La «rebelión» de los pequeños cerveceros
Modestas marcas alemanas viven su particular auge en un país con un decreciente consumo de la bebida nacional

En un país que no ha vivido una huelga general desde 1945, lo único que podría provocar un paro masivo sería un aumento drástico del precio de la cerveza. Está reflexión la podrá escuchar el residente extranjero en Alemania en la mesa de cualquier bar en la que un grupo de gente disfrute de su Feierabendbier (palabra compuesta que significa «cerveza de después del trabajo»).
Los alemanes tienen una merecida fama de amantes de la cerveza. No en vano, su país produjo 95 millones de hectolitros en 2011, según datos de The Brewers of Europe, asociación europea de la industria cervecera. Sin embargo, las estadísticas absolutas engañan: los alemanes «sólo» consumieron 107 litros de cerveza por cabeza en 2011 y ocupan así la tercera posición en Europa, por detrás de República Checa y Austria.
Pese a que Alemania esté en el «top 3» de las naciones cerveceras europeas, una mirada a las estadísticas acumuladas rebaja el optimismo: el consumo cayó sin pausa entre 2007 y 2011. Y esa tendencia no parece que vaya a cambiar: en 2013, la producción disminuyó un 2 por ciento respecto al año anterior. La industria cervecera alemana aprovecha así cualquier oportunidad para vender su productocomo la bebida nacional por excelencia.
Pequeñas marcas en auge
Pero no todos los productores germanos parecen igual de preocupados por el decreciente consumo: pequeñas marcas vienen ganando fuerza durante los últimos años en Alemania y levantan un interés cada vez mayor entre los medios y el público en general. Es el caso de Thorsten Schoppe, creador de una cerveza berlinesa de autor que lleva su apellido y cuya demanda supera holgadamente la capacidad de producción de su modesta fábrica.
«Hay una pequeña parte de la sociedad alemana que está cansada de las cervezas de la gran industria y tiene ganas de algo diferente. Buscan una cerveza en cuyo sabor noten la firma del productor. Ocurre algo similar con la comida: la gente se interesa cada vez más por la procedencia de los productos que consumen», afirma Thorsten a pocos metros de las vasijas de acero en las que elabora su cerveza.
En Alemania hay alrededor de 800 pequeños productores cerveceros que no suponen más del 1 por ciento del mercado, según los cálculos del propio Thorsten. Y teniendo en cuenta que la demanda sigue superando la oferta, el margen del crecimiento de este todavía marginal nicho parece grande. «Mi empresa sigue creciendo. Empecé yo solo y ya tengo a tres empleados», asegura el cervecero, que se levanta varias veces durante la charla para controlar los indicadores de las grandes vasijas.
La clave está en ofrecer lo que la gran industria no puede, asegura Thorsten: que el consumidor pueda beberse la cerveza mirando a los ojos de quien la hizo despierta la simpatía de la clientela local. Además, los cuatro tipos de cerveza del productor berlinés tienen un sabor mucho más acentuado (una incluso tiene un leve toque de cacao) que el producto más impersonal de la gran industria.
Con todo, Thorsten no considera que las grandes marcas sean su «gran enemigo» ni tampoco tiene una visión demasiado romántica de su profesión: «Si un gran productor me ofrece una buena suma, no tendré problema en vender alguna de mis marcas. Disfrutaría del dinero y me dedicaría a inventar nuevas cervezas».
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