¿Y por qué no un Papa musulmán en La Meca?

El empuje de la yihad, la “guerra santa” mencionada en varios pasajes del Corán, que protagonizan tanto Al Qaida como Estado Islámico , ha vuelto a despertar entre algunos una posibilidad con poco recorrido teórico: contar con una autoridad máxima que dicte una “fatua”, un decreto universal, contra el yihadismo terrorista.

El cisma histórico entre chiíes y suníes y la permanente hostilidad entre esas dos comunidades -atizada hoy por razones políticas en varios países- cierra el paso a esa posibilidad. Sí es viable plantearla, en términos prácticos, en el interior de la mayoritaria secta suní. De hecho hasta hace varios siglos el califa ostentaba una supremacía político-religiosa reconocida por toda la comunidad suní. Hoy solo quedan resonancias rituales. Una de ellas es el imán de la Kaaba , en La Meca, al que el propio monarca saudí cede en precedencia en la oración de la mezquita.

En términos teóricos, la posibilidad de un “Papa musulmán” es inviable. El sunismo subraya la relación directa del creyente con Dios, sin intermediarios, parecida en cierto modo al “solo las Escrituras” de los protestantes, que niegan la autoridad del Pontífice. Lo que no impide que los musulmanes devotos, tanto suníes como chiíes, caigan en el clericalismo y dependan del parecer de sus imanes y eruditos para muchos aspectos de su vida práctica.