Los republicanos hablan del «Katrina de Obama» ante la llegada masiva de niños inmigrantes

La negativa del presidente estadounidense de desplazarse a la frontera con México, para ver la realidad con sus propios ojos, ha sido comparada por sus oponentes políticos con la falta de tacto político de George Bush en 2005, cuando tardó en viajar a Nueva Orleans al ser devastada esa ciudad por el huracán Katrina.

«Nada ha sucedido ahí abajo de lo que no sea íntimamente consciente», se defendió Obama el miércoles por la noche, al término de su visita a Texas, donde acudió a varios actos de partido con el fin de recoger fondos para la campaña electoral de las legislativas de noviembre. Obama estuvo en Dallas y Austin, pero se negó a viajar más al sur, a la frontera de Río Grande, en la que desde octubre han sido detenidos 52.000 menores, en su mayoría procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras. «Esto no es teatro», insistió.

En su desplazamiento a Texas, Obama abordó la crisis con el gobernador de ese estado, el republicano Rick Perry. Tras el encuentro, Perry se refirió al símil con Katrina. «Creo que no es diferente de las críticas que recibió George Bush por no ir a New Orleans», afirmó. «Le he dicho al presidente: realmente quiero que vayas y veas eso, porque es importante que lo absorbas como padre y, más importante, como presidente de Estados Unidos», comentó Perry. En su opinión Obama «necesita ver con sus propios ojos lo que está pasando en la frontera».

El gobernador pidió a Obama un incremento del control policial de la frontera, con más patrullas, el despliegue de drones y de tropas de la Guardia Nacional y la reforma de la ley que está ralentizando la repatriación de los niños que llegan. Esa ley, aprobada con amplio consenso al final de la era Bush, abrió la puerta a la aceptación de menores que llegaban de países no limítrofes ante la posibilidad de que estuvieran escapando de abusos sexuales o de otro tipo.

Según los republicanos, la condescendencia de Obama con los inmigrantes ilegales que llegaron al país de pequeños con sus padres –su decisión de no aplicarles la expulsión requerida– ha tenido un efecto llamada y ha provocado la actual ola de menores que llegan solos, auxiliados o en ocasión explotados por redes de tráfico de personas. La violencia de grupos juveniles en países centroamericanos, así como su situación de pobreza, explicaría parte de ese éxodo hacia la primera potencia del mundo.