Las ventajas de ser vecino del dictador Kim Jong-un
Para compensarles por vivir en primera línea del frente, el Gobierno surcoreano ofrece beneficios a los habitantes de las islas junto a la frontera con el Norte
pablo m. díez
Están señalados como objetivo nuclear por Kim Jong-un y en sus aguas se han vivido escaramuzas que han costado la vida a soldados y pescadores, pero no todo son inconvenientes para quienes viven junto a la frontera marítima con Corea del Norte. Para compensarles ... por tener sus casas en primera línea del frente, el Gobierno surcoreano ofrece suculentos beneficios a los habitantes de las cinco islas del Mar Amarillo enclavadas a tiro de piedra, o más bien de bomba , del odiado vecino del Norte.
A sólo 17 kilómetros de Corea del Norte, los 5.000 residentes en la isla de Baengnyeong disfrutan de considerables ventajas fiscales, reducciones en el recibo de la luz y ayudas para los estudios de sus hijos. «El Gobierno entrega al mes 50.000 wons (35 euros) a cada vecino y tenemos un descuento del 80 por ciento en la declaración de la renta», explica a ABC Yoon Hyeon-sang, director de la única Escuela Intermedia y Superior de la isla. Al contrario que en el resto del país, donde los padres pagan al año un millón de won (700 euros) por las clases y la comida, aquí es el Gobierno central quien corre con dichos gastos.
Con 200 estudiantes de entre 14 y 18 años, sus alumnos se benefician además de una cuota de admisión especial si deciden ir la Universidad en la península. En Seúl, donde se hallan las mejores universidades del país, el municipio formado por las cinco islas que lindan con la frontera marítima de Corea del Norte pone a disposición de los estudiantes locales una especie de colegio mayor a precio reducido. En lugar de pagar los 700 euros mensuales habituales por tales alojamientos, sólo deben abonar 100 euros.
Bombardeo en 2010
Tras el bombardeo en noviembre de 2010 de la cercana isla de Yeongpyeong por parte de Corea del Norte, en el que murieron dos civiles y dos soldados, el Gobierno puso en marcha este plan «para mantener aquí a los residentes locales porque se trata de una cuestión nacional», razona el responsable de la escuela en su campo de fútbol, con un césped tan verde y esponjoso que ya quisieran para sí muchos equipos profesionales. Aprovechando la pausa del almuerzo, un corro de chavales juega un partidillo, pero la presencia de un periodista extranjero enseguida despierta su curiosidad y dejan la pelota.
Entre gritos, Oh Him-chan y Han Eo-jin, dos chicos de 15 años que aún no han dado el estirón, aseguran que no tienen miedo «a los misiles de Kim Jong-un» y que, de mayores, quieren ser soldados para proteger a su país. Pero Yoon Da-bin, una compañera de su misma edad que les saca dos cuerpos y tres cabezas, se congratula por las ayudas del Gobierno porque sueña con «estudiar veterinaria en alguna universidad de la península para luego volver aquí a trabajar». Aunque alguna de sus amigas se confiesa asustada por la amenaza de guerra de Corea del Norte, todos ellas prefieren quedarse a vivir en la isla porque es el hogar donde han nacido.
En caso de viajar a tierra, como llaman al territorio principal, el barco que tarda cuatro horas en llegar al puerto de Incheon, cerca de Seúl, sólo les cuesta 5.000 won (3,5 euros), mientras que el resto de pasajeros debe pagar hasta doce veces más. Con dos travesías diarias, cada desembarco es la mejor muestra de la militarización de la isla y de la presencia del Ejército en la vida cotidiana. Junto a los vecinos que vuelven de compras o de hacer gestiones administrativas en la capital, cada día arriban decenas de «marines» que cumplen en Baengnyeong la «mili» de dos años obligatoria en Corea del Sur. Algunos de ellos, ataviados con el uniforme de campaña, están siendo enviados para reforzar la base de la isla, que cuenta con unos 4.000 soldados.
La isla está militarizada y el Ejército está presente en la vida cotidiana
Con el fin de proteger a la población de un eventual ataque del Norte, el Gobierno ha cerrado los 65 viejos refugios subterráneos que databan de los años 70 y ha habilitado 26 nuevos donde todavía huele a recién pintado. Con un presupuesto de 30 millones de wons (21.500 euros) para cada uno, disponen de mantas, máscaras de gas, reservas de agua mineral, cocina, frigorífico y hasta proyector de cine. Con puertas blindadas que pesan una tonelada, dos de ellos son incluso a prueba de bombas atómicas y armas químicas. «Cada año efectuamos dos o tres simulacros para mantener a los vecinos preparados», indica en el Ayuntamiento Han Bo-ra, la joven responsable de Protección Civil.
Guerra remota
En dichos ejercicios también participa Lee Hyung-mae, quien a sus 73 años se acuerda de cuando tenía 13, durante la guerra de Corea. «No creo que vuelva a ocurrir nada igual porque nuestro Ejército está ahora mucho mejor preparado que el del Norte», asegura con rotundidad la anciana, quien se muestra totalmente «confiada y sin miedo a Kim Jong-un». «Pero si es un pequeño capullo», añade en broma otra amiga, sentada a su lado en una caseta con forma de foca que, por si acaso, ha sido levantada junto a un refugio nuclear.
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