ELECCIONES
Joseph Estrada, expresidente de Filipinas, elegido nuevo alcalde de Manila
El veterano político y actor vuelve al poder doce años después de dimitir acosado por la corrupción y las protestas populares
Joseph Estrada, expresidente de Filipinas, elegido nuevo alcalde de Manila
Ha vuelto el «héroe de los pobres». Como si fuera uno de los personajes que tantas veces encarnó en la gran pantalla, la exestrella de cine y antiguo presidente de Filipinas, Joseph Estrada, ha protagonizado una vuelta triunfal al primer plano de la ... actualidad política. Gracias a la popularidad de la que aún goza, sobre todo entre los más desfavorecidos, Estrada ha arrebatado la Alcaldía de Manila a Alfredo Lim en las elecciones locales y al Congreso celebradas ayer en Filipinas.
«Erap», como es comúnmente conocido, se vio obligado a dimitir como presidente hace doce años tras una revuelta popular contra los casos de corrupción que le acosaban, pero la gestión que presentaba su rival era aún más desastrosa. Con Alfredo Lim, un antiguo jefe de Policía y exministro del Interior de 83 años, Manila se ha hundido como una de las capitales más caóticas y desiguales de Asia, donde en pocos kilómetros se puede pasar del lujo de Makati, el impoluto distrito financiero plagado de rascacielos y galerías comerciales que parece Tokio, a Malate, el barrio de las «luces rojas» donde aún persiste una pobreza de chabolas como la que abunda en Bombay. A estas sangrantes diferencias se suma la violencia, como quedó de manifiesto cuando un autobús de turistas hongkoneses fue secuestrado en 2010 y la desastrosa operación policial de rescate acabó con ocho muertos.
«No tengo otro deseo en estos últimos años de mi vida que ofrecer mi experiencia en el servicio público, dar todo lo que pueda para ayudar a los pobres», anunció Estrada este martes, con evidente dramatismo teatral, tras ser proclamado nuevo alcalde de Manila. A sus 76 años, ha protagonizado una larga carrera política al servir como alcalde de ciudad de San Juan durante casi dos décadas, senador, vicepresidente durante el gobierno de Fidel Ramos y, finalmente, presidente de Filipinas entre 1998 y 2001.
Sin duda, su llegada al Palacio de Malacañang vino impulsada por la fama como «paladín de los indefensos» que se había labrado en su larga carrera cinematográfica, en la que protagonizó más de un centenar de películas durante tres décadas. Pero el Estrada a este lado de la pantalla resultó ser muy distinto al héroe que solía interpretar, y más bien parecido al prototipo de político corrupto que, quizás por aquello de la herencia histórica, abunda en la antigua colonia española.
Condenado por corrupción
En medio de un turbulento proceso de destitución abierto en el Senado por haber aceptado sobornos a manos llenas, Estrada perdió el apoyo ciudadano cuando una segunda «Revolución del Poder Popular» tomó las calles de Manila en enero de 2001, como había hecho quince años antes para derribar al dictador Ferdinand Marcos. Sin el apoyo del Ejército, con el que había hecho frente a la guerrilla islámica del Frente Moro de Liberación Nacional , presentó su dimisión y cedió el poder a la vicepresidenta Gloria Macapagal-Arroyo, perseguida también por la justicia tras dejar el cargo.
Tras liderar un conato de rebelión que aplastó el Ejército, fue condenado a cadena perpetua por expolio, pero la pena fue conmutada casi siete años después por la presidenta Arroyo y Estrada recuperó su libertad en 2007. Poco antes, la organización Transparencia Global lo había incluido en el número diez de su lista de dirigentes mundiales más corruptos de todos los tiempos, al haber amasado unos 80 millones de dólares durante su presidencia. Por delante de él, en el número dos se situaba Ferdinand Marcos, quien llegó a acumular entre 5.000 y 10.000 millones de dólares durante los 21 años que ocupó el poder. A pesar de todo ello, Joseph Estrada volvió a presentarse a las elecciones presidenciales de 2010, en las que terminó segundo tras Benigno Aquino III.
Junto al nuevo alcalde de Manila, otro fantasma del pasado, Imelda Marcos, viuda del dictador Ferdinand, ha revalidado a sus 83 años su escaño en el Congreso como diputada por la provincia de Ilocos Norte, donde su hija, Imee, fue reelegida gobernadora. Un claro ejemplo de la amnesia que caracteriza al electorado en Filipinas, donde la política y los negocios están controlados por un puñado de clanes familiares como los Aquino, los Estrada y los Marcos.
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