entrevista
«Brasil está lejos de ser el paraíso que los europeos imaginan»
El escritor brasileño Joao Ubaldo Ribeiro, premio Camoes, atiende a ABC
VERónica goyzueta
El escritor brasileño Joao Ubaldo Ribeiro (Itaparica, 1941), ganador en 2008 del Premio Camoes, el más importante de la literatura en portugués, considera «legítimas» las recientes protestas en el gigante sudamericano. «De pronto parece que la paciencia se agotó y la gente salió a las ... calles», subraya durante una entrevista con ABC. El autor de la novela «Viva o Povo Brasileiro» es un experto en el alma brasileña, no sólo como escritor sino también por sus estudios en Ciencia Política y en Administración Pública. El escritor, que vivió en Estados Unidos y Alemania, escribe para varios diarios, entre ellos «O Globo» y «Die Zeit».
—¿Cuál es el origen de las protestas?
—Brasil está lejos de ser el paraíso –o de ir camino del mismo– como muchos europeos imaginan. Incluso los taxistas en Europa me preguntan sobre Brasil, fascinados por su crecimiento. Pero nuestro país tiene problemas serios. Hay desvío de recursos, no sólo por corrupción, también por incompetencia administrativa. La inseguridad en las calles, la falta de un sistema penitenciario adecuado. La situación en el noreste, la maquinaria administrativa hinchada, la falta de saneamiento, los terribles problemas de infraestructura, los cuellos de botella en la exportación de nuestros productos. De pronto parece que la paciencia se agotó y la gente salió a la calle.
—¿Por qué un país que ha crecido tan rápido se enfrenta a una situación como esta?
—Brasil no está creciendo tanto como se piensa. Hace mucho tiempo que el crecimiento del PIB está disminuyendo, y eso se ha afrontado como si fuera una emergencia. El gobierno toma medidas fiscales temporales para fomentar sectores de la industria y estimular el consumo. Las previsiones del PIB para este año se han rebajado más.
—¿Se trata de una protesta de la clase media? ¿Cómo ve la participación de los más pobres?
—Parece que es una protesta de la clase media. Pero la expresión clase media en Brasil se ha vuelto un concepto elástico. Ha tenido un crecimiento demográfico enorme, porque el gobierno la ha delimitado con unos criterios financieros y de ingresos ridículos. No parece que la nueva clase media participara. La baja participación de los pobres puede ser por problemas de educación e información. Los más pobres no parecen conectar lo que sucede en el gobierno con su vida cotidiana. Están anestesiados, son víctimas de condiciones impensables en cualquier país más desarrollado.
—¿Las protestas son legítimas? ¿Qué piensa de sus reivindicaciones?
—Son absolutamente legítimas, incluso desde el punto de vista jurídico. Es legítimo y deseable porque los brasileños han tenido más un comportamiento de súbdito que de ciudadano, más de testigo que de actor. Debemos celebrar que todavía vivimos, aunque con muchos problemas, en una democracia. Sobre la lista de reivindicaciones, creo que los hechos y sus consecuencias sugerirán nuevos puntos. Los movimientos lograron varias victorias en cuestiones estancadas durante años y, de repente, se resolvieron en unas horas en el Congreso.
—¿Estos movimientos se pueden comparar al que hubo contra la dictadura en 1985 o al que destituyó al expresidente Fernando Collor en 1992?
—Son incomparablemente más amplios, un poco menos emocionales y de consecuencias más profundas. Es posible que se esté desarrollando una nueva conciencia nacional en la juventud, una nueva actitud hacia los gobernantes y, espero, hacia la política. Se trata de un rechazo a los actores presentes, a prácticas que pueden corregirse y evitarse, sin abdicar de la esencia política de la sociedad.
—¿No es una paradoja que suceda esto con un gobierno del Partido de Trabajadores (PT) y dirigido por una exguerrillera?
—No es ninguna paradoja. Quienes conocen este partido saben lo que ha hecho. Su líder máximo todavía manda, no diría que como una eminencia gris de la presidenta Dilma (Rousseff), pero casi como un gran visir con poderes decisorios. Este hombre ya desdijo todo lo dicho en campaña, casi todo lo que decía cuando era oposición. Fue a la casa de Paulo Maluf, un diputado perseguido por Interpol por malversación de fondos públicos, y le estrechó la mano. Esto es simbólico para los brasileños. Lula nunca tuvo ideas, siempre tuvo ambiciones y hace cualquier cosa para mantenerse en el gobierno. El PT tenía una marca, era el partido de la ética, que se comportaba contra los patrones tradicionales de la política brasileña, y pasó a hacer lo mismo cuando llegó al poder o peor.
—¿Por qué hay tantos brasileños insatisfechos con la FIFA y el Mundial?
—Los brasileños siguen tan absorbidos por el fútbol como antes, pero tal vez con más madurez. Ya no dependen de él para afirmar su orgullo nacional, pero siguen considerándolo una de las alegrías de la vida. Lo que pasa con la FIFA es que está siendo vista con una nueva perspectiva. Hay rumores de corrupción, de enriquecimiento ilícito de dirigentes.
—¿Necesitamos un nuevo modelo democrático? ¿La reforma política contribuirá a un cambio?
—Sí, la reforma política es muy importante en Brasil. Tenemos que buscar la fidelidad partidista para que no se cambie de partido como de camisa, por intereses que no tienen nada que ver con el interés público. Tenemos que reformar el sistema electoral, que hoy es de representación proporcional y favorece la proliferación de pequeños partidos. No hay necesidad de prohibirlos, pero tienen que depurarse naturalmente. Necesitamos un nuevo modelo, mejorar las instituciones.
—¿Estábamos subestimando la capacidad de protestar de los brasileños, de los jóvenes?
—Quizás sí. Yo mismo me quejé mucho. Llamé al pueblo brasileño rebaño, espectador en vez de participante. Y estas manifestaciones han sido una gran sorpresa. Todos esperaban que siguiera el mar de la indiferencia, el cinismo, una actitud muy frecuente entre brasileños que no creen que superemos algunos de nuestros enormes y vergonzosos problemas.
—¿Cómo ve el papel de internet en la convocatoria de las protestas y denuncias contra la Policía y los gobiernos?
—Es visible su capacidad de movilización, de difusión de noticias al instante. En el futuro será posible una manifestación simultánea mundial de mil millones de personas. Hubo una protesta al mismo tiempo en Río de Janeiro, Sao Paulo y en otras grandes ciudades brasileñas. Pero puede ser en Nueva Delhi, Madrid, Lisboa, Londres. En las protestas brasileñas hubo otra novedad, su reproducción en ciudades extranjeras. Es mucho más ilustrativo para un europeo ver a brasileños protestando en las calles de sus ciudades que leer varios artículos.
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