El buen estado del náufrago del Pacífico siembra dudas sobre su increíble odisea
Tras más de un año a la deriva apenas ha perdido peso y no tiene quemaduras en la piel
pablo m. díez
Tras asegurar que ha protagonizado un milagro difícil de creer, como sobrevivir más de un año en un pequeño bote a la deriva en el Pacífico, el náufrago de El Salvador rescatado la semana pasada en un atolón de las Islas Marshall se declara ahora « ... un firme creyente».
Desde Majuro, la capital de dicho archipiélago de la Micronesia, así lo relataba ayer a ABC por teléfono el hombre que mejor lo está conociendo estos días. Se trata de Damien Jacklick, a quien se le ha encomendado cuidar del náufrago José Salvador Alvarenga por ser el director de Inmigración de este pequeño país insular.
«Le han hecho algunas pruebas y está bien, aunque sufre dolores musculares porque ha pasado mucho tiempo durmiendo sobre la superficie dura del bote», detalló el funcionario, quien explicó que Alvarenga, de 37 años, fue dado de alta el martes por la noche. Alojado en un «resort» turístico de la ciudad, se alimenta a base de una dieta especial de proteínas para que su organismo se recupere de una odisea de 12.500 kilómetros que ha durado 430 días.
Según confirmó ayer en México a la agencia France Presse su patrón, Guillermino Rodríguez, Alvarenga salió a navegar el 20 de noviembre de 2012 –un mes antes de lo que él mismo había contado– en la costa al suroeste del estado de Chiapas. Junto a un adolescente llamado Ezequiel, que murió al cabo de un mes, iba a cazar tiburones por un jornal de 1.500 pesos (75 euros).
Pero su bote, de siete metros y fabricado con fibra de vidrio, acabó mar adentro cuando empezó a soplar un viento muy fuerte y no pudieron regresar a la orilla. Alertados por los otros pescadores, los servicios de emergencia estuvieron buscándolo con un helicóptero durante cuatro días. Al no encontrarlo, todos pensaron que se lo había tragado el océano. Ayer, cuando los periodistas aparecieron por el pueblo de Chocohuital, en el municipio de Pijijiapan, mostrando fotografías de Alvarenga, sus compañeros no se lo creían. «¡Es él, es “La Chancha”, no hay duda!», exclamaron llamándole por su mote, «El Gordo».
Esta corpulencia, que no ha perdido a tenor de sus últimas fotos, ha despertado entre algunos expertos ciertas dudas sobre la veracidad de su historia, ya que no está tan raquítico ni demacrado como se espera de un náufrago. Tras su rescate, Alvarenga solo ha revelado unos cuantos detalles de su periplo, como que comió peces y pájaros y que bebió agua de lluvia, sangre de tortuga y hasta su propia orina para sobrevivir.
No conoce a su hija
Aunque ha reconocido que se planteó el suicidio, «pensaba en su familia para vivir», señaló Damien Jacklick, quien no entiende español pero definió como «muy emocionante» el momento en que Alvarenga telefoneó a su familia en El Salvador, de donde se marchó hace 15 años. Allí le espera su hija Fátima, a la que no conoce porque nació poco después de que emigrara a México. «Es un milagro, una señal de que Dios ha sido misericordioso con su vida», se congratulaba su madre, María Julia, con lágrimas en los ojos, según un despacho de AFP.
Además de reunirse con sus seres queridos, lo primero que quiere hacer Alvarenga es visitar a la familia de su compañero de embarcación, que falleció porque vomitaba y no podía digerir la carne cruda con la que él se alimentaba. Como concluyó Jacklick, «estamos trabajando para que vuelva lo antes posible a su casa».
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