Análisis del sumario
La presencia en Irak sirvió de coartada para atentar el 11-M y forzar un cambio político

La identificación del móvil que anima a un delincuente a cometer su crimen es un objetivo de la investigación muy relevante en el caso de los delitos terroristas, al imprimir al atentado una significación específica decisiva en la calificación jurídico penal del hecho. El sumario del 11-M analiza en el auto de procesamiento de 10 de abril y en el auto de 5 de julio de 2006 las posibles motivaciones del grupo islamista autor de los atentados.

Según esas resoluciones judiciales, en 2002 se va formando un grupo jihadista neo-salafista que se adscribe a la corriente «Takfir wal Hijra» («Anatema y exilio») y al que se incorporan diversos responsables de los posteriores atentados del 11-M, destacando, según valoración judicial, las figuras de Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet (El Tunecino) y Mustapha Maymouni. El grupo «Takfir wal Hijra» surgió en Egipto, en la década de los setenta del siglo pasado, y basaba su doctrina en el repudio a las sociedades musulmanas que han renegado del Islam y en el rechazo a las leyes e instituciones de estas sociedades. En la década siguiente, el grupo fue expandiéndose por Europa y se detectó su colaboración con el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (el GSPC argelino) en la preparación de un atentado en Francia, con motivo de los mundiales de fútbol en 1998. Se considera que «Takfir wal Hijra» está actualmente integrado en la red de Al Qaida.

El auto de 5 de julio de 2006 recoge que, ya en 2002, uno de los principales integrantes del grupo, Mohamed Larbi Ben Sellam, instruye al resto de jóvenes «takfires» en la idea de que «no era necesario trasladarse a Afganistán, Chechenia u otros países musulmanes en conflicto para hacer el yihad, que ese tipo de actuación en defensa del Islam podían hacerse en los territorios donde se residía (en España, en Marruecos)».

Expansión del fundamentalismo
Por tanto, la idea de extender a España el terrorismo jihadista es anterior a la intervención de la coalición liderada por Estados Unidos en Irak y, en consecuencia, al apoyo político prestado por el Gobierno de José María Aznar al derrocamiento de Sadam Hussein. En cuanto a Marruecos, baste recordar que el 16 de mayo de 2003 una serie de atentados suicidas en Casablanca causó la muerte a 45 personas, entre ellas 3 españoles. Estos atentados se atribuyeron al Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), que los autos judiciales vinculan con los atentados del 11-M bien por haber contribuido a su ejecución, bien por haber puesto a disposición de los autores sus «redes de apoyo». Uno de los autos subraya también el que no se hayan establecido «vínculos» entre el discurso lanzado por Osama Bin Laden en octubre de 2003 y los ataques terroristas registrados después de esa fecha. En aquel mensaje, que fue difundido por la cadena de televisión Al Yazzera, el jefe de Al Qaida (La Base) amenazó, «como objetivos legítimos», a Italia, España, Polonia y el Reino Unido por apoyar a la coalición en la guerra de Irak. «Nos reservamos el derecho a responder en el momento y lugar oportunos», dijo Bin Laden, pero según los analistas —y así lo recoge el auto de procesamiento — «no se han podido establecer vinculos entre este discurso y los ataques posteriores».

El propósito de atentar en suelo español por la intervención aliada en Irak surge, según la investigación sumarial, a principios de 2003, dentro del grupo de los jóvenes «takfires» que se había ido formando desde 2002, en paralelo a una expansión del fundamentalismo islamista en las comunidades magrebíes de la zona sur de Madrid, en las que creció, según la instrucción judicial, «un sentimiento favorable al yihad, especialmente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la posterior invasión de Afganistán».

En este sentido, la intervención en Irak habría sido una ocasión propiciada que se sumó a las motivaciones que previamente ya habían impulsado la voluntad tanto de organizar en España una red terrorista jihadista como de cometer atentados en su territorio.

Sin embargo, la determinación de los terroristas de atentar en España aprovechando como coartada la intervención militar en Irak se fraguó con un análisis de oportunidad política que se refleja en los autos de procesamiento y de 5 de julio de 2006.

«Carácter estratégico»
En concreto, ambas resoluciones judiciales destacan que los probables autores de los atentados del 11-M habrían consultado en la web «Global Islamic Media» documentos doctrinales sobre el yihad y, en particular, sobre los efectos políticos de una acción terrorista en España. Los autos se refieren a dos documentos que el instructor aclara que no fueron hallados en la documentación intervenida a los presuntos autores de la masacre, pero sí considera probado que éstos habían consultado la citada web. El instructor destaca el «carácter estratégico» del documento publicado por «Global Islamic Media», del que dice que cuenta «con unos análisis profundos, por lo que afecta a España de determinados factores que podían ser tenidos en consideración dentro de la estrategia yihadista, y con unas menciones muy claras y precisas, en ambos documentos, al ejercicio de la violencia contra España o sus fuerzas».

Sin duda alguna, el valor «estratégico» de tales documentos —transcritos en el auto de procesamiento— giraba en torno a la proximidad de las elecciones generales de 14 de marzo de 2004.

La documentación de «Global Islamic Media» ha sido analizada por los expertos en materia antiterrorista. En el sumario se contó con el informe del Real Instituto Elcano. Fuera de nuestra fronteras, la expresa referencia a España en los documentos citados ha sido analizada de forma específica por Robert A. Pape, en su obra «Morir para ganar. Los estrategas del terrorismo suicida» (Madrid, 2006). Para Pape, el escrito publicado por «Global Islamic Media» en septiembre de 2003 es «un documento de planificación de Al Qaida», en el que se «describía una estrategia coherente para obligar a Estados Unidos y sus aliados a retirarse de Irak». Del documento en cuestión, titulado «El Irak del Yihad, esperanzas y riesgos», Pape destaca que «concluía que España —a causa de la fuerte oposición nacional a la guerra de Irak— era el más vulnerable, por lo cual recomendaba actuar contra ese país justo antes de marzo de 2003 (sic)» (Pape se equivoca en el año). El investigador de la Universidad de Chicago transcribe el párrafo que condensa la doctrina sobre la posición de España y las consecuencias políticas del atentado antes de las elecciones: «Con el fin de obligar al gobierno español a que se retire de Irak, la resistencia debe provocar graves daños a sus fuerzas. Esto debe verse acompañado de una campaña de información donde se explique la verdad de lo que sucede en el interior del Irak. Es necesario aprovechar al máximo las próximas elecciones generales de España, que se celebrarán en marzo del año que viene.
«Creemos que el gobierno español no podrá tolerar más de dos atentados, o a lo sumo tres, tras lo cual tendrá que retirarse como consecuencia de la presión popular. Si sus tropas permanecen en Irak después de tales atentados, es casi segura la victoria del Partido Socialista, que incluirá en su programa electoral la retirada de las fuerzas españolas».

«Por último, queremos recalcar que una retirada de las fuerzas españolas e italianas de Irak supondría una mayor presión para la presencia británica (en Irak), presión que Tony Blair podría no soportar, lo cual provocaría de inmediato un efecto dominó. Aun así, persiste el problema fundamental, que consiste en provocar la caída de la primera ficha».

Robert Pape sentencia que «tal como predecía el documento, se cometieron los atentados y España retiró sus fuerzas de Irak».

Sin causalidad

El auto de 5 de julio de 2006, a continuación de la referencia a los documentos de «Global Islamic Media», menciona expresamente que «en Irak, en noviembre de 2003, fueron asesinados varios miembros del Centro Nacional de Inteligencia». No hay una valoración específica de causalidad entre la invitación a los atentados contra España contenida en el documento de septiembre de 2003 y el asesinato de los siete miembros del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), pero la secuencia argumental induce a pensar que tanto este atentado terrorista como los del 11-M pudieron estar inspirados en la misma motivación política de forzar un cambio político en España que provocara, a su vez, la retirada de las tropas desplegadas en Irak.

Esta fue, además, la interpretación que hizo de los atentados uno de los procesados por integración en organización terrorista y autoría de la masacre, Rabei Osman El Sayed Ahmed (El Egipcio), a quien se le intervino una «conversación ambiental» en Milán, 5 de junio de 2004, con otros islamistas: «La culpa es de Berlusconi, porque Berlusconi es un gran dictador, pero en mi opinión todos los países que apoyan a Estados Unidos terminarán como Aznar, y creedme hermanos míos, os lo juro, no digo mentiras, yo he vivido allí y sé perfectamente que tras los hechos sucedidos en la estación de Atocha, todos, los árabes, los españoles, salieron a la calle y gritaban lemas llamando asesino a Aznar... Estoy inmensamente feliz de que haya caído el gobierno del perro Aznar, pero hermanos míos.... quien apoye al perro tendrá solamente un terremoto, y Madrid ha sido la prueba... Pero demos gracias a Dios, hemos eliminado a Aznar, demos gracias a Dios. Madrid es una lección para Europa, que debe entender que debe alejarse de los estadounidenses.... Además, el perro ha sido su huésped de honor y esto no es otra cosa que un ultraje al Islam y me gustaría que terminara como Aznar. Zapatero, este que ha llegado ahora, ha sido muy astuto, porque ha entendido enseguida el valor de los árabes y apenas entrar al cargo del Gobierno ha abierto de inmediato un diálogo con marroquíes y árabes» (auto de 5 de julio de 2006, página 106).

Reducir el móvil

La opinión fanática de El Sayed Ahmed no menciona a Irak —al menos, en el párrafo transcrito— sino que legitima el atentado únicamente en la alianza con Estados Unidos. Este planteamiento fue expuesto anteriormente por el líder de Al Qaida, Osama Bin Laden, en un comunicado de 15 de abril de 2006, en el que, además de congratularse por los atentados del 11-S y del 11-M, ofrecía a los países europeos una tregua condicionada al compromiso de «no agredir a los musulmanes o interferir en sus asuntos (lo que habría de concretarse en la salida de las tropas instaladas en varios países musulmanes, como Irak y Afganistán), incluyendo el que no se forme parte del complot estadounidense contra el gran mundo islámico» (auto de 10 de abril de 2006, página 545).

La reducción del móvil terrorista al apoyo del Gobierno español a la intervención en Irak es descartada por los propios terroristas que presuntamente cometieron el atentado del 11-M. En el comunicado remitido por fax a ABC el 3 de abril de 2006, los terroristas —identificados como el grupo «Ansar Al Qaida en Europa» y firmado por Abu Dujana Al Afgani— declaran su autoría en la preparación del atentado contra la línea del AVE, a su paso por Mocejón (Toledo), pese a que, para entonces, el PSOE había ganado las elecciones con el compromiso de retirar las tropas de Irak. Los terroristas justificaron el intento de este nuevo atentado por la continuidad del despliegue español en Irak y Afganistán y daban un plazo de menos de doce horas (hasta el mediodía del 4 de abril y el fax se había recibido el día antes, a las 18.05 horas) para la retirada de los efectivos militares.

«Estados blandos»
La conclusión a la que permite llegar la instrucción sumarial sobre la motivación de los terroristas es que la intervención en Irak sirvió de coartada para traer el yihad a España y, aprovechando el rechazo social mayoritario a la posición del Gobierno español en esa crisis, forzar un cambio político que, a su vez, resquebrajara la coalición de democracias liderada por Estados Unidos.

Irak, por tanto, fue sólo la oportunidad, la coyuntura favorable, no el único motivo de unos atentados planificados para ejecutar una estrategia de expansión global del yihad contra Occidente y apoyados en esa percepción —más acertada en unos casos que en otros— que Robert A. Pape atribuye a los terroristas sobre las «democracias como “estados blandos”, porque en ellos la población tiene un umbral muy bajo de tolerancia al dolor y una gran capacidad de influir en la política estatal».