Las vidas rotas del vuelo desaparecido MH 370

A bordo iban hasta dos jóvenes iraníes con pasaportes robados sobre los que al principio recayeron las sospechas de que fueran terroristas, pero cuyos avatares han revelado luego que la inmigración ilegal no es sólo cosa de pateras y saltos de vallas. En su ansia por alcanzar el «europaraíso», donde ya les esperaban sus familiares, ambos muchachos lograron burlar las aduanas y unos controles de seguridad en los aeropuertos que, desde el 11-S, parecían inexpugnables. Pero no al destino, que ha hecho realidad sus deseos de invisibilidad borrándolos de la faz de la Tierra.

Más triste aún es el caso de los tres niños chinos y las dos niñas americanas que viajaban con sus familias. Con entre dos y cuatro años, el que seguramente era el primer vuelo de sus vidas es probable que se haya convertido también en el último. La semana pasada, el más pequeño de ellos, Wang Moheng, de dos años, disfrutaba con sus padres y abuelos maternos de unas agradables vacaciones en el Sudeste Asiático. Su madre, Jiao Weiwei, de 32 años, colgaba el martes 4 en WeChat , una especie de WhatsAPP chino, un mensaje lamentándose de que «en pocos días volveremos a estar respirando el aire contaminado de Pekín». Por desagracia para ella, sus temores no llegaron a cumplirse.

En el colmo de la mala suerte, Paul Weeks, un ingeniero neozelandés de 39 años, sobrevivió al terremoto que en 2011 asoló su ciudad, Christchurch. Después de trasladarse con su esposa a Perth (Australia), donde tuvieron se segundo hijo el año pasado, se dirigía a Mongolia porque le había salido un magnífico trabajo en sus minas. Antes de partir, se quitó su anillo de boda y el reloj y se los entregó a su mujer, Danica. «Si algo me pasara, el anillo para el primero de nuestros hijos que se case y el reloj para el otro», le dijo, según ha relatado ella en diversos medios internacionales.

Paradójico es también el caso de Liu Rusheng, un maestro calígrafo de 76 años que viajaba acompañado de su esposa, Bao Yuanhua, de 63. Tal y como contaba en Weibo, la copia del censurado Twitter, tenía un sello de mármol para firmar sus obras donde rezaba «Los cielos me protegen, por eso soy feliz». En las redes sociales, sus amigos se preguntan si llevaba consigo dicho amuleto en el fatídico vuelo MH 370.

Liu Rusheng pertenecía a una delegación de unos veinte calígrafos y pintores que habían expuesto sus obras en el Centro de Artes Orientales de Kuala Lumpur. Allí acababa de ganar un premio el pintor uigur Maimaitijiang Abula, de 35 años. Por ser de Xinjiang, la región musulmana que sufre violentas tensiones independentistas, numerosos internautas chinos lo culparon de inmediato en las redes sociales al conocerse la desaparición del avión el pasado sábado. Tan solo una semana antes, una decena de hombres armados con cuchillos y machetes, presuntos separatistas de Xinjiang, habían matado a 29 personas en la estación de trenes de Kunming y todo lo que sonara a uigur se asociaba automáticamente al terrorismo islámico. Con el paso de los días, su imagen pública se ha limpiado, pero sus familiares suman los insultos al dolor por haberlo perdido.

«Cada día tenemos menos esperanzas», se lamentaba a ABC Zhao Xin, cuyo hermano, Zhao Gang, regresaba de Malasia en el avión desaparecido después de un mes impartiéndole un curso de formación a los clientes a los que su empresa había vendido varias grúas. Aunque Zhao Gang era «un gran nadador» y su hermana cree que «se habría salvado si hubiera caído al mar», a medida que transcurren las horas se extinguen las posibilidades de que regrese a su casa de Dalian, en la provincia costera de Liaoning, con su mujer y su hijo de 20 años.

Alojados en el Hotel Lido de Pekín, los familiares de los pasajeros agotan su paciencia por la falta de información de Malaysia Airlines y la caótica búsqueda. «Espero que el rastreo se haga de forma más eficiente que hasta ahora y que, además de por mar, se busque por tierra», explicaba bajo una melé de periodistas un hombre apellidado Zhao, amigo de un matrimonio desaparecido de Shandong. Lo que sea con tal de encontrar cuanto antes a los pasajeros de fatídico vuelo MH 370. Todo indica que sus vidas ya están rotas, pero aún hay que recuperar sus pedazos.