Sexo y política en el Elíseo
Es casi una tradición en Francia que los dueños del poder se vean envueltos en constantes y enrevesados líos de faldas
juan pedro quiñonero
Sexo y política se han confundido con mucha frecuencia en la historia de la residencia oficial del jefe del Estado, el palacio del Elíseo, cuyos muros han sido testigos de los devaneos galantes más tórridos y secretos, desde hace dos siglos.
A mediados del siglo ... XIX, la gran historia de amor entre una española, granadina, Eugenia de Montijo, y el último de los emperadores franceses, Napoleón III, terminó complicándose con las infidelidades del esposo, que decidió construir un pasadizo secreto, que unía el Elíseo con el domicilio de su amante. Es leyenda que Napoleón III eludía sus «deberes» matrimoniales, escapándose por un pasadizo que comenzaba tras la antigua capilla del Elíseo y terminaba en el lecho de su amante. En el espacio de la antigua capilla y el desaparecido pasillo se encuentra hoy buena parte del búnker desde donde el jefe de estado controla y puede hacer intervenir el arma nuclear.
Décadas más tarde, el presidente Félix Faure murió en el lecho de plumas de una gran batalla amorosa. Muchos historiadores han afirmado que Faure murió en su dormitorio privado del Elíseo, cuando su amante, Marguerite Steinheil, le hacía una larga felación. Otros prefieren afirmar que Faure murió cuando hacía el amor instalado en la posición más convencional del «misionero». Con la excepción del general de Gaulle y Georges Pompidou, el resto de las presidentes de la V República han dejado su impronta personal en esa historia por escribir de las relaciones de sexo y política en el palacio del Elíseo.
Es leyenda que Valery Giscard d’Estaing celebró su llegada al Elíseo con una ronda nocturna, en su coche personal, ante el balcón de una señora con quien se le atribuyó una «relación íntima». Años más tarde, se escribió que tuvo otra tórrida historia con una señorita que se ocupaba de sus relaciones con la prensa europea. François Mitterrand no dudó en instalar a la más famosa de sus amantes, Anne Pingeot, y a la hija de esa relación, Mazarine, en un palacio anexo al Elíseo. Esa instalación ofrecía al jefe del Estado la posibilidad de pasar de una familia a otra, con extrema facilidad, cruzando una calle. En el Elíseo se instaló la familia oficial. En un palacio anexo la familia secreta. Ambas familias solo se reunieron ante la tumba del presidente, durante su entierro.
Jacques Chirac llegó al Elíseo con una escandalosa fama de mujeriego, confirmada personalmente por su esposa. Se le adjudicaron muchos amoríos. Quizá su aventura más legendaria pudo ser con Claudia Cardinale. Varios de sus biógrafos han dado detalles al respecto, jamás desmentidos.
Nicolas Sarkozy llegó al Elíseo cuando estaba separándose de su segunda esposa, Cecilia. Entre la separación con Cecilia y el encuentro con su tercera esposa, Carla Bruni, Sarkozy sostuvo una apasionada relación con una periodista conservadora que «cubría» el Elíseo, precisamente.
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