El Líbano, a una media de bomba por semana
La guerra en la vecina Siria provoca una espiral de violencia entre extremistas chiíes y suníes
maría iverski
Ni por su deliciosa comida ni por sus ciudades legendarias como Biblos o Tiro… El Líbano vuelve a copar las portadas de los periódicos por su infausta relación con una violencia a la que se empeña en permanecer irremisiblemente unido en contra de los deseos ... pacíficos de la mayoría de su población cristiana, suní y chií.
Las cifras hablan por sí solas: en las últimas cuatro semanas el país ha sufrido cuatro atentados con coches bomba que han dejado más de veinte muertos y centenares de heridos. El primero de ellos, el más visible y aparatoso de todos, se producía el pasado 27 de diciembre en pleno centro de la capital libanesa y a escasos metros del lugar en el que fue asesinado el ex ministro Rafik Hariri en 2005. El objetivo era un antiguo ministro de economía libanés, Mohammad Shatah, y colaborador muy cercano del hijo del difunto Rafik, Saad Hariri. Ocho personas murieron sin que por el momento, y a pesar de la colaboración del FBI con las autoridades libanesas, se sepa nada de los autores. El propio Saad Hariri señalaba hace poco en una entrevista a Siria como instigadora, una acusación que fue desmentida por el régimen de Bashar al Assad de inmediato.
El 2 de enero la acción de un suicida a bordo de un Grand Cherokee cargado con 20 kilos de explosivos provocaba otros cinco muertos en los suburbios del sur de Beirut, la considerada como zona feudo del partido chií Hizbolá. El Estado Islámico de Irak y el Levante, un grupo vinculado a Al Qaida, se responsabilizaba en internet del ataque anunciando que se trataba de «un primer pago de la gran cuenta que les espera a estos criminales por su implicación en Siria (en referencia a Hizbolá)».
La actuación de los radicales se extendía poco después a la ciudad de Hermel, situada en el norte del país en el valle de la Bekaa, sumando cinco nuevos muertos a la lista el 16 de enero. Hermel, una villa en la que Hizbolá disfruta de un amplio apoyo, era castigado en esta ocasión por el Frente al Nusra del Líbano, escisión de uno de los principales bandos islamistas que combate en Siria al régimen de al Assad. Los terroristas describían en su cuenta de Twitter el atentado como una «respuesta frente a los crímenes cometidos en Siria contra mujeres y niños suníes».
La última de las explosiones por coche bomba tenía lugar este 21 de enero, afectando, una vez más, al bastión de Hizbolá en los barrios del sur de la capital libanesa. Cuatro personas perdían la vida en otro atentado suicida reclamado por el Frente al Nusra, quienes pretenden debilitar de esta manera al partido de Hassan Nasralá y alejarlo de la vecina Siria.
Un control imposible
Los pronósticos, de acuerdo con fuentes militares consultadas por ABC, no resultan tranquilizadores dibujando un escenario ligado a la evolución del conflicto en Siria. «Hizbolá continuará luchando al lado del régimen sirio y seguirá como la clave de bóveda en la seguridad del Líbano. De la contención de Hizbolá ante estos atentados dirigidos contra la comunidad chií dependerá que la violencia entre en una espiral sin control» apuntan.
La preocupación de las autoridades libanesas quedaba de manifiesto este martes cuando el ministro de Interior, Marwan Charbel, mostraba su impotencia ante los medios después del último atentado que ha resquebrajado el frágil equilibrio del país: «En una zona tan poblada como el sur de Beirut ¿cómo vamos a inspeccionar cada vehículo que entra aquí?» se preguntaba.
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