Sarkozy lucha contra todos
El expresidente francés está dispuesto a volver a la política a pesar de las seis causas judiciales que tiene pendiente
juan pedro quiñonero
Nicolas Sarkozy está más decidido que nunca a plantar cara y combatir , en una guerra política sin cuartel, a los jueces que desean procesarlo, a sus adversarios de izquierda que desean hundirlo, a sus adversarios de derechas que desean eliminarlo y a una opinión ... pública hostil a su retorno a la vida política activa que, en verdad, nunca ha abandonado.
Sarkozy se considera víctima de la hostilidad agresiva de la docena larga de jueces que instruyen el proceso de las seis causas que tiene pendientes. Pero Sarkozy no se arredra y espera poder demostrar su inocencia en todos y cada uno de los escándalos.
El expresidente de la República francesa considera injusta su imputación por delitos de corrupción y tráfico de influencias entre su abogado personal y dos magistrados del Tribunal Supremo. A su juicio, se trata de acusaciones «grotescas». Y se dice dispuesto a guerrear a pie firme para demostrar su inocencia cuando comience el proceso que le afecta directamente, dentro de año o año y medio.
También considera absurdas e injustas las acusaciones de eventual complicidad en varios escándalos en curso de instrucción, relacionándolo con algunos casos tan complicados como inflamables: el caso de las facturas falsas utilizadas por su partido, la UMP, para financiar su última campaña; o el de un posible trato de favor a un empresario que fue ministro de Mitterrand, Bernard Tapie.
Ese conflicto personal entre un expresidente de la República y una docena de jueces de instrucción no se resolverá pronto. Por otra parte, un 63 por ciento de los franceses no creen en el acoso judicial denunciado por Sarkozy.
En un segundo plano, Sarkozy también se considera víctima de una oscura y soterrada campaña, activa o pasiva, de las más altas jerarquías del Estado, acusadas de amparar o hacer el juego a los jueces que intentan destruirlo.
Sospechas
Sarkozy estima que François Hollande, presidente de la República, ha dejado filtrar de manera muy parcial e interesada documentos utilizados para comprometerlo «sin fundamento». Manuel Valls y Christiane Taubirá, primer ministro y ministra de la Justicia, son acusados de un comportamiento «complaciente» con los jueces que Sarkozy considera enemigos políticos que desean su decapitación pública.
Ni Sarkozy ni su guardia pretoriana hablan de ningún complot personal. Sí hablan de una «instrumentalización» de la Justicia.
Ese conflicto personal entre el expresidente y la cúpula política del Estado solo puede concluir en un nuevo duelo excepcional. Sarkozy sueña con volver a enfrentarse a Hollande en la próxima elección presidencial, en 2017. Ambos se odian. Y la guerra política en curso agrava el rencor y la determinación por parte del expresidente de presentarse.
En un tercer plano, Sarkozy tampoco olvida que tiene muchos enemigos en su propio bando, dentro de su propio partido.
Primarias
Alain Juppé –antiguo primer ministro de Jacques Chirac–, François Fillon y Sarkozy también aspiran a ser candidatos a la presidencia de la República. Juppé y Fillon han pedido la convocatoria de elecciones primarias para elegir al mejor candidato del centro-derecha a la elección presidencial del año 2017.
Sarkozy y su guardia pretoriana contemplan con mucha reserva las bizantinas maniobras de Juppé y Fillon, esperando que, llegado el momento, ambos desaparezcan ante la evidencia de la superioridad real o presumida del líder carismático y bonapartista, Nicolas Sarkozy, que sigue siendo el mejor dirigente conservador para una gran mayoría de simpatizantes y militantes conservadores.
Sin embargo, el capital de simpatía y solidaridad con Sarkozy, entre los electores conservadores, coincide con una hostilidad muy llamativa entre el resto de la opinión pública. Un 65 por ciento de los franceses dicen no desear la vuelta de Sarkozy a la política activa, prevista oficiosamente para finales de agosto o primeros de septiembre.
En Francia, los sondeos suelen ser útiles y eficaces. Pero solo son una foto fija, en un momento determinando. Sarkozy no se arruga ni amilana ante los malos sondeos. Bien al contrario, estima que es su deber volver a la política activa para salvar a Francia de una crisis creciente, que está relegando a la República a un puesto mucho más modesto en la escena europea e internacional.
Ese lenguaje enardece a una parte de la opinión pública, inquieta ante el declive nacional. Y Sarkozy espera presentarse como posible salvador. Él solo, contra todos.
Salvar a Francia
Solo contra una banda de jueces que le odian, a su modo de ver. Solo contra unas jerarquías del Estado que se complacen en la manipulación de la Justicia. Solo ante la crisis de su propio partido, cuando algunos de sus amigos pretenden enterrarlo prematuramente. Solo ante una opinión pública muy dividida entre partidarios y adversarios. Sarkozy se considera llamado a salvar a Francia intentando salvarse a sí mismo de la hoguera de escándalos donde está empantanada su carrera política.
Sin embargo, a los dos años de la elección de François Hollande, a tres años de la próxima elección presidencial, el retrato provisional de la realidad que ofrecen los sondeos parece anunciar un eclipse del liderazgo de Hollande y Sarkozy, cuando Manuel Valls, a la izquierda, y Alain Juppé, a la derecha, se perciben como posibles alternativas, muy provisionales todavía.
Sarkozy lucha contra todos
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