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Táchira, el bastión de la oposición a Maduro, en pie de guerra

La rebelión de los «gochos» continúa en el estado más antibolivariano de Venezuela, pese a la represión ejercida por las Fuerzas de Seguridad

Táchira, el bastión de la oposición a Maduro, en pie de guerra alvaro ybarra zabala

Jorge Benezra

El estado de Táchira se localiza en la región de Los Andes, al suroeste de Venezuela. Por la propia situación del territorio, en el eje fronterizo, San Cristóbal, su capital, constituye un importante polo económico basado sobre todo en el comercio. De esta tierra son originarios nada menos que siete presidentes de Venezuela, que gobernaron en su mayoría gran parte del siglo XX: Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Marcos Pérez Jiménez, Carlos Andrés Pérez y Ramón José Velázquez. Para los tachirenses, sus nombres son asimilables a los de guerreros y libertadores.

Los originarios de esta zona son opositores por excelencia. La mayoría de los habitantes de San Cristóbal abjuran de la revolución bolivariana y así se demostró en las últimas elecciones, cuando los seguidores del presidente Nicolás Maduro solo lograron 12 de un total de 29 alcaldías.

Llegar a esta región es encontrarse a la gente saturada de la coyuntura política en Venezuela. Los «gochos», como se conoce en el resto del país a quienes viven en estas regiones andinas, se han puesto sin ambages en pie de lucha.

El detonante de las manifestaciones contra el Gobierno de Nicolás Maduro fue el intento de violación de una estudiante de la Universidad de los Andes. La inseguridad galopante en Venezuela –el año 2013 se cerró con veinticuatro mil muertes violentas– impulsó a los estudiantes de las universidades Católica y de los Andes a organizar marchas de protesta. Y fue allí donde todo comenzó. Ese día, el pasado 4 de febrero, Reinaldo y Leonardo Manrique y Jesús Gómez, convocantes de las manifestaciones, fueron arrestados por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y enviados a una cárcel de alta seguridad en otra región del país.

Oleada de disturbios

La acción provocó una oleada de disturbios que luego se extendió a varias ciudades del país y que el Ejecutivo vende hoy como un «golpe de Estado en desarrollo».

La situación empeoró el pasado 12 de febrero , cuando un sector de la Mesa de la Unidad Democrática, liderado por el dirigente político Leopoldo López, convocó a una marcha en Caracas, en la que, además de exigir la liberación de los estudiantes, se incorporaron quejas por la situación económica y se reclamó la dimisión como presidente de Maduro.

Los vecinos ofrecen a los «guarimberos» comida y acogidaSan Cristóbal se ha convertido ya en el principal foco de protesta contra el poder bolivariano. Las principales vías y barrios de la ciudad aparecen cercados por barricadas, construidas con basura, muebles viejos, piedras y alambre de espino. Las pintadas en las calles contra el Gobierno son incontables: «Gochos arrechos reclaman sus derechos». Tampoco faltan los muñecos ahorcados con el rostro del presidente Maduro. Un joven de la resistencia expresa la beligerencia tachirense: «Si San Cristóbal fuera la capital de Venezuela, ya tendríamos un nuevo Gobierno».

La ciudad es la representación viva del caos. La vida en sus calles se ha escapado de cualquier control y la trama urbana muestra el aspecto de un campo de guerra: neumáticos quemados, aceite en el asfalto, alcantarillas levantadas, escombros y muebles viejos cruzados en la calzada. Durante el día, los estudiantes se dedican al refuerzo de cada una de las barricadas y a elaborar bombas incendiarias de fabricación casera. También acumulan un gran número de piedras «para defendernos».

A diferencia de Caracas, aquí los jovenes no estan solos. Vecinos de los barrios más radicales como San José Obrero, Pueblo Nuevo, Calle Carabobo o Sucre, conocida desde hace semanas como «Sucrania» en alusión al conflicto en Ucrania, han decidido aparcar la indiferencia y colaboran con los «guarimberos» –así se conoce a los opositores a Maduro– con alimentos y acogida en sus casas en caso de resultar necesario.

Maduro, tras manifestar públicamente su preocupación por la situación creada en Táchira, a la que llegó a calificar de «gueto de violencia», ordenó la militarización del estado . También ha denunciado que supuestos paramilitares de Colombia mandados por el expresidente de ese país, Alvaro Úribe, están contribuyendo a mantener viva los que mantienen las protestas.

Sin comida ni combustible

Los ciudadanos han decretado una especie de toque de queda. Todo está paralizado. En las zonas tomadas, los comerciantes no se atreven a abrir las puertas de sus establecimientos. En el centro de la ciudad, la actividad cesa a primera hora de la tarde. El transporte público no trabaja por miedo a que le quemen los vehículos. De hecho, el Gobierno se ha visto en la obligación de trasladar vehículos que presten el servicio de transporte público, si bien en un número insuficiente.

Recorrer San Cristóbal hoy es afrontar un travesía casi desierta, y al caer la noche solo existe un interés común de los pocos que se atreven a transitar sus calles: defenderlas de la Guardia Nacional y de los colectivos armados que han atacado ya algunas urbanizaciones para evitar que la gente salga de sus casas con la intención de protestar.

La comida escasea, no se encuentran los productos de primera necesidad, como harina de trigo, aceite, azúcar, café o papel higiénico, y ni mencionar el gas de consumo doméstico y el combustible para los automoviles, que solo puede adquirirse con una tarjeta electrónica suministrada por el Estado.

Los indicadores económicos del último año ponen al desnudo la profunda crisis económica por la que atraviesa el país. Según datos del Banco Central de Venezuela, los alimentos básicos no existen en un tercio de los comercios; la inflación del año pasado cerró como la más alta del mundo, con una astronómica tasa del 56,3%.

«Nos quieren aplicar el mismo sistema que a Cuba»Las filas frente a los supermercados para conseguir productos de primera necesidad son largas, hasta perderse de vista en algunos casos, como en el supermercado Garzón, situado en Las Vegas de Táriba. A los clientes les marcan el brazo con el número que les corresponde. Bertha, una ama de casa que guarda cola, grita enfurecida: «Soy colombiana, y en 27 años que llevo en este país jamás había vivido una situación tan horrible y denigrante. Nos quieren aplicar lo mismo que hacen con el pueblo cubano».

Maduro, en su estrategia para desarmar la resistencia tachirense, ha destituido y enviado a prisión a Daniel Ceballos, alcalde de San Cristóbal, perteneciente al mismo partido político del líder opositor Leopoldo López . El Gobierno venezolano lo acusa de «rebelión civil y agavillamiento».

La violencia en San Cristóbal en los últimos días se intensifica: heridos de bala en la ciudad de Rubio, la quema del núcleo de la Universidad Nacional de la Fuerza Armada (Unefa) en San Cristóbal y el asesinato del funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana, son solo algunos capítulos de una espiral de violencia sin visos de aplacarse.

Las cifras de la represión contra manifestantes hablan por sí solas: varias organizaciones de derechos humanos, como el Foro Penal , que ya contabilizan 1.938 detenciones y una treintena de fallecidos. Analistas políticos ya han advertido de que en Venezuela se ha activado un proceso de represión de la disidencia política mediante acciones judiciales que han venido sufriendo en sus propias carnes los opositores más significados.

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