de la faz de la tierra», denunció el gobernador de Lugansk, Serhii Gaidai, en declaraciones a ‘The Guardian’. El alcalde de Kramatorsk, Oleksander Goncharenko, explicó días atrás que la situación en la ciudad es crítica. En Rubizhne, la destrucción se asemeja a la de Mariúpol , con niveles de devastación próximos al 90 por ciento, y en Severodonetsk se estima que la mitad de la ciudad ha sido aniquilada. El mismo destino están siguiendo las aldeas colindantes, así como la propia carretera, una arteria vital para el avituallamiento de las tropas ucranianas desde Donetsk. Las milicias prorrusas aseguran que la ciudad está prácticamente rodeada tras la captura de cuatro pueblos vecinos, y que la única salida es un puente bajo su control. Según Goncharenko, los ucranianos tenían planeado volar dicho puente antes de abandonar sus posiciones para impedir un avance ruso.

La carretera de la vida le llevó a Aref seis horas de salvaje pedaleo esquivando coches calcinados, restos de proyectiles y cráteres

La ofensiva sobre el Donbass actual se ha intensificado en tres direcciones : Limán, Bajmut y Severodonetsk. El control de las dos primeras permitiría a Moscú avanzar sobre el territorio de Donetsk que aún se escapa a su control, y la tercera le permitiría finalizar la conquista de Lugansk. Rusia emplea aviación y artillería en su habitual política de tierra quemada, que consiste en bombardeos masivos que aplasten cualquier signo de vida en la zona para facilitar la entrada de sus tropas sin toparse con resistencia. Según las Fuerzas Armadas ucranianas, el avance ruso le ha permitido tomar posiciones en la carretera de la vida -transformada ahora en la carretera de la muerte, gracias a los intensos bombardeos y los combates de artillería en los alrededores- que permitía la evacuación de Severodonetsk entre las localidades de Lisichansk y Bajmut.

La carretera de la vida le llevó seis horas de salvaje pedaleo a Aref, que se vio esquivando carcasas de coches calcinados, restos de proyectiles, ramas, esquirlas, rocas y cráteres, carros de combate incinerados y todo tipo de restos de batalla . Lo que parecía «una buena idea se convirtió en la peor idea posible», explica. A su lado, «las bombas caían sin cesar. Disparaban con artillería pero en cinco ocasiones me sorprendieron los ataques aéreos. No me quedaba más remedio que tirarme al arcén y cubrirme la cabeza hasta que el bombardeo acabara. Dos de las veces, pensé que no lo contaba. Pero cuando se terminaba corría a mi bicicleta y volvía a pedalear como si fuera la última vez que tendría la oportunidad de hacerlo».

Bombardeos

Hoy, la bicicleta de Aref está a la entrada de una escuela de música de Bajmut que sirve de refugio temporal para los que huyen de todo el Donbass rumbo al oeste de Ucrania . En su entrada, rebanadas de pan viejo se secan sobre un tendedero mientras dos mujeres provenientes de la zona, con el rostro agotado, escarban en cajas de ropa donada. Iulia y su madre, Luda, se han establecido en una habitación con diez camas donde duermen con los cuatro hijos de la primera, su marido y su hermano . «Nosotros vivimos en Yakolivka [cerca de Adviidka, al sur de Donestk, donde se libran intensos combates] y la situación es insoportable», musita Iulia, ojos intensamente azules y el pelo negro recogido en una coleta, mientras la pequeña Bogdada, de tres años, mira curiosa. «Desde hace 10 días bombardean de forma tan intensa que no podíamos ni dormir. El 15 de mayo, dos vecinos murieron en un bombardeo y no podíamos avisar a nadie para que recogieran los cadáveres porque no hay luz ni cobertura», interviene su madre, sentada en una silla de plástico, mesándose el cabello. «Al final decidimos esperar a que parasen de bombardear para enterrarles nosotros mismos en el jardín».

Casas destruidas en Kramatorsk AFP

Madre e hija al menos conocen a tres víctimas en su aldea, donde han abandonado el ganado y su forma de vida. «No nos queríamos ir porque allí tenemos todo asegurado, pero mis hijos gritan durante los bombardeos, nos da demasiado miedo», se justifica Iulia. Como ellos, decenas de familias pasan a diario por el centro que gestiona Ania, una voluntaria de 34 años . «No puedo irme porque mi suegra está impedida, y como ella, toda esta gente me necesita», explica mientras muestra el antiguo conservatorio transformado en refugio, donde los instrumentos y los pupitres se apilan para dejar sitio a 80 camas a lo largo de cinco plantas. «Han llegado mujeres que acababan de dar a luz con sus bebés de pocas horas de vida, nacidos bajo las bombas», explica la mujer mientras su labrador le sigue a todas partes. En total, 800 refugiados han pasado por el lugar, punto de evacuación del cual los desplazados son trasladados fuera del Donbass.

El martes por la noche, Nikolai, conductor de un autobús blindado de evacuación, mostraba el vídeo que había tomado en el interior de Limán, cerca de Slaviansk, donde las fuerzas rusas ya controlan el sector norte. Edificios en llamas, montañas de escombros y coches desventrados componían ua estampa común en el Donbass. Uno de los edificios, un bloque de viviendas de varias plantas, parecía conservar solo la fachada: su interior parecía haber sido succionado . En el centro de Limán, vetado para cualquiera que no pertenezca a las Fuerzas Armadas, como en varios pueblos circundantes, dos centenares de civiles esperaban la posibilidad de huir sosteniendo bolsas de lona y maletas. «Hemos llenado once autobuses», indicaba Nikolai. »Mucha, muchísima gente…» Las imágenes mostraban niños de corta edad, ancianos con dificultades de movimiento y también heridos evacuados a bordo de ambulancias. En una de ellas, con blindaje casero, se apreciaban balazos y arañazos de metralla: las dos ruedas delanteras, así como el capó, habían quedado reventados.

Hoy su bicicleta está a la entrada de una escuela de música de Bajmut, que sirve de refugio para los que huyen del Donbass

Ni luz ni agua

La presencia rusa en Limán pone en riesgo el futuro de Sloviansk, a una docena de kilómetros, y también de Kramatorsk, a 8 kilómetros de la anterior y capital administrativa del Donetsk ucraniano, sometidas a duros bombardeos. Uno de ellos, el miércoles sobre las cinco de la madrugada, interrumpió el suministro eléctrico en algunos distritos de la ciudad dejando a 25.000 personas sin luz ni agua, aunque las autoridades iniciaron inmediatamente las reparaciones y los empleados confiaban en reanudar el servicio. Los hornillos eléctricos se han convertido en uno de los objetos más codiciados del Donbass tras el corte del suministro de gas.

«Una noche alarmante en Kramatorsk (…) El enemigo se está acercando. El peligro ya no está allí sino aquí, muy cerca de nosotros», dijo en un mensaje el alcalde de la ciudad. Con las sirenas antiaéreas permanentemente activas, la tensión se apodera de una población atenazada por la incertidumbre . El miércoles eran visibles más civiles en las calles, todos ellos en colas: filas frente a los contados supermercados y farmacias abiertas, colas de coches frente a las pocas gasolineras abiertas, con los surtidores literalmente envueltos en sacos terreros para evitar que una esquirla haga reventar el lugar por los aires, e hileras de personas en los puntos de distribución de ayuda humanitaria. Tras abastecerse, la población se resguarda en los sótanos, confiando en sobrevivir una noche más a la invasión rusa.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación