¿Hacia la desaparición de la ayuda humanitaria a África?

La diáspora que reside fuera del continente envía ya más dinero hacia la región que los donantes occidentales tradicionales

EDUARDO S. MOLANO

El ejercicio es simple: Piense en todas las organizaciones humanitarias, organismo internacionales o fundaciones que piden, demandan o exigen «Dinero para África» (así, en general). No son pocas. Sin embargo, ¿es necesaria toda esta ayuda humanitaria? ¿Es posible un futuro donde ésta sea insignificante y ... solo destinada a paliar crisis concretas?

Los números, eso sí, comienza ya a despejar algunas incógnitas.

Según un reciente estudio del académico ghanés Adams Bodomo , la diáspora que reside fuera del continente envía ya más dinero hacia la región que los donantes occidentales tradicionales, en lo que se denomina la Ayuda Oficial al Desarrollo (ODA).

Solo en 2010 -fecha más reciente en esta comparación- la emigrantes africanos transfirieron 51.800 millones de dólares hacia su región de origen. Ese mismo año, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, la Ayuda Oficial al Desarrollo fue, en cambio, de 43.000 millones.

Las cifras no sorprenden. Durante la pasada hambruna en Somalia de 2011, el papel jugado por las agencias alternativas de envío de dinero entre particulares fue decisivo para la supervivencia de buena parte de la población (por ejemplo, cerca del 60% del dinero que circulaba en el campo de refugiados de Dadaab, en la frontera entre Kenia y Somalia, procedía de estos envíos).

La situación abre ya un nuevo panorama. Recientemente, el Gobierno de Reino Unido anunciaba que dejaría de destinar ayuda a Sudáfrica a partir de 2015 (el actual programa, valorado en 22 millones de euros, se centra en la reducción de la tasa de mortalidad entre las parturientas)

¿Los motivos? Para Londres, su relación con Sudáfrica se debe basar a partir de ahora en el comercio y no en el simple desarrollo.

Y en esta opinión no parecen estar solos. En los últimos tiempos, emprendedores continentales como la senegalesa Magatte Wade ya apelan por la desaparición de la (sic) «piedad de mierda». En este sentido, la autora no lamenta el buen hacer de las ONGs (nadie duda de ello), sino la actitud condescendiente hacia los «pobres». Un exceso de «cuidados» y «sobreprotección» que tan solo es una nueva forma de racismo.

De nuevo, valga el ejemplo de Somalia. A finales de 2011, el por entonces primer ministro de Somalia, Abdiweli Mohammed Ali, denunciaba que la hambruna que había asolado el país durante el verano era cosa del pasado. Sin embargo, para el mandatario, las organizaciones humanitarias tenían un especial «interés» en continuar postergando esta crisis y no perder así su posición de «señores de la pobreza» (finalmente la propia ONU declararía el fin de la hambruna en febrero de 2012).

Gestionar recursos

Los datos, de nuevo, ofrecen conclusiones para todos los gustos. A día de hoy, alrededor de 400 millones de africanos (aproximadamente el 40% de la población total) viven todavía con menos de 1,25 dólares al día. Pese a ello, 23 países del continente han alcanzado el estatus de «Estados de ingresos medianos» (categoría donde la renta per capita es de 1.000 dólares o superior). Mientras, las reservas naturales continúan bendiciendo a Gobiernos como los de Sudán, República Democrática del Congo o Zimbabue (aunque riqueza, no signifique reparto equitativo).

Por ello, para Wolfgang Fengler , analista del Banco Mundial, la «nueva» ayuda humanitaria debe centrarse en el diseño de programas que ayuden a los Estados africanos a gestionar sus recursos de manera eficiente, sobre todo, si desean llegar a los más desfavorecidos. Y para ello, según el experto, es necesario un cambio de tendencia.

En primer lugar, reconocer y celebrar la desaparición del viejo paradigma Norte-Sur. De igual modo, la ayuda debe centrarse vez más en transferencias de conocimiento en lugar de dinero. Y por último, para que estos países no se queden estancados es necesario innovar, incluso en los sectores tradicionales. De la construcción de «monumentos» (escuelas, clínicas y carreteras), se debe pasar a la mejora de la «sala de máquinas» (el sistema a través del cual se realiza la prestación de educación, salud y transporte).

En juego, el futuro de un continente.

¿Hacia la desaparición de la ayuda humanitaria a África?

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