El sindicalismo opositor gana la batalla de la huelga general a Kirchner
La suspensión en Argentina de los transportes y los cortes de calles llevados a cabo por los piquetes convirtieron el jueves en domingo
carmen de carlos
La crónica estaba anunciada. El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner perdió la batalla contra la huelga general. El sindicalismo opositor que encabezan el camionero y líder rebelde de la Confederación General del Trabajo, Hugo Moyano, y el gastronómico de la CGT Azul y ... Blanca, Luis Barrionuevo, logró su objetivo: El paro tuvo un alto acatamiento. Para sus promotores el seguimiento fue «del 95 por ciento». Para el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, la situación se redujo a «un gran piquete nacional con paro de transporte».
La suspensión del transporte público y los piquetes que cortaron las principales vías de acceso a la capital argentina convirtieron el jueves en un domingo. La ciudad estuvo libre de atascos y la actividad fue prácticamente nula. Buena parte de los bancos cerraron sus puertas. Lo mismo sucedió, salvo excepción, con los comercios, oficinas, colegios y centros de trabajo. Aerolíneas Argentinas, Austral, Lan y otras compañías aéreas dejaron los aviones en los hangares mientras los barcos permanecían atracados en la totalidad de los puertos argentinos.
Las grandes superficies sortearon con diferente fortuna el primer paro del año y el segundo en seis años y medio de Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Además de Buenos Aires, en las dos provincias más importantes Córdoba y Santa Fe, la ausencia de transporte inclinó la balanza a favor de la huelga. Lo mismo sucedió –con matices- en San Luis , Chubut, Mendoza, Misiones y San Juan. Y con menor intensidad en Tucumán (parcial), Santiago del Estero (bajo) o Formosa (irregular).
Sin autobuses, metro, trenes ni taxis y con un sol radiante en la Capital Federal, el peronismo sindical que un día fue estrecho aliado del Gobierno, celebró una jornada de parálisis. El «éxito» rememoraba sus antiguos triunfos de los años 80 cuando el adversario no era una peronista como Cristina Fernández sino un presidente de la Unión Cívica Radical: Raúl Alfonsín. A éste le castigaron con trece huelgas generales en cinco años y medio de Gobierno y a su correligionario, Fernando De La Rúa, con ocho en dos. Néstor Kirchner no contabilizó ninguna durante su gestión.
La lectura de la convocatoria se escribe en función de la ideología de quien se pronuncie. Para el oficialismo la iniciativa respondía a intereses políticos y apuntaba, entre bambalinas, a Sergio Massa como instigador en las sombras. Massa fue jefe de Gabinete de Cristina Fernández y hoy –según los sondeos- es un firme candidato, muy crítico con su gestión, a sucederla en la Casa Rosada.
Golpe al Ejecutivo
Los leales a la viuda de Néstor Kirchner empapelaron la ciudad con carteles con fotografías de Barrionuevo y el ex presidente Carlos Ménem junto a la leyenda, «Fundieron el país, ahora lo paran. Más de lo mismo», el signo de más y los colores del Frente Renovador son la seña de identidad partidaria de Massa, el hombre que arrasó en las elecciones legislativas del pasado año. La demonización de los años 90, marcada por la gestión de Menem, es un recurso frecuente y rentable entre el kirchnerismo. Lo sorprendente es que para el difunto ex presidente Néstor Kirchner «el primer Gobierno de Menem fue el mejor de la historia» (sic) y el hoy senador es aliado de su viuda a la que acostumbra a beneficiar con su voto desde la Cámara Alta.
El golpe de la huelga general lo acusó el Ejecutivo que sacó a algunas de sus principales espadas a la palestra para contrarrestar con palabras las demandas de los sindicalistas que justificaron la medida, por la necesidad de aumentos salariales (más del 40 por ciento), la revisión de un impuesto a la renta que grava a los trabajadores con ingresos superiores a 1.875 dólares al mes, la actualización de las jubilaciones, la extensión de subvenciones por hijo a todas las familias y en protesta por la inseguridad.
Choque de derechos
El ministro del Interior, Florencio Randazzo, calificó el paro de «extorsivo. Los pibes no pueden ir al colegio. Hay derecho a huelga pero también hay derecho a que la gente pueda trabajar». En la misma línea se manifestó el titular de Educación, Alberto Sileoni, al considerar los piquetes –medio centenar en el país-, «una suerte de coacción para que la gente no pueda venir a trabajar», dijo antes de añadir que en el sector de los docentes «este año ya tuvimos mucho paro». En rigor, los maestros no se sumaron a la huelga pero el transporte condicionó la llegada a sus puestos de trabajo y la de los estudiantes. Este año los docentes, en diferentes provincias argentinas, llegaron a comenzar las clases casi un mes más tarde. Inicialmente reclamaban aumentos hasta del 60 por ciento que justificaban por las desigualdades en el sector, la inflación actual y la futura pérdida de poder adquisitivo.
El jefe de Gobierno Mauricio Macri , otro candidato a las elecciones del 2015 coincidió en algo con el Gobierno: «En la Argentina que viene tenemos que decirle basta al autoritarismo».
El sindicalismo opositor gana la batalla de la huelga general a Kirchner
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete