Un banquero anticorrupción, nueva figura clave del islam en Nigeria

Lamido Sanusi, antiguo gobernador del Banco Central del país africano, acusó antes de ser apartado de su cargo a la compañía nacional del petróleo local de saquear de forma sistemática los ingresos del oro negro

EDUARDO S. MOLANO

Si hay un nombre que, en los últimos tiempos, ejemplifica de mejor forma el juego político, religioso y económico que rige el destino de Nigeria, ése es el de Lamido Sanusi. El pasado febrero, Sanusi, entonces gobernador del Banco Central del país africano, acusaba a ... la compañía nacional del petróleo local -Nigerian National Petroleum Corporation- de saquear de forma sistemática los ingresos del oro negro.

Entonces, durante una comparecencia ante el comité de finanzas del Senado, Sanusi aseguró que, de 67.000 millones de dólares vendidos de petróleo entre enero de 2012 y julio de 2013, cerca de 20.000 millones se habían «perdido» .

Tras la denuncia pública sobre la flagrante corrupción que asolaba el país, la reacción del Gobierno de Nigeria no se hizo esperar. Aunque ésta quizá no fuera la deseada: en lugar de abrir una investigación, el Ejecutivo decidió apartar de su cargo a Sanusi. Desde entonces, éste se ha convertido en uno de los más fieros críticos con el poder estatal.

Y ahora, sobre un mayor pedestal. Este fin de semana, Sanusi era elegido nuevo emir de Kano, tras la muerte días atrás de su antecesor, Al-Haji Ado Bayero, a los 83 años. El cargo es capital en Nigeria. El emir de Kano, estado al norte de Nigeria, es la segunda figura más importante del islam en la región (tras el sultán de Sokoto, Alhaji Muhammad Sa’ad Abubakar) y su peso consultivo y moral resulta determinante.

La elección de Sanusi, a su vez, demuestra un hecho igual de categórico: la total desconexión entre la clase política del sur (de mayoría cristiana) y el norte (musulmán). Una desunión que es palpable en el manejo por parte del presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, de la crisis abierta con la milicia islamista de Boko Haram. En los últimos tiempos, el mandatario ha pretendido «exportar» tácticas utilizadas con los rebeldes sureños del Delta del Níger a la hora de negociar con los norteños Boko Haram, quienes han acabado con la vida de al menos 3.000 personas en el último año. Desde amnistías a promesas políticas, nada parece funcionar.

Diferencias norte-sur

Sobre todo, porque las conexiones de Jonathan (un sureño de Ogbia, localidad situada en la Delta del Níger) con las élites del norte escasean casi de forma absoluta.

La paradoja norte-sur es evidente. En la actualidad, según el Servicio Nacional de Estadísticas, cerca del 69% de la población (112 millones de personas) vive por debajo del índice de la pobreza y una cuarta parte se encuentra desempleada. Y aquí, la geografía es notable.

«A pesar de que el crecimiento económico de Nigeria es cada vez mayor (al 7% anual), la proporción de nigerianos que viven de forma mísera también va en aumento», reconoce el jefe del organismo, Yemi Kale.

En este sentido, las crisis se muestra más evidente en el norte del país. Por ejemplo, en el Estado de Sokoto (donde reside el líder espiritual del islam en Nigeria, el sultán Alhaji Muhammad Sa’ad Abubakar) el 81.2% de sus residentes viven con menos de un dólar al día . Una pobreza manifiesta de la que se sirve Boko Haram para captar a sus nuevos miembros. Mientras, en el meridional Osun, tan solo lo hace el 38%.

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