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Wolfgang Schäuble

En el escaño desde 1972, es el mejor canciller que Alemania no llegó a tener. Sus claves: la honestidad y haber sabido reconocer a tiempo sus errores

Schauble, durante la reunión de ministros de Economía y Finanzas de la eurozona en 2017
Rosalía Sánchez

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El mismo año en que empezó la carrera de Derecho en Friburgo, su ciudad natal, se inscribió en la Junge Union, las juventudes de la CDU. Y apenas obtuvo su doctorado, se presentó por este distrito a las elecciones del Bundestag con un lema de ... campaña que lo dice todo de él: «Construimos el progreso sobre la estabilidad». No solo consiguió ese escaño en 1972, sino que desde entonces no ha dejado de sentarse en él ininterrumpidamente, un hecho único en la historia de la República Federal que el parlamento alemán ha querido celebrar en un acto de homenaje. Y a sus 80 años, Wolfgang Schäuble ha aprovechado ese discurso en el Reichstag para lanzar un debate sobre renovación: «¿Qué tal si iniciamos un amplio debate público sobre cómo podemos reemplazar nuestra sobrerregulación perfeccionista, similar al gigante encadenado Gulliver, en un estado que casi se ha vuelto incapaz de actuar, a través de una reorganización fundamental de las tareas, para volver a ser más eficiente?», ha propuesto a los grupos parlamentarios, que unánimemente han participado en el acto de laureles. «Sé que atravesamos tiempos difíciles», ha tratado de animar a los renuentes, «lo sé porque yo he visto muchos de esos». Pero desde su experiencia, los apuros del día a día no deben abocar al cortoplacismo ni desmotivar la autocrítica: «Nadie puede afirmar seriamente que el orden federal de nuestro país, que es básicamente indiscutible, esté actualmente en buena forma».

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