El socialista Manuel Valls admite que la izquierda francesa «puede desaparecer»
El «premier» dice que Marine Le Pen podría ganar las próximas presidenciales
JUAN PEDRO QUIÑONERO y JUAN PEDRO QUIÑONERO
El primer minsitro francés, Manuel Valls , resume la crisis de Francia, la crisis de su Gobierno y la crisis de su partido, el PSF, de este modo: «La izquierda puede morir, la izquierda puede desaparecer. Y Francia puede deshilacharse, víctima de una sucesión de ... crisis, crisis económica, crisis de identidad, crisis cultural, agravando el sentimiento de abandono que sufren muchos de nuestros compatriotas».
Valls hizo ese balance personal de la crítica situación en que se encuentra Francia dirigiéndose de manera solemne al Consejo Nacional del PS, reunido excepcionalmente el fin de semana en París, para hacer un balance de los resultados de las recientes elecciones municipales y europeas, que el primer ministro nacido en Barcelona resumió con la misma brutalidad: «El PS se encuentra en su peor momento, desde su refundación en el Congreso de Epinay, en 1971. Y la izquierda, en su conjunto, se encuentra en su peor momento de toda la historia de la V República».
Valls continuó su análisis haciendo una advertencia que tiene mucho de confesión patética: «Nuestro país puede deshacerse y entregarse a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las próximas elecciones presidenciales».
Manuel Valls planteó ante el Consejo Nacional del PSF —una suerte de dirección general del partido— un análisis crítico sin precedentes en la historia del socialismo francés, que ha conocido muchas crisis antes de caer en un estado inquietante. Con un 85 por ciento de opiniones negativas, Hollande continúa siendo el presidente más impopular de la V República. Los catastróficos resultados del PSF en las recientes elecciones municipales y europeas lo han situado en el nivel más bajo de credibilidad nacional, desde su refundación en el congreso de Epinay de 1971.
Valls solo calló una crisis, no menos grave: la división que él mismo ha acelerado, enfrentando a las distintas familias socialistas.
Una mayoría del PSF y el gobierno socialista continúa apoyando al presidente Hollande y su primer ministro. Pero una minoría creciente comienza a multiplicar las críticas que estallaron cuando Valls presentó, hace semanas, el proyecto gubernamental de 50.000 millones de euros de recortes.
Los recortes no se digieren
Esa amarga «píldora» presupuestaria pasa mal o muy mal en el gobierno, en el grupo parlamentario socialista, en el PSF, entre los militantes y entre la opinión pública. Consciente de esa impopularidad masiva, Valls ha decidido dramatizar la crisis, para intentar frenar unas críticas que podrían ser amenazantes, si estallaran nuevos movimientos sociales, tras las huelgas en la red nacional de ferrocarriles, que lleva seis días provocando graves transtornos.
Valls y los diputados críticos sostienen un grave duelo dialéctico.
A juicio de Valls, ejecutor de la política de Hollande, «no hay alternativa» a los 50.000 millones de recortes. A juicio de la izquierda crítica, Hollande, el gobierno y el PSF son víctimas de una política que califican de «anti social».
A juicio de Valls, Francia es víctima del catastrófico estado de sus cuentas públicas. Y considera indispensable recortar el déficit, reducir la deuda y sanear la economía del sector público. A juicio de la izquierda crítica, esa política está hundiendo la credibilidad de Hollande, su gobierno y su partido. Para los electores de izquierdas, se trata de una traición grosera. Para los electores de centro y derecha, Hollande está agravando todos los problemas.
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